Sí, hoy se acaba Yo soy Betty, la fea y se va arrasando en el rating. Es seguro que llegará a los 20 puntos, algo que ninguno de los nuevos productos de alguno de los dos canales es capaz de conseguir. Los centennials descubrieron la mejor de las telenovelas de nuestra historia, que refleja además cómo éramos de infames hace veinte años. Sí, es que las mujeres soñaban a comienzos de este siglo con un yuppie asqueroso como don Armando: arribista y con una peligrosa tendencia al maltrato.
Beatríz Pinzón Solano tenía la posibilidad de quedarse con un hombre atractivo, de mente abierta, cariñoso y comprensivo como el francés interpretado por Patrick Delmas, que además le ofrecía un mundo de libertad e independencia. Pero no, Betty escogió al guachecito gritón, infiel y esclavo de las apariencias, que además de ser capaz de mechonear a sus subalternas (como se lo hizo a la peliteñida), puso todo el capital familiar para ser alguien en la vida... al arribista capaz de acostarse con cualquier modelito de piernas largas.
Con eso soñaban las colombianas hace veinte años, ¿será que todavía anhelan eso? Por el rating parece que sí. Da la impresión de que todos suspiraran por un churro diabólico como don Armando. ¿Por qué no se quedó con el francés? Porque Fernando Gaitán, el hombre que escribió esta maravilla, conocía a la perfección a las colombianas. ¿Saben qué? De pronto ese chiste asquerosamente machista de que “no le pego a mi novia porque se enamora” podría ser cierto.
Betty tiene el arribismo de los pobres, su sueño es que un príncipe en un Mercedes Benz la rescate de su pobreza, un príncipe despiadado como todo capitalista en un país del tercer mundo. Por eso es que esta noche, en el final, todos suspiraremos al saber que Beatríz Pinzón Solano se quedará con el maltratador, el golpeador, el cachón, el gritón, el usted no sabe quién soy yo, el papichulo.
¡Vaya que Fernando Gaitán conocía el machismo rampante de la mujer colombiana!