Hace muchos meses, hundido en un oscuro rincón de provincia, en mi natal Cúcuta, decidí escribir un artículo sobre Andrés Caicedo a raíz de la traducción al francés de Que viva la música. Lo subí al blog y como siempre nada sucedió. Un mes después recibí un correo de un tal Bernard Cohen en donde me decía que le había gustado mi entrada. A medida que leía el mail me daba cuenta que el tipo que me había escrito era el mismo que había traducido la novela insigne de Pepe Metralla.
Inmediatamente lo googlié y me di cuenta de que los paseos por la tarde de María del Carmen Huerta no habían sido lo único que había traducido. Este reportero de conflictos internacionales y de guerra había traducido obras de autores tan importantes y disímiles como los escritores Stephen King, Oscar Wilde o Chuck Palhaniuk, autor de El club de la pelea, de Keith Richards o de Wladislaw Szpilman, el músico polaco del cual se inspiró Roman Polanski para hacer El pianista. La lista de novelas y artículos que había escrito este hombre era enorme.
“Yo era un corresponsal de guerra cuando un día me buscó Manuel Vásquez Montalbán y me dijo que intentara traducir su última novela al francés. Yo sin pensarlo decido aceptar el reto. Lógicamente me sentí intimidado al principio pero después me fui acomodando y cuando me di cuenta había dejado de ser periodista para ser un traductor de tiempo completo”. Leo en un portal de internet esta maravillosa explicación que daba Bernard Cohen, nacido en Argelia pero criado en Francia; este ciudadano del mundo que un día puede estar viviendo en Mallorca y al otro irse sin ningún empacho a Camboya, lugar donde actualmente reside.
A medida que mis conversaciones con Bernard aumentaron me fui dando cuenta que más que un traductor es un antropólogo literario. Es un hombre que no ha perdido su capacidad de asombro, que siente curiosidad ante todo lo que es distinto. Le fascina experimentar la vida y es por eso que disfruta tanto toda esa literatura que destila vitalidad como, por ejemplo cuando tradujo al español la biografía del mítico guitarrista de los Rolling Stones o cuando encontró a un fan de esa banda que vivía en Cali y que había creado a una mona del nortecito a la que le gustaba que todos los pelados de las fiestas la miraran. ¿Por qué este hombre que ha traducido a Hunter Thompson, Norman Mailer o Tom Wolfe estaba interesado en traducir al Siemprevivo?
“Me encanta su manera de escribir, su libertad con las palabras, su rebeldía”. Lo escucho al otro lado del planeta, viajando a través del Skype. “Creo yo que hay muchísimos escritores suramericanos que escriben pensando en “espantar al burguesito”, pero Andrés no, hay una sinceridad tremenda en su estilo, en sus exploraciones de la literatura, del cine y de la vida. Y bueno, no conozco muchos textos tan potentes como los suyos, en cualquier idioma que sea. Y créame, he leído mucho y sigo leyendo”.
Desde ese día me he aprovechado de esa relación para satisfacer la curiosidad que me despierta el universo caicediano. Él estaba en Camboya y yo en el culo del mundo; es increíble que dos personas viviendo tan lejos se encuentren por culpa de un escritor que murió hace tanto tiempo.
Su admiración por la obra de Andrés Caicedo es tanta que en una entrevista dada a la revista Authors & Translators, Cohen haya dicho lo siguiente: “Yo tuve la sensación de que estábamos unidos a pesar de la muerte, que ahora éramos amigos , éramos hermanos en la literatura. En cierta forma los dos estábamos enamorados de la heroína. De la Mona”.
Lejos de terminar su relación con nuestro Angelito Empantanado, Cohen la profundizó y es por eso que hoy 3 de octubre se lanza en París su traducción al francés de Traverse par la rage o mejor conocido en estas tierras como El atravesado.
Esta novela corta o cuento largo fue publicada en 1975 bajo el auspicio de su madre. En esa primera edición Andrés Caicedo le dedicó el libro a los niños Clarisol, Guillermo Lemos y a Carlos Tofiño. Clarisol y Guillermo eran en esos momentos sus musas literarias, sus amigos más preciados. Siempre me había preguntado cual había sido la relación entre los Lemos y El atravesado :“Muy sencillamente- Responde Cohen- porque ellos son “atravesados” de toda la vida, y los que ayudaron a Andrés a meterse en el mundillo de las galladas del sur de Cali. Todos los testigos de esta época me lo han confirmado. Clarisol, en particular, era la mascota e inspiración de los Calaveras”.
La importancia de los hermanos Lemos para Cohen lo motivó a que ellos le ayudaran con sus recuerdos para que el traductor pudiera sumergirse en la Cali de Andrés. Esta colaboración fue invaluable y es por eso que él decidió “devolver la palabra a ambos. Durante años, se habían callado, dejando la voz cantante a amigos de Andrés famosos en Colombia”.
El lanzamiento del libro ha generado mucha expectativa dentro del ambiente cultural parisino. Que viva la música se ha transformado en poco tiempo en un referente entre jóvenes lectores. Se espera que con El atravesado suceda exactamente lo mismo. Poco a poco Andrés Caicedo se convierte para los franceses en un mito.
Mientras el muchacho de los Destinitos fatales gana respetabilidad en Francia, en Colombia ya se está convirtiendo en un lugar común dentro de las refinadas esferas intelectuales decir que el eternamente joven escritor caleño no es más que un invento de Luis Ospina y Sandro Romero Rey. Le cuento eso a Cohen y después de una sonrisa cínica me dice “Hay muchas mentes resentidas que se ofuscan del impacto de Andrés, que dicen : “Por favor, es solamente matándose que alcanzó este estatus de genio”. Son unos resentidos, repito. En su corta vida Andrés escribió como todos nosotros deberíamos hacerlo, sin pensar “¿Esto va a venderse bien?”.
Treinta y seis años después de su muerte Andrés Caicedo ha dejado de ser nuestro suicida favorito para convertirse en un referente pop, en un santo patrón de los cinéfilos, en un eterno enfant terrible. Sería bueno preguntarse qué cara pondría Andrés al ver la cantidad de jovencitos que llevan el rostro en sus camisetas sin siquiera haber leído una sola de sus páginas; en las miles de peladas que se han enamorado de su rostro eternamente rebelde y bello. Le hago la pregunta estúpida, la única que no puedo hacerme pero a la vez la más obvia de todas ¿Qué pensaría Andrés Caicedo de todo esto? Bernard sonríe y antes de cortar la conversación me responde con el título de uno de los mejores cuentos del romanticismo alemán :“Dejad a los muertos en paz”.
Pero me temo que tanto el como yo sabemos que hay muertos que es imposible dejar en paz, hay muertos que provoca ir a sus tumbas y ponerles el equipo a todo volumen y bailar encima de sus lápidas e imaginarnos que el ruido de los mortales los vuelva a despertar.