Barriga 'e trapo, la noticia macondiana que sorprendió al propio García Márquez

Barriga 'e trapo, la noticia macondiana que sorprendió al propio García Márquez

Hace veinte años, una sorpresa sacudió al mundo: el embarazo de sextillizos de Liliana Cáceres, el cual resultó ser falso

Por: Jorge Eric Palacino Zamora
noviembre 30, 2017
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Barriga 'e trapo, la noticia macondiana que sorprendió al propio García Márquez

Una calle larga, sinuosa y vetusta conduce hasta la vivienda de los Ferrans Altahona. El rumor de la música champeta rasga la tarde y una doña de piel barnizada saluda presurosa: “Ustedes buscan a la pipona, ¡mira qué cosa!, al muchacho ya no le dicen machoman, sino trapoman. Bueno docto', eso queda allá en la esquina frente a donde están los pelaos, esos sin camisas”. Doña Georgina se levanta de la mecedora y muy atenta nos extiende un abrazo.

La doña habla con la pausa del Caribe, en su gesto la nostalgia, en su testimonio se resume la dimensión de una mentira que duró seis meses. El sol hiere las testas de tres pelaos desgarbados que improvisan un juego de bola 'e trapo… juegan a ser Rentería. Una anciana noble y desinformada pregunta por los siete bebitos y la brisa de diciembre mece la copa de un trupillo que enmarca la entrada de la casa Ferrans. Escuchamos su sentido relato.

La que ya ha sido reseñada como la broma más famosa de la historia de Barranquilla y de Colombia, se inició en el mes de junio de 1997, cuando Liliana Cáceres una morena cadenciosa y desparpajada, una de las especies más exóticas del barrio Nueva Colombia comunicó la feliz noticia a su compañero, el embarazo más sonado de todos los tiempos. Liliana y Alejandro se habían conocido tres meses atrás, en marzo, durante una tarde plena de sol y de fiesta. Fue cuestión de minutos, se enamoraron al ritmo desaforado y sensual de música champeta en una fiesta picotera. El vigor y la gracia de la joven encendieron en los ojos de Alejo la chispa de la pasión. Vino el flechazo y del resto se encargó cupido.

Eran como dos almas gemelas, el romance incipiente se consolidaba. Alejo lo deseaba con todas sus energías, quería unirse para siempre a la jovencita que le producía una sensación aparejada de ansiedad y alegría, que le ponía la piel de gallina con sus movimientos cadenciosos al calor de la champeta, ese ritmo erotizante y embriagador que retumba en cada esquina de Nueva Colombia. Con los ímpetus de sus almas jóvenes se fueron a vivir juntos en la casa de don Alex Ferrans y doña Georgina Altahona.

La madre de Alejandro, doña Georgina, mostró un afecto maternal para con su nuera. Un sentimiento de regocijo invadió la casa de los Ferrans Altahona. Sería el año de los nacimientos. Sandra, una hermana de Alejandro, esperaba su primer hijo. Cada alusión al futuro alumbramiento era motivo de alegría. Liliana Cáceres ya hacía parte de la familia y el día del padre, la fiesta fue doble porque la joven cartagenera, manifestó a Alejandro, que por fin, él, iba a tener la dicha de ser padre.

Casi seis meses después y en medio de la confusión, doña Georgina, una de las personas más afectadas con el drama, repasa esos primeros días de ilusión y dicha. “Si ella nos dijo que estaba embarazada y que lo mejor era que Sandra, ya sabía cómo eran todos los pasos de estar parida, ajá que le podía ayudar y que ahora sí nunca Alejandro, se iba a marchar de su lado”.

Comenzaron los preparativos del doble nacimiento. Sandra Altahona estaba prevista para el mes de noviembre, mientras la descendencia de Liliana llegaría para inicios del año 98.

“Ella se quejaba de dolores y mareos, lo más raro era que siempre pasaba muy seguido de Sandra, mejor dicho, cuando Sandra, tenía dolor de cabeza, al rato Liliana, también se quejaba. Yo ahora es que pienso en todas esas cosas que no descubrimos a tiempo”. Georgina, la más emocionada con la pronta llegada de sus primeros dos nietos, Sandra su hija, Liliana su nuera, se vestían con los colores y la gracia de la mujer que se convierte en madre.

