Hace unos días las redes sociales quedaron incendiadas de comentarios cuando en una campaña de redes sociales una representante del feminismo “pop” se refirió a Obama como un aliado de este movimiento, todo esto a raíz de la participación del expresidente en el Exma. A raíz de este comentario se dijo de todo, se le responsabilizó de la muerte de miles de mujeres en oriente medio y se le aplaudió por ser artífice del matrimonio de Ellen DeGeneres, todo en las mismas proporciones.
Si bien uno de los lunares más relevantes de la administración Obama tiene que ver con las muy desafortunadas decisiones que se tomaron en materia de política exterior, específicamente en las intervenciones de la potencia en territorio sirio que cobraron la vida de 12.513 mujeres según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, hay un sinfín de razones “pop” que explican por qué Barack Obama no es un aliado feminista.
Durante su intervención en el Exma, Obama habló de las brechas salariales de género, de la velocidad con que las empresas prosperan si tienen a mujeres como sus figuras de alto nivel y de la riqueza que le imprime a las naciones la diversidad.
Falta ver un par de noticias para