La decisión de implementar toque de queda y ley seca en Barranquilla durante los días de carnaval es acertada. No obstante, hay que tener claro que la cultura puede ser más fuerte que la ley. Seguramente veremos fiestas dentro de las casas, gracias a la fuerza de la tradición y a la memoria colectiva formada por las fiestas carnestolendas. A pesar de ello, las medidas anunciadas evitarán (se espera) las fiestas que probablemente se formarían en los barrios, la mayor preocupación en medio de esta pandemia del COVID-19.
Lo que no es admisible es la medida autoritaria de usar el ejército en patrullajes urbanos para hacer cumplir estas medidas. El alcalde Jaime Pumarejo ha decidido infundir miedo para hacer cumplir la ley, lo cual es muestra de la falta de comprensión de los problemas y de la incapacidad para promover cultura ciudadana. No es casualidad que la “oficina de cultura ciudadana” prácticamente no exista y que el funcionario que hace las veces de jefe de dicha oficina simplemente ostente un rimbombante puesto, pues los recursos destinados a Cultura Ciudadana representan un ínfimo 0,03% del Presupuesto de Barranquilla para 2021.
Pumarejo, al igual que el Clan Char en sus 12 años de hegemonía, tiene como materia pendiente el orden público y la seguridad ciudadana. Ante su incapacidad, siempre echan mano de la idea populista de sacar el ejército a las calles. ¿Y la policía?, ¿los gestores de espacio público?, ¿los gestores de convivencia?, ¿la pedagogía? Estas preguntas nunca tienen respuesta en el distrito, por el contrario, la respuesta es persecución y estigmatización de los ciudadanos, además de la minimización u ocultamiento de los problemas.
Sin pensar mucho, sacar el ejército a las calles pareciera un pleno ejercicio de fuerza, de autoridad, pero nuestro ejército ha sido formado en un contexto de conflicto armado desde sus orígenes, especialmente, para combatir la insurgencia a partir de la segunda mitad del siglo XX. Un ejército formado en la doctrina del enemigo interno no es idóneo para tramitar conflictos urbanos, mucho menos para ser gestor de la convivencia, eso no sucede en ningún país serio. Para ello está la policía, aun cuando su naturaleza se ha desvirtuado por los mismos motivos de conflicto armado interno de nuestro país.
A la alcaldía no le interesa la cultura ciudadana, es necesario que los ciudadanos nos esforcemos por promover procesos de formación de cultura ciudadana. El cuidado propio, del otro y de la ciudad exigen un compromiso individual que apunte a objetivos colectivos, en este caso, la salud pública en medio de una pandemia, por supuesto sin dejar de preservar la tradición. Necesariamente la formación de una cultura ciudadana sólida pasa por la existencia de una identidad colectiva fuerte. ¿Será que los barranquilleros tenemos esa identidad más allá del carnaval y el Junior? Es un debate de ciudad que debemos abordar.