Soy Fares Rodríguez, un joven nacido en 1984 e hijo de la hermosa tierra Belén de los Andaquíes, en Caquetá. Aunque mi madre, Eva Rodríguez, es oriunda del Cauca, por culpa de la guerra y la violencia se fue para el Caquetá para salvar a su familia de una posible muerte en medio del conflicto.
Llegó a Belén a comenzar una nueva vida, pero se encontró con muchos obstáculos para poder garantizarle una mejor a los cuatro hijos con los que llegó a esta tierra. Eva es una persona guerrera y luchadora. Decidió integrarse a una organización de mujeres y hombres convencidos de que podían producir ellos mismos el material que necesitaban para levantar sus casas. Además, quiso vincular a sus hijos en este proceso para organizar el territorio.
Así pasaron 15 años cuando un grupo de familia conoció el trabajo de Eva y decidió invitarla para que se uniera con un solo objetivo: cuidar los ríos y las tierras que la gente estaba contaminando con basura. Eva se integró junto a otras 15 familias y comenzaron a limpiar las fuentes hídricas fuertemente golpeadas por los paseos de olla. Así fue como ella, quien es mi madre, me vinculó a esta bonita labor, llevando a cabo largas jornadas de recolección de basuras. Todo esto con un solo objetivo: enseñarnos y dejarnos como herencia un mejor lugar. Durante este proceso me integré al grupo ecológico Venta Abierta y al pasar el tiempo, ese grupo al que yo pertenecí decidió transformarse en una fundación llamada Tierra Viva, con las mismas 15 familias del grupo que conoció mi madre Eva.
Fuimos muy insistentes en el proceso de cuidar los ríos de Belén de los Andaquíes, pero la gente del pueblo no escuchaba ni se interesaba por el tema del cuidado del medio ambiente. La gente no creía que los ríos estaban amenazados porque teníamos tres que nos rodeaban. Sin embargo, en el año 2000, en Belén hubo una temporada de sequía que provocó que las aguas de los ríos disminuyeran, particularmente del que se traía el agua del pueblo para su consumo. La gente comenzó a sufrir para cocinar y don Erasmo, que era miembro de la fundación Tierra Viva, decidió poner un pequeño grifo para el agua. Las personas tuvieron que hacer largas filas para poder tener el preciado líquido. La Fundación logró visualizar esta la problemática y decidió enfocarse en proteger las fuentes hídricas de Belén de los Andaquíes.
El municipio tiene una gran riqueza en agua y flora, y nos dimos cuenta de lo hermoso que era y de la belleza ambiental que tenía. Nos enfocamos junto a algunos habitantes a proteger los lugares donde nacen las aguas hasta el punto que logramos constituir 9 áreas y un parque natural municipal.
Yo me seguí vinculando a estos procesos y ayudando a las organizaciones para el beneficio de toda la comunidad. Este es un logro que uno aporta a la organización y que deja claro que todos podemos contribuir en el territorio. Incluso, logramos tal fuerza que la Asamblea Departamental decidió declarar a Belén de los Andaquíes un municipio verde y protector del agua, un recurso fundamental para que las siguientes generaciones tengan un sustento y un seguro. Y lo más importante, entender que es necesario defender lo más preciado que tenemos en el pueblo: el agua.
Belén de los Andaquíes, territorio verde que embruja a quien se atreve visitarlo.
