Escuchar promesas difíciles por cumplir hace parte de las campañas políticas en Colombia. Algunos expertos, como Álvaro Forero, panelista de mañanas Blu, califican dicha acción como politiquería, mientras que otros afirman que el discurso mentiroso es inherente al populismo punitivo. Las dos apreciaciones son ciertas, pero lo que también es cierto es que existe una gran población que cree a ojo cerrado cuanta promesa política escucha. Pareciera que las personas no tuvieran el don de discernir cuando un político les está metiendo gato por liebre.
Mentir a la ciudadanía parece ser la táctica que se emplea en el departamento del Atlántico, porque cada vez que en el municipio de Soledad y en Barranquilla hay vísperas de elecciones, salen al acecho los oportunistas que prometen cambiarán todo. Se muestran como "mesías redentores" o como los "omnipotentes", prometiendo solución a problemas que ellos saben no podrán solucionar. La gran mayoría de candidatos —por no decir que todos— alardean de que son los únicos que pueden cambiar las cosas para bien, como si no existiera otra alternativa fuera de ellos. Son lo suficientemente oportunistas que esperan cualquier situación coyuntural que ocurra en su municipio para mostrarse como la solución absoluta.
Mentir hace parte del juego en la ardua carrera por un cargo público, saber eso no es sorpresivo. Sin embargo, lo que sí resulta sorprendente es la gran capacidad que tienen los políticos para lavar el cerebro a quienes los eligen. Pareciera que practicaran algún tipo de magia o hechizo que hace que la ciudadanía que está apta para votar olvidara de dónde vienen los candidatos, cuáles son sus antecedentes e investigaciones. Y como si fuera poco, la ciudadanía también olvida cuál es la verdadera necesidad del territorio donde viven.
Las personas carecen de noción política, no identifican qué es lo urgente y qué es lo prioritario, no conocen la carencia de su municipio o ciudad y por eso terminan votando por el que llega a puntas de mentiras; por ejemplo, si hay falencias en el tema de la seguridad, como es el caso puntual de Barranquilla, que a diario hay atracos y homicidios, ¿por qué entonces se elige al candidato que no trabajará por dicha falencia, sino por el que va a "embellecer" a la ciudad?, ¿de qué nos sirve tener una ciudad bonita, en cuanto a urbanismo y obras arquitectónicas, si nadie va a poder deambular por ella? El pasado sábado, 2 de noviembre de 2019, un delincuente ingresó a un bus y agredió con un arma corto punzante al conductor del vehículo, dejando en evidencia una de las asignaturas que tiene pendiente “el mejor alcalde de toda Colombia”.
Le quedó pendiente esa promesa que hizo el 26 de octubre de 2015, un día después de ser elegido alcalde, cuando se comprometió con toda la ciudadanía a sacar al Ejército Nacional junto con la Policía, para combatir la delincuencia y bajar la cifra de inseguridad que acosa a la arenosa. Señor alcalde, nos quedó mal en ese “pequeñito” punto que la gente olvidó.
Debió trabajar en todas las falencias que afecta a la sociedad, sin hacer énfasis solo en la más fácil para un constructor. A propósito del tema de constructora, si hacemos memoria, para el año 2010, fue duramente criticado por las casas construidas en el sector de Campo Alegre. Dichas residencias fueron levantadas en un terreno inestable, dejando como damnificadas a más de trescientas familias, por ende el alcalde se declaró impedido para manejar esa situación nombrando un alcalde ad hoc para esta problemática.
Una de las problemáticas que prometió solucionar el alcalde de las garras deshilachadas fue mejorar el servicio público de electricidad; en campaña dijo lo siguiente: “realizaremos un seguimiento permanente, seremos veedores directos de la prestación del servicio, vigilando que la empresa actúe de manera rápida y eficaz para avanzar en soluciones de fondo”. No obstante, los cortes y suspensiones por parte de Electricaribe continuaron y con ello las protestas de los usuarios, porque el servicio nunca mejoró; en eso, el mandatario distrital también nos mintió.
Otra de las mentiras que a diario se puede percibir en redes sociales y en la cotidianidad del habitante atlanticense, es que el actual mandatario distrital, es el único que ha trabajado en pro de la capital, pregunto: ¿de dónde cree usted que salió el dinero? Y otra más, si es el que más ha trabajado, ¿por qué le queda grande la inseguridad? Inseguridad que ha cobrado vidas de muchos inocentes. El empleo informal es otro de los lunares que no pudo cauterizar el alcalde, porque según las cifras reveladas por el Dane, en el trimestre de julio a septiembre de 2019, la informalidad en Barranquilla llegó al 56.7%, lo cual quiere decir, que, de cada 100 personas que trabajan, 56 se ganan la vida de manera informal, pero nadie habla de eso.
El problema no es si un político llega al poder a punta de mentiras, u ocultando secretos, el problema realmente consiste en que la población en general no logra identificar ni mucho menos discernir el discurso mentiroso de quien aspira a un cargo público. Para elegir a un futuro gobernante se debe tener noción de lo que es salud, economía, empleo, seguridad y educación, los cuales son derechos mínimos fundamentales a los que todos tenemos derecho, pero parece que prima más votar por los mismos de siempre, aludiendo al dicho popular que dice, "más vale malo conocido que bueno por conocer".
