Ahora que está cerrando su segundo periodo el gobierno Santos y después de 5 años del informe general ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), vale hacer un análisis del conflicto en clave política.
En primer lugar, el carácter viral de la guerra se ha mitigado con los acuerdos de paz con las Farc, pero inversa y gradualmente hoy se pueden ver las grandes dimensiones de los daños realizados por la maléfica narcocorrupción instalada institucionalmente en espacios como el congreso de la república o los órganos de control estatal. Esta perspectiva delictiva no ha cambiado en los territorios, el poder y la acción política unida a la fuerza implacable de las armas continúan aniquilando las voces de protesta y defensa de líderes sociales que reclaman derechos tan legítimos como las tierras, el agua, la salud o el vivir armónicamente en sus comunidades. En este sentido, la falta de garantías o protección de estos derechos fundamentales son pruebas fehacientes de la debilidad del Estado para ocupar los vacíos que han dejado los grupos desmovilizados o de aquellos que abandonaron “voluntariamente” la guerra. En el informe del CNMH se asevera que entre 1958 y 2012 el conflicto armado ocasionó por lo menos 220.000 muertes, con algunas tragedias inolvidables como la de Trujillo, El Salado, Bahía Portete, La Rochela, La Chinita, La Gabarra o la de Bojayá en el Chocó.
La degradada violencia del conflicto ocasiona consecuencias tan graves para la sociedad colombiana como tener más 25.200 desaparecidos que como dice el cantante Rubén Blades, se buscan en el agua y en los matorrales y solo vuelven cada vez que los trae el pensamiento o hablar de ellos solo es una emoción apretando por dentro de familiares y amigos que les buscan infructuosamente con desconsuelo y lágrimas.
Para no olvidar, en la última década en promedio cada año son asesinados 180 líderes de organizaciones sociales y de base. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), en los primeros 45 días del 2018, han muerto en todo el país 29 defensores o líderes de las comunidades y de cuyos resultados investigativos de los hechos, causas y los responsables la Fiscalía y otros organismos de indagación no entregan resultados efectivos aún. Pero además, son más de 5 millones de personas desplazadas, fenómeno que afecta directamente la economía y que precariza las relaciones sociales en términos de pobreza y de exclusión casi siempre con rostro de campesinos, indígenas y afrodescendientes.
De todo esta problemática social, se aprovechan “gestores” políticos para comprar votos y sacar beneficios propios, manipulan las necesidades y la vulnerabilidad de la población ofertando empleos estatales, comida e incluso hasta viviendas gratis. Estos delitos éticos y políticos soportados en el engaño y que afectan la democracia requieren un tratamiento judicial adecuado que permita enfrentar el desafío de una corrupción soterrada que afecta el sentido de lo público.
A modo de espejo de cambio, ya en algunas naciones asiáticas castigan duramente a los deshonestos, ladrones, expendedores de sustancias ilícitas y todo aquel que viole o utilice a los niños para fines lucrativos y perversos. Los resultados saltan a la vista: confianza absoluta en las instituciones, rectitud de los ciudadanos, compromiso y apropiación por lo público son las ganancias sociales.
La paz se esfuma, si y solo si, no se reivindica lo público y la responsabilidad del ciudadano en construir país. Por ello, con visión de memoria reparadora y pacifista, se espera que en este año electoral y de inflexión en la casa de Nariño, congresista y presidente lleguen con la suficiente madurez, inteligencia y valoración política del momento histórico complejo por el que pasamos, para con visión de futuro, liderazgo y gestión pública poder revertir los aciagos momentos vividos.
La ciudadanía y la población exigimos a muchas voces a Eln y otros grupos al margen de la ley ¡basta ya! basta de paros armados, de muertes selectivas, de reclutar niños, de violentar a las mujeres y de seguir perpetuando hechos que engrosan las cifras de víctimas y victimarios.
Es hora de dignificar el país, apalancar la democracia y derrotar la desesperanza. Porque a muchísimos colombianos se nos olvido vivir con mayor grandeza y sensibilidad humana en una nación donde la terrible guerra marchita la alegría y contrasta a lo largo y ancho con las inmensas riquezas naturales explotadas por compañías extranjeras.
Esperemos no seguir documentando informes históricos y expresando ¡basta ya! de esta perversa guerra.