Cae la noche en la ciudad de la eterna primavera, mientras miles de niños se preparan para irse a dormir, Mabel Zapata de diez años, decide dejarlo todo para irse a Bogotá. Atrás quedaron sus juguetes, los amigos de infancia, su madre y en general toda su vida, a su corta edad ya es lo suficientemente madura o inconsciente, depende de cómo se vea, para saber que la única solución a sus problemas familiares es abandonar Medellín.
A escondidas logra llegar a una carretera principal, en donde comienza a hacer “autostop” con la esperanza de que algún extraño se apiade de ella y acepte llevarla lo más lejos posible de su hogar. Es difícil imaginar a una niña tan pequeña siendo la protagonista de esta escena, pero a ella no le importa el peligro ni los obstáculos que se le puedan presentar, solo tiene un objetivo en mente: llegar a la capital colombiana.
“No puedo contar por qué me fui de mi casa, me vine aventurando y llegué aquí echando dedo” cuenta Mabel, quien al no conocer a nadie y debido a la falta de oportunidades, no tardó en ser seducida por las malas compañías. Varias décadas después, era una de las tantas personas que habitaban el temido Bronx de Bogotá.
Mientras tanto, en el departamento del Tolima, Jesús Robles iniciaba su carrera militar en los cuarteles del Ejército Nacional. De estatura media, tez morena y cabello negro, este rolo era un soldado prometedor, capaz de dar la vida por sus compañeros y sobre todo, por su nación.
Tras sobrevivir a un campo minado plantado por las Farc, en donde según cuenta salió casi ileso de “puro milagro”, gracias a sus habilidades fue seleccionado entre un grupo de militares para ir a conocer Egipto. “Salí del país gracias a los resultados operacionales que tuve, estuve 10 meses en el Sinaí, vi las pirámides, el Cairo y muchos otros lugares. Era un premio a los mejores.” comenta con voz pausada.
Desafortunadamente, a ocho años de alcanzar su pensión, una mala decisión lo llevó a abandonar su trabajo, posteriormente, Jesús conoció las drogas y los vicios de la calle, en donde vivió cerca de 18 meses. “Perdí el autocuidado, en la calle uno pierde muchos hábitos y autoestima como persona, uno empieza a trabajar para el microtráfico y para los que venden vicio”, afirma.
Estos son solo dos casos de los miles de habitantes de calle que hay en la capital, ciudad en donde prácticamente se duplicó la indigencia entre el 2007 y 2015, según un informe especial realizado por el Canal CityTv. No obstante, a diferencia de lo que se muestra en el reportaje citado, los protagonistas de este texto sí pueden tener una historia feliz, pues decidieron dejar atrás las dificultades que trae consigo la indigencia para convertirse en artistas.
El pasado viernes 21 de abril, Mabel y el ex soldado Robles, participaron en una exposición de reciclaje electrónico organizada por Idartes, a través del programa “Habitar mis historias” y la línea de Arte, Ciencia y Tecnología de la entidad. Sin embargo, antes de presentar sus obras realizaron durante dos semanas un taller de creación con 39 personas en proceso de resocialización, en el CAT de Puente Aranda, en compañía de los artistas Miguel Kuan (Colombia) y Jorge Crowe (Argentina). Al final del mismo, se obtuvieron máquinas de dibujo autónomo, modelos de juguetes electromecánicos, objetos con movimiento, luz y sonido.
“Estuve con el argentino, él nos entusiasmó a darles vida a objetos que no utilizamos, a surgir y salir adelante”, explica Jesús mientras sostiene con orgullo su obra: un dinosaurio que mueve las alas, gracias a motores integrados que él mismo instaló dentro del cuerpo del juguete.
En esta nueva etapa, expresa su deseo por volver a ser parte del Ejército Nacional a la vez que recuerda su época como soldado, “fueron dos años en los que se guerreó, es una experiencia dura pero buena, me arrepiento de haber dejado mi trabajo. Voy a hacer la papelería para ver si me puedo reincorporar pues no hubo un seguimiento de mi caso, sino que solo procedieron con la OAP (abandono de servicio), si me pueden aceptar me gustaría volver”, dice Robles.
Por su parte, Mabel se encarga de mostrarles a los asistentes, cómo convirtió una vieja videocasetera en un objeto lúdico y funcional. Está cansada de la calle, ahora espera dejar atrás todo lo malo que vivió en el Bronx, desea salir adelante, encontrar un trabajo con las nuevas habilidades que ha adquirido y conseguir una familia.
Mientras eso sucede un tercer personaje aparece en escena, se trata de John Gómez, ex habitante de calle y expositor en el evento, quien alza la voz para darles un mensaje a los jóvenes que lo acompañan, “seamos conscientes, en la realidad de la droga no hay nada, el bazuco ya pasó de moda, trae muerte, destrucción, y desprecio de la sociedad. Es tiempo de darnos una oportunidad”.
Aquí no hay colores ni ideologías políticas, solo personas que tratan de dejar atrás su pasado para construir un futuro, ellos no quieren caridad sino proyectos institucionales como este que los ayuden a crecer y a dignificarse como personas, porque como decía el ex militar Jesús, “la calle deshumaniza”.