Estudiando en Barranquilla confirmé lo que dice Lucho Torres: Barranquilla es la capital mundial del perrateo; corroboré, también, que hay cierto nivel de espantajopismo (aunque de eso en toda la costa) y me di cuenta de que son cachones por antonomasia.
La primera vez que me dijo un compañero, 'ey, cachón, qué, hiciste el ensayo', fue inevitable sentirme extrañado.
Pero con el tiempo comprendí que para los barranquilleros es normal tratarse de cachones; como para otros tratarse de camaris o como nosotros lo hacemos con el término cacorro. Gritarle a alguien cachón a los cuatro vientos en Barranquilla es pan de cada día y eso no compromete, para nada, la perspectiva que los demás tienen de la relación amorosa del aludido.
Empecemos a aclarar esto. Cachones hay en todas las partes del mundo. En todas partes hay cachones inocentes, es decir, los que no saben que lo son; cachones contentos que disfrutan del cacho, cachones parcialmente contentos que aceptan el cacho por amor, cachones ilusos que creen que nunca han sido cachoneados y cachones por esfuerzo, estos son los cachones que se ganan poco a poco el título por andar de celosos, intensos o melosos.
Repito, en Barranquilla, como en todas las partes del mundo hay de toda esta variedad de cachones; pero Barranquilla se lleva con creces los honores porque, dentro del perrateo con el que suelen tomar todo, el cacho es el motivo que más celebran.
Y qué faltaba para confirmar que son los cachones por excelencia (además de tener la valentía de incluir en su trato proxémico la connotación de cachones), tener un candidato presidencial con las características más ridículas de un cachón, los de la categoría de cachones que se esfuerzan por serlo. Es decir (y utilizo la sintáctica de don Ramón), está bien ser cachón, pero por qué llegar al abuso, ¡por qué ese afán de romper récords!
Aida Merlano demostró, revelando esas conversaciones, que Álex Char es un cachón magnánimo. Muchas cosas lo demuestran, por ejemplo, el cachón chatea palabra por palabra. Todos sabemos que esa forma de escribir fastidia al interlocutor, escuchar que el celular suena y vibra cada milésima de segundo porque el pendejo no puede escribir dos putas líneas y mandar un solo mensaje.
Lo otro son las fotos, ¡ay, las fotos!, Aida Merlano pregunta '¿qué haces?' y el cachón contesta con una palabra ridícula: 'imaginarte'.
No conforme con tremenda babosería manda una foto regalando un beso con cara de ternero huérfano. Y qué decir de los mensajes, mi vida, mi amor, hermosa, amándote, yo creo en los segundos tiempos; quizás es la frase de cajón que define perfectamente a un cachón, segundos tiempos… sea serio, mi llave, ya no tenemos motivo para referirnos a su combo con ese nombre de documental macabro: El Clan Char.
Ahora, cada vez que pasemos por una Olímpica o veamos jugar al Junior, solo diremos, mira, esa vaina es del clan de los cachones. Y claro está, nadie le regala un voto a un miserable cachón.