Con los días empezó a crecer el abdomen de las dos jovencitas, lo más extraño, a Liliana, le crecía el vientre de manera extraordinaria. “Mira, es que yo que ya estaba bien adelantada tenía la barriga normal, pero Liliana sí se puso tan pipona y fue cuando toda la gente en el barrio comenzó a rumorar que se trataba de mellizos”, comenta la propia Sandra, mientras trata de sobreponerse del engaño y consuela también a su madre doña Georgina.

Mientras el vientre crecía de manera exagerada, los supuestos dolores, las molestias y los antojos se hacían más frecuentes. “Ya cuando le vimos esa pipa que crecía tanto yo le dije, ajá niña ve al médico para que te digan cuántos pelaos es que vas a parir y entonces efectivamente ella salía cada semana para el hospital, eso era lo que decía y ya nos confirmó que sí, que el doctor le había manifestado lo de los dos peladitos, que por eso estaba tan grande la barriga”.

Doña Georgina se emocionó con la noticia de los mellizos, tanto así que decidió sacar algunos ahorros y comprar algunas batas para Liliana. “Sí ella me dijo que por qué Sandra sí tenía y ella que iba a parir dos niños no tenía, que le comprara ropa también porque la barriga le estaba creciendo… yo tenía ahí unos ahorros, doscientos mil pesitos y los invertí, compré todo de a dos, patines y camiseticas, ajá, claro de una vez para los dos peladitos”.

El cuidado de la joven era riguroso, la señora Georgina tuvo que multiplicarse para que Liliana no hiciera esfuerzos, la circunstancia de los dos bebitos demandaba sacrificios de todos, cada semana estaba más grande. “Hombre, lo raro es que ella nunca nos mostró las ecografías porque dijo que el doctor se había quedado con ellas, pero como nosotros la veíamos tan pipona, claro, teníamos que cuidarla”. Sandra, confirma la versión de su madre. “Si es que esa mujer le crecía bárbaro y entonces ya le dijimos que de pronto iban hacer más de dos pelados, ella explicó que no quería comentarnos nada, pero que iba hacer trillizos, que el mismo médico se lo había confirmado”.

Georgina Altahona entonces optó por llevarle la comida hasta su habitación y el agua para que se bañara, pero les parecía que algo no estaba bien en el embarazo, Liliana, actuaba con mucho misterio.

A las ocho de la mañana del 30 de enero se citó la rueda de prensa para entregar los detalles de la falsa noticia de la barriga 'e trapo; mientras Liliana era conducida a un centro mental luego de descubrirse la verdad. Tras el más publicitado embarazo de una colombiana se escondía una historia macondiana de una joven que logró confundir a su familia. Las fotografías le daban la vuelta al mundo como testimonio de una mentira enorme, así como las palabras del director el  del doctor Miguel Patiño Diazgranados, gerente del Hospital Universitario de Barranquilla, desmintiendo el embarazo que, unas semanas antes, habían anunciado como de sextillizos.

“Si es que ella solo se bañaba las piernas y la cabeza, ajá, yo le decía, niña por qué no te bañas si tú eras tan aseada y ahora el embarazo te está volviendo descuidada, pero como siempre ella hablaba del asunto ese del mal de agüero, que los pelaos se podían morir”.

La historia de Liliana era casi que perfecta, según explica doña Georgina, siempre que la iban a tocar les retiraba las manos y para tener relaciones con Alejandro se cubría con una toalla y le impedía que le acariciara la panza, “ claro que a nosotros decía que, en la noche, cuando estaban solos ella sí le permitía a mi muchacho acariciar y sentir a los bebitos, pero eso nunca sucedió”.

Alejandro Ferrans es el otro personaje de la novela. Con la noticia del embarazo múltiple fue asediado por paisanos que le preguntaban la formula. Un día después dejó de ser machoman y apenas acepta la mentira.

En una oportunidad doña Georgina le insinuó que permitiera a Alejandro acariciar su abdomen ahí en la sala y de día, pero la salida de la morena fue de nuevo muy ingeniosa. “No hombre, seño, cómo se le ocurre, es que esas cosas son de la intimidad", fue su certera respuesta. Alejandro le confirmaba a la mamá que tenía un poco de preocupación porque Liliana decía mentiras, nunca le había dejado tocarla para ver cómo se movían los peladitos.

