Los que la conocen dicen que Melanie Trump es una madre controladora en exceso. Todo el tiempo está pendiente de que Barron, el único hijo que ha tenido con Donald Trump, se exprese de forma adecuada, de su forma de comer, de sentarse, de cómo tiene puesto el nudo de la corbata. La sobreprotección de la eslovena con su único hijo es excesiva.
Una de las razones por las que ni Barron ni su madre dejarán el último piso de la Torre Trump en Nueva York es por la renuencia de la madre a que su hijo abandone la Columbia Grammar Preparatory School, el colegio de Manhatan donde estudia desde que era un bebé. La primera dama no está de acuerdo con que el niño se adapte a un ambiente diferente.
Por eso, las burlas que han surgido en redes sociales sobre el presunto autismo de Barron y que ocasionaron el despido de un guionista del popular programa humorístico Saturday nigth live y la demanda a un youtuber, la han enfurecido. Por eso ha recalcado que el pequeño es supremamente inteligente y que sí se le ha visto bostezar en más de una ocasión en actos públicos como el de la posesión de su padre como Presidente, es porque este tipo de eventos son realmente insoportables para niños de 10 años.
Contrario a lo que se cree de él Barron Trump habla tres idiomas: inglés, francés y esloveno y Lo que más odia Barron de que su papá haya sido elegido Presidente de los Estados Unidos es el poco tiempo que le dedicará y la decisión de muchos padres de familia del Columbia Grammar de sacar a sus hijos del colegio por los problemas de seguridad que representa convivir con el hijo del presidente de los Estados Unidos.
La intimidad del magnate con su hijo menor es mayor de la que puede tener con sus otros cuatro hijos. La admiración es tal que, según ha declarado Melania, cuando cumplió cinco años confesó que quería ser un hombre de negocios tan exitoso como su padre. De él heredó el gusto por el golf. Antes de que el mosquito de la política lo picara, Donald Trump permanecía horas junto a su hijo comiendo palomitas de maíz y viendo cualquier Abierto de este deporte. Incluso, cuando el tiempo se lo permite, Donald le hace el desayuno y se lo lleva a la cama.
Cuando no está estudiando o leyendo Barron pasa sus días con sus videojuegos. No le gustan las cámaras ni la popularidad. Odia tener que salir de la Torre Trump y encontrarse con reporteros que lo único que quieren es una foto, un gesto que compruebe lo que la prensa quiere afirmar a toda costa: que el hijo menor de Donald Trump es un freak torturado por su padre.