“No se cansa de mentir esta basura de ser humano”. Discurso de odio de Gustavo Bolívar que debe ser rechazado por afines y opositores.
Que Bolívar solo tenga título de bachiller y sea nombrado director del Departamento de Prosperidad Social (DPS) no lo descalifica. No significa, en principio, que sea corrupto ni que carezca de habilidades para elegir bien a sus colaboradores y trazar rutas razonables de ejecución de recursos que contribuyan a la reducción de algunas graves inequidades sociales y económicas.
Abundan contraejemplos de corrupción de gente con flamantes títulos académicos que ha ostentado cargos directivos en el estado, incluyendo miembros del staff del DPS del gobierno anterior llamados a declarar por la Fiscalía. Vinculados al escándalo que ya llevó a la cárcel a congresistas como Ciro Ramírez, capturado por los delitos de concierto para delinquir, cohecho propio e interés indebido en celebración de contratos, se trata de profesionales que han gozado de todas las oportunidades que puede ofrecer Colombia. Su retribución a la sociedad: atraco inmisericorde al erario.
En cuanto a la capacidad de dirigir entidades públicas, estamos ante una incógnita, al menos en el caso de Bolívar. Quizás su talento y experiencia empresarial y lo que él mismo narra acerca de la necesidad de rebusque desde muy temprana edad, le sirvan más que un MBA o un posgrado en administración pública. Finalmente, discúlpeseme la alusión, Alberto Lleras, un hombre grande, era bachiller…
Lo grave, verdaderamente censurable, en el caso Bolívar, son sus discursos de odio. Contenidos y formas que multiplican el potencial de incitación al odio cuando se ostentan altos cargos. Oportunidad malgastada de dar ejemplo.
El discurso del odio no puede ser permitido.
Se incita al odio por religión, por antisemitismo y por ser palestino, por género, orientación sexual, por diferencias generacionales, por aporofobia (la aversión hacia los pobres). Y también por ideología. En Colombia estamos hundidos, desde hace décadas, por los discursos de odio por razones de ideología. Por liberales o conservadores, por comunistas, guerrilleros, uribistas, petristas, etc.
Que el gobierno del cambio contribuya al discurso del odio lo condena a que sigamos atorados en la pretensión del aniquilamiento del que piensa distinto. ¿Paz total? Por dios…
Que el gobierno del cambio contribuya, vehemente, al discurso del odio lo condena a que sigamos atorados en la pretensión del aniquilamiento del otro, del que piensa distinto. ¿Paz total? Por dios…
Las Naciones Unidas han puesto en marcha una estrategia para hacer frente a las distintas formas de discurso del odio. En general, “en el lenguaje común, la expresión "discurso de odio" hace referencia a un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social.” Distintos países han tipíficado delitos relacionados con el discurso de odio.
Hace algunos años, en el 2017, Popeye, el sicario de Pablo Escobar, pese a haber pagado sus delitos con más de dos décadas de cárcel, invitaba a la protesta contra el presidente Juan Manuel Santos refiriéndose a él como a “esta cosa con ojos”: la cosificación y la degradación del contrario político.
¿Cómo puede quien pretende aniquilar al otro, física o moralmente, salir incólume? Respuesta inmediata: mediante la deshumanización. Al convertir al contradictor en basura o en “cosa con ojos” no tenemos a una persona, a alguien que tiene familia, hijos, penurias, sueños. Es, simplemente basura. Y lo que se puede emprender contra la basura, pues….
Tan grave como el hecho de pregonar discursos de odio es la permisividad con los mismos. Buenos discursos si provienen de los amigos, horribles si los promueven los opositores. Nadie, en las toldas de la derecha, protestó contra la deshumanización de parte del finado Popeye y no he visto sanción social hacia el discurso de Bolívar en las canteras de la izquierda.
Nulo ejemplo de cambio en nuestras normas tradicionales de aniquilar al opositor, física o moralmente.
