¿Barranquilla se queda?

¿Barranquilla se queda?

"La administración familiar ha llevado a la ciudad a sitiales quizás nunca antes vistos"

Por: Luis Eduardo Martínez Arroyo
marzo 11, 2021
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¿Barranquilla se queda?
Foto: Pixabay

Algún laureado personaje de las letras y persistente defensor del neoliberalismo económico calificó la sociedad de nuestros días como la del “espectáculo”, a manera de crítica para significar que lo que predomina es la superficialidad en las opiniones de las personas y el afán por el consumo fácil. No sé si a esto se le puede llamar un oxímoron o darse un balazo en el talón, pero algo me dice que en este caso literatura y economía no hacen buena pareja.

Puede estar eso ocurriendo en quienes han cultivado la nueva idea de ciudad en Barranquilla a la que han adjetivado de las maneras más variadas, siempre en la dirección de mostrarla como el lugar ideal para el cumplimiento de los sueños y aspiraciones de quienes en ella moran, independiente de su condición social. Y esto a contrapelo incluso de las frías estadísticas de los organismos oficiales, utilizadas por el poder dominante local de manera selectiva, según las conveniencias del momento. Hace un buen rato que Bucaramanga nos relegó al quinto lugar de las ciudades colombianas, pero eso no participa del ideario oficial arenoso ni del periodismo independiente enmarañado de modo oportuno y adecuado por la generosa pauta gubernamental de nada más y nada menos que de 70 mil millones de pesos que han salido de nuestros bolsillos.

Con júbilo inocultable una joven ejecutiva de un centro privado de investigación nos comunica las albricias de la predominancia aplastante de Barranquilla en la formación del PIB departamental. 68 es el porcentaje currambero, mientras que Soledad, Malambo, Galapa y Sabanalarga estarían redondeando la diferencia restante, indicativo brutal de que ¿qué comen los dieciocho restantes municipios? En la capital departamental hay un sostenido crecimiento de la informalidad laboral que ha superado el 50% y se acerca a la siguiente decena de modo no disimulado.

La administración familiar ha llevado a la ciudad a sitiales quizás nunca antes vistos: desde 2015 ha habido un incremento del 16,8% del recaudo predial y dejado regadas a otras como Bogotá (5%), Medellín (0,2%), Cali (2%) y Cartagena (5,1%); (El Tiempo, 21 de junio de 2019). La contrapartida de esto es un Gini en concentración del ingreso del 0,443 y una grosera desigualdad mayor que en otras urbes colombianas en calidad de la educación (Parada, 2019).

La idealización y sublimación del cemento han creado una especie de mito fundacional de la ciudad y ese adamismo hace que la familia reinante y su apretado círculo de contratistas sean vistos como un caso único en la historia nuestra. La destrucción del bosque seco tropical ha sido el correlato natural de esta actividad. Administraciones anteriores habían ya inaugurado ese festín urbanizador y “progresista”, solo que sin la parafernalia del poder dominante actual. La recuperación de la 17, la 30, del Caño de la Auyama, de Los Tramposos, del Arroyo de Rebolo (de la 14 a ese caño); mediante reconstrucción, pavimentación y dragado, en su orden.

La recuperación de El Paseo de Bolívar y la Plaza de San Nicolás; la segunda calzada de la Circunvalación, la Avenida del Río, el estadio de béisbol Édgar Rentería y el megacolegio de la Urbanización La Playa, esta última en convenio con la fundación Pies Descalzos, que dirige la cantante Shakira, son obras que preceden a los tres mandatos de la administración familiar.

La historia económica y la sociología registran dos momentos de la historia de París y Nueva York. Los acontecimientos de 1848 desembocaron en la derrota de la revolución y la consiguiente asunción del poder por Luis Bonaparte, quien para salir de la enorme crisis económica, política y social decidió utilizar el capital y el trabajo excedentes en el país mediante un ambicioso plan de construcción de infraestructuras tanto en Francia como en el resto de Europa, en Egipto y Turquía. La reconfiguración urbanística de París con sus inmensas avenidas, anexión de suburbios y construcción de enormes nuevos barrios, estuvieron en el centro de ese keynesianismo sin Keynes en los cincuenta del siglo XIX (Harvey, D, 2013)

En la Nueva York de 1942, en plena II Guerra Mundial, hubo grandes obras de infraestructuras, reconfiguración urbanística, modelo que se extendió al resto del país y que después de la guerra sirvió como estabilizador del capitalismo internacional. El New Deal había venido al mundo. En ambos casos se dispararon el consumo y la aparición de gustos y manifestaciones humanas nunca antes vistos, a los que solo accedían los de altos y medios ingresos. Dieciséis años vivió el experimento parisino que debió sucumbir al embrujo de los altos intereses de los organismos prestatarios, mientras que el neoyorquino alcanzó a los casi cuarenta años y sus recuerdos perduran aún (Harvey, D, 2013).

