La desvinculación de Armando Benedetti de la innecesaria embajada de Colombia ante la FAO y su posible vinculación contractual en el primer anillo del presidente Gustavo Petro, ha generado un vendaval de comentarios de Tirios y Troyanos en todos los medios, hasta el punto de que un grupo de ministros se atrevió a pedir una explicación al presidente sobre tal situación y opinadores de todos los pelambres han emitido juicios condenatorios, planos o de precaria aceptación.
Sin embargo, hasta el momento nadie ha filtrado y por ello ningún medio ha publicado el contrato de prestación de servicios que el DAPRE tendría que hacerle al señor Benedetti (Eso se concluye luego de la reunión con Petro y Laura Sarabia), en el cual, por ley, se debe incorporar un objeto contractual, un monto económico, una temporalidad, unas condiciones del servicio y el nombramiento de un supervisor que deberá certificar el cumplimiento del mismo y aprobar los informes de gestión para que se pueda tramitar el pago.
Lo cierto es que después de la pataleta de don Armando por no haberlo nombrado superministro, condensada en los vulgares audios que circularon profusamente, el contentillo de la embajada de Venezuela que aceptó a regañadientes y luego lo de la FAO, ahora regresa a la cúpula del poder pero convertido en el leproso del petrismo dialéctico con unas inocultables llagas éticas que quienes detentan actualmente el poder no quieren tener cerca.
Por tanto las explicaciones que se oyen desde la bancada petrista del congreso respecto a que sería un puente con los congresistas para sacar reformas ahogadas del pantano, no es descabellada, por cuanto ese es el caldo natural en que se mueve Benedetti.
Pero en esencia, el contrato del señor Benedetti es un contrato corbata.