Vale la pena abrir, de nuevo, la obra de Hemingway sobre la guerra civil española, y leer el texto siguiente:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.” (John Donne/ Por quiėn doblan las campanas).
Estamos presenciando el asesinato de jóvenes aspirantes a oficiales, inocentes, y la de líderes sociales desprotegidos en toda la geografía nacional, inocentes también. Las campanas deberían doblar por todos: por los políticos de derecha e izquierda, los de centro, los empresarios, la clase trabajadora, la fuerza pública, los estudiantes, por todos.
El atentado en Muzú es un acto extremo de cobardía. El perpetrador, el ELN, actuó a mansalva y sobreseguro. No fue un acto de combate, en el que se asumen algunos riesgos. La muerte del conductor del vehículo cargado de explosivos no es la de un kamikaze que, finalmente, muere por alguna causa. Alguien activó la carga. Suicidas de hoy son algunos musulmanes fundamentalistas que creen aterrizar directo en el paraíso matando a quienes consideran infieles. El negocio del narcotráfico, una base imprescindible en la sobrevivencia del ELN, algunas disidencias de las Farc, el Clan del Golfo y otras hierbas, no da para morir por ideal alguno. Cobardes de esa magnitud no mueren por ideas.
En cambio, asesinaron, a mansalva, a jóvenes aspirantes a oficiales y a sus sueños. Inocentes, víctimas de alguien delirante que considera que apalanca poder de negociación en la mesa de negociación. Se sienten el vietcong, como llamaban los EE. UU. a las fuerzas insurgentes en Vietnam del sur, en el contexto de una guerra centenaria contra franceses y, finalmente, contra los marines norteamericanos, cuando intensificaban sus ataques, previo a las rondas de negociaciones en París. Con una pequeña diferencia: que allá ganaron la guerra.
No solo el ataque del ELN es infame,
algunas barbaridades que se dicen de él
son una muestra más de la insensibilidad y la estupidez
No solo el ataque del ELN es infame. Algunas de las barbaridades que se dicen, a raíz del criminal asesinato de la General Santander, solo son una muestra más de la insensibilidad y la estupidez. Las redes sociales han sido el medio de amplificación del absurdo, aunque también del clamor de sentir el dolor de todas las muertes.
El cliché de tratar a los muertos de la escuela Santander como héroes, por ejemplo. Son víctimas, asesinados de forma infame. No tuvieron siquiera la oportunidad de convertirse en héroes. (Entre otras, hay quienes han desacreditado la expresión de héroes. Varios frentes paramilitares, en muestra de macabro cinismo, que masacraron miles de inocentes indefensos, se denominaban a sí mismos héroes: de Montes de María, del Chocó, Tolová).
La pretensión de vincular el proceso de paz suscrito por Juan Manuel Santos con el atentado es otro exabrupto, señal de burdo oportunismo político, de un inmenso desprecio por las familias de las víctimas.
La algarabía que se da en las redes sociales alrededor de la participación en la marcha contra el terrorismo es terrible: no marcho porque marcha Uribe; o no marcho porque lo que se necesita es plomo y no marchas inocuas. Es la mayor muestra de estupidez de parte de muchos, que siguen considerando que hay muertos mejores que otros
Centenares de líderes sociales han sido asesinados, también, de manera cobarde, sin que duela. En lugares que han sido zonas de conflicto, con escasa presencia del estado, caen asesinados, prácticamente a diario, humildes colombianos sin que a la sociedad colombiana, en su conjunto, le importe
Quedan muchas preguntas. Las relacionadas con la seguridad en las escuelas de la fuerza pública (ya se nos olvidó el concejal de Chía que ingresó, hace cinco años, borracho, a la del ejército). También las relacionadas con la presunta eficiencia en la captura de culpables, en tiempos récord. Colombia es especialista en varios tipos de falsos positivos
Sin embargo, la principal es la siguiente: ¿Por qué no duelen, a todos, todos los asesinatos?