La bonanza constructora local solo se parece a las anteriores en que llegó al exterior pero a la bolsa de Nueva York. Nada de grandes obras de infraestructuras, empleo masivo, reconfiguración urbanística. Sí, en cambio, obritas por aquí y por allá cuya inauguración está acompañada de una parafernalia mediática. Así mismo, grandes edificios de apartamentos desocupados con los conocidos avisos de “Se vende” o “Se arrienda” que también se observan en muchísimos locales comerciales, en zonas por las que no pasan los carriles preferenciales de TransMetro o donde no han canalizado los arroyos que en el caso curioso de nuestra ciudad dan origen a otros. En otros mundos a esa situación se la llamaba burbuja inmobiliaria. No sabemos qué denominación le darán los nuevos historiadores de la ciudad. Lo cierto de todo esto es que la ciudad alberga varias ciudades con sus culturas y economías diversas, y, por supuesto, como cabe en toda urbe jerarquizada con sus estratos.

Esta es la ciudad en la que reina una familia con un muy cerrado club de amigos que se encarga de contar la historia a su modo. Que hace valer su inmenso poder económico al precio que sea y ante la que se doblegan figuras de la política nacional. Que desprecia aliados ofrecidos y regalados. Que como la Francia de los cincuenta del siglo XIX extiende los tentáculos de la contratación y la política allende sus fronteras, la primera en Europa, Asia y África y la segunda más allá de las fronteras regionales. Quizás nunca antes el cóctel explosivo de política y negocios estuvo tan bien preparado en este país. Sin miramiento alguno quienes lo integran caminan la cuerda floja del código penal, con la seguridad de que el dinero en sumas astronómicas juega a su favor, como lo señaló hace unos años la columnista María Jimena Duzán en Semana.

Ha arrodillado a las familias tradicionales de la ciudad y las ha puesto a vivir tal como en el pasado o mejor. Esas que habían caído en desgracia hacen parte de su entorno familiar más cercano: los voceros de los gremios le temen y no se atreven a levantar la voz en son de reclamo. Los gremios empresariales de la ciudad hacen alarde de su ya crónica ineptitud cuando el canal de acceso para las embarcaciones marítimas muestra altos niveles de sedimentación. Reclamos al gobierno central y llamadas al distrital. Para eso han quedado. Tal es el puño de hierro que sobre ellos pende.

Sus quejas en privado por el abrumador peso de la familia gobernante en la contratación oficial se quedan ahí. Los ha habido que añoran administraciones a las que en su momento despreciaron por sus orígenes sociales. La langosta que se ha posado sobre la urbe arenosa parece decidida a quedarse durante un buen tiempo.

Esa, contraviniendo los mandatos de la ley sobre uso exclusivo de los recursos para alumbrado público lo ha invertido en otros menesteres, prueba más que fehaciente de que estamos ante un gobierno familiar autoritario y sin ningún respeto por la legalidad, además muestra palpable de que los llamados organismos de control político, disciplinario, fiscal y penal son omisivos o timoratos ante tanto poder.

La que tiene como lema “Eso va”, para significar que no hay poder sobre la tierra que se oponga a sus designios. Así esta locomotora modernizante acaba con edificaciones de tradición en la ciudad para convertirlas en sedes de sus almacenes de cadenas o de otra actividad económica; ha hecho de la gentrificación un grosero negocio. Y ese modelo quiere repetirlo y eternizarlo en la ciudad y el departamento. A eso está sometida la ciudadanía barranquillera y atlanticense.

* Este artículo fue distribuido en el acto de lanzamiento de las candidaturas a Gobernación del Atlántico, Alcaldía de Barranquilla, Concejo y JAL de estas y Asamblea departamental por el PDA el 7 de septiembre de 2019.

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