A nadie le gusta estar solo, ¿verdad?
Bueno, yo creo que la soledad en sí no es mala, lo malo es no tener otra opción. Poder estar solo es una fortuna enorme. Y lo mejor de estar solo es el tiempo que se tiene para pensar, para darle alimento a la mente. Increíblemente, una de las características que nos hace tan «especiales» a los humanos (i.e., la capacidad de concentrarnos y simplemente pensar), es también una de las que menos uso hacemos. Y yo hablo de pensar, de exigirle un poquito al cerebro, de buscarle respuesta a tantas preguntas tan fundamentales que afectan nuestras vidas (cf. «Yo pienso que ese carro es mejor que ese otro»). Y sobre todo, de pensar por nosotros mismos. Por supuesto que es útil e importante escuchar lo que dicen los demás, y sobre todo leer lo que tanta gente tan inteligente e interesante ha tenido la bondad de dejar grabado en papel, tanta sabiduría y tantos andamios para la construcción de nuestros propios pensamientos. Pero no sin una actitud crítica, tragando sin masticar y defecando sin digerir.
Vamos por esta vida moderna buscando recompensas inmediatas, sin pensar en el largo plazo. Tener hijos (porque sí, para «no estar solos cuando viejos», porque «traen el pan debajo del brazo» o lo peor, para «salvar» el matrimonio), comprar (a crédito) una casa, un televisor de cien mil pulgadas (por cierto, muchos ni sabrán a cuánto equivale una pulgada en nuestro sistema... y también a crédito), un carro (fabricado este año pero modelo del próximo en los papeles... ya saben con qué forma de pago), y un perro de la raza que esté de moda en la ciudad (de una de las industrias modernas más crueles, los criaderos). Vamos por el mundo mirándolo a través de una pantallita, para recordar un lugar o una persona que no vimos con nuestros propios ojos. Sacrificamos el tiempo de familia por la promesa de escalar por las jerarquías, para poder jubilarnos y hacer lo que tanto quisimos hacer... cuando ya no quede ni energía, ni salud, ni juventud para hacerlo.
Somos animales sociales, y sin embargo llamamos «subdesarrolladas» a aquellas sociedades en las que la mayoría depende para la mayoría de sus bienes y servicios de la bondad, amabilidad y del talento de los otros, mientras que aquellas en las que la vida se ha transformado en un proceso de ordenar de un catálogo en línea de tiendas que todo lo venden son llamadas «avanzadas», como lo resalta Ivan Ilich en su libro Tools for conviviality. Para lo que sí nos hemos vuelto buenos es para seguir a la manada sin ver el precipicio hacia el que se dirige. Hay que recordar que la gran mayoría de manadas humanas (o rebaños, como tan adecuadamente las llama la querida Iglesia católica) son dirigidas por un pastor, quien tiene sus propios intereses: la carne y la piel, y el dinero que le dan por ellas, o en el mejor de los casos por un líder (muchas veces autoproclamado), al que le importa la manada, no los individuos que la componen. A ver, que no estoy diciendo que no hay que pensar en el bien común, sino que a la autoridad hay que cuestionarla. Respetarla, pero cuestionarla. Si de algo me he dado cuenta es de que unas de esas preguntas tan fundamentales a las que hay que dedicarle tiempo y encontrarle respuesta son: ¿Qué puedo yo hacer por mi comunidad? ¿Qué papel juego en la solución de sus problemas?
Ser original, contrario a lo que muchos creen, no es llevar un vestido raro o peinarse pa'l otro lado (ser el único no es lo mismo que ser único). Ser original tampoco es ser el primero en hacer, decir o comprar algo (eso es solo ser el primero). Ser original es pensar por sí mismo, ver el mundo por sus propios ojos, no por los de los demás o por los que otros hayan construido para uno. Para esto hay que pensar, darse un tiempo para salirse de esa autopista de alta velocidad en la que nos mantenemos y encontrar un camino lento, solitario y con obstáculos que nos hagan caminar más despacio, que nos hagan exigirnos un poquito. No importa que no piense hace años, eso es como montar en bicicleta: no se olvida, pero hay que practicar para mantenerse en forma y no sacar «barriga mental» (los gimnasios, tan olvidados hoy en día, se llaman «bibliotecas», aunque también se pueden usar otros llamados «montañas», «playas», y «jardines»). ¿Cuándo fue la última vez que ejercitó el tipo de grasa más útil que tiene nuestro cuerpo? ¿Cuándo fue la última vez que pensó? ¡Piénselo!