Tom Dumoulin logra asirse del primer puesto en el Giro de Italia y se muestra como una esperanza para el ciclismo mundial. Nairo se queda con el segundo puesto, ganado a pulso, con piernas y corazón.
En los últimos días se ha especulado mucho sobre la condición de Nairo Quintana, su presentación en el Giro 2017, las debilidades que tiene a la hora de enfrentar una contrarreloj. Pero el tema salió de lo deportivo y entró al círculo que mejor le sienta a algunos periodistas colombianos: criticar con pocos argumentos, hacer leña del árbol caído porque eso es lo que vende, lo que te da likes en redes sociales, lo que te hace ir de boca en boca.
Ayer se aseguró que Nairo saldría del podio, pues Nibali y Pinot pasarían por encima del escarabajo en la crono de hoy. No se aportaba nada fuera de la lógica que los fríos números dejaban tras la primera contra reloj del Giro, en donde Nairo perdía dos minutos y veintitrés segundos con Dumoulin. En esa misma contra reloj Nibali y Pinot registraron tiempos inferiores a los del colombiano. Pero Nairo Quintana, acostumbrado a hacer de lo imposible lo cotidiano, con corazón y piernas, quitó la poca credibilidad que podía tener ese río de tinta insulsa que lo aseguraba como el gran perdedor de la jornada de hoy sin aun correr la etapa final.
Sin embargo, este artículo no busca solo hablar del Gran Nairo Quintana, sino de aquellos periodistas que asoman las narices al deporte para llenarlo de odios y resentimientos históricamente infundados. Hace poco se hablaba de la venganza indígena que Nairo lleva a cabo en Europa al superar a la mayoría de los ciclistas del viejo continente en la montaña, de los desaires hechos a los ciclistas latinos, argumentos que afirmaban el “desprecio” que los ciclistas europeos profesan por los competidores latinoamericanos, y en especial, hacia Nairo por su ascendencia indígena.
Cabe recordar el sin número de anécdotas que los uruguayos comentan cada que evocan el triunfo obtenido en el mundial de fútbol de 1930. Entre risas y picardía, retratan la forma burlesca como los miraban los futbolistas europeos, quienes se preguntaban: ¿estos uruguayos sí sabrán jugar fútbol? Ochenta y siete años después de aquella hazaña, los uruguayos recuerdan con humor la forma como fueron vistos en aquel mundial.
Muchos colombianos sufren de resentimiento histórico, lo llevan en sus mochilas, se les nota al hablar, y lo que es peor, al escribir sobre el ciclismo, deporte nacional que al lado del patinaje nos ha llenado de alegrías. Basta ya de ensuciar la competencia sana entre deportistas de alto nivel con artículos que toman el momento, el tema, como vehículo para difundir animosidades.
Nairo no lleva a cabo ninguna venganza, es un deportista, quizá el más grandes que ha parido estas tierras, que busca la grandeza desde la bicicleta, hablando con contundencia cuando se debe.
Para finalizar les dejo una pregunta: ¿demerita la grandeza de Nairo el perder el primer puesto en el podio ante ciclistas como Froome, Dumoulin y Nibali?