Liliana fingía los dolores, al parecer imitaba cada reacción de Sandra, su cuñada embarazada. Por la noche se quejaba y llamaba a doña Georgina. “Claro, mi muchacho salía todo preocupado y me decía, vieja, ve a ver que es lo que tiene Liliana, que se está quejando allá en la pieza de un dolor y yo inmediatamente iba, pensábamos que las molestias eran normales porque imagínese, como eran tres peladitos y ya cuando se supo hace unos días que iba a ser incluso más de tres, nos explicamos el porqué de esa panza tan enorme”.

Hace un par de semanas Georgina tuvo una pequeña discusión con Liliana porque no se cambiaba de bata y ya llevaba quince días con la misma ropa. “Bueno yo le dije hace uno días que ya no podía comprarle más batas, que no tenía plata y esa niña se metía en esa ropa toda apretada con su barriga, es que ella ya olía mal y esa ropa estaba hedionda, pero no se quiso cambiar, yo no sé y de pronto pensaba que se le iba a desbaratar el paquete ese que tenía con la ropa”.

Liliana salió para el médico al examen definitivo luego de producirse la noticia del año en Barranquilla. A la mañana siguiente y ante la insistencia de los médicos, la joven confesó la verdad en medio de un estado de shock emocional. Tuvieron que aplicarle sedantes mientras doña Georgina, en medio del dolor recibía la enorme bolsa, que de acuerdo con las primeras versiones periodísticas era un gigantesco abdomen de cincuenta kilos y ciento sesenta centímetros.

“La decepción fue terrible cuando a mí me entregaron ese ‘tripaje’ y yo veo entonces toda la ropa que se estaba perdiendo en la casa. Ella se ponía unos vestidos de baño de licra que le apretaban ahí la pansa de trapo y hasta tenía uno de los bolos estos que tiene aquí mi hermana para entretener a los niños del jardín”. El especial cuidado que tuvo Liliana para no ser descubierta demuestra el vuelo, la capacidad infinita de su creatividad.

“Es que uno qué va a creer que sea falso si hasta se le veía la piel bien negra. Ajá, tú sabes que ella es bien morena, claro se ponía batas claras, se le veía su piel debajo de color natural. Cuando nos muestran ayer los trapos y también una bolsa negra de la basura. Ella se la ponía así alrededor para que se pareciera a la piel, no, es que yo todavía no puedo creer”. Sandra Altahona la joven que compartió durante varios meses la experiencia de ser madre al lado de Liliana apenas acepta que todo fue un montaje.

¡Qué novela!

“No es que nosotros no sé que vamos hacer con todo esto que nos ha pasado, para mí fue muy difícil todo porque yo le tenía mucho cariño a esa muchacha, claro que yo le dije a Alejandro, que ella lo había hecho todo por amor o porque no quería perderlo y solo pensaba en hacerlo feliz con la idea de ser padre”. Junto con la propia versión de la señora Georgina otras opiniones coinciden en ayudar a la joven porque tras este episodio macondiano se esconde un factor cultural, como explica el propio doctor Patiño, director del Hospital Universitario”.

“Yo pienso que hay que darle mucho apoyo a esta paciente porque tiene un problema bien serio, que pasa muy seguido por esa creencia de las jóvenes que cuando quedan embarazadas ya pueden, como se dice, amarrar al marido y es un motivo que se debe superar”. Junto con los análisis sesudos de los especialistas están las connotaciones que el pueblo Barranquillero, le ha dado al caso. La imaginería popular de Curramba se ha nutrido con esta historia de Ripley.

El doctor Ebec Salas, un Barranquillero gocetas y parrandero ya está programando una comparsa para carnavales, precisamente con el más famoso de los embarazos que se han producido en Colombia. “Claro que vamos a hacer la comparsa ahora pa' carnavales. Yo creo que le deben bajar la nota al dramatismo y ya tomar la cosa con frescura, no molestar a la pelada. Aquí en Barranquilla, nos gozamos todo y hay que sacar a la pipona y trapoman”.

En la Arenosa ya se escuchan los primeros chistes que tienen como referencia el caso del supuesto múltiple embarazo. A los muchachos que se preparan para ser padres, los llaman machotrapo y ahora todas las suegras exigen acariciar a diario la panza de las jovencitas. En el propio barrio Nueva Colombia, un puñado de casas incrustado en un monte desértico del sur, las gentes han cambiado el nombre a sus vecinas, quizá la más famosa en la historia de este caserío que parece arrancado de otros tiempos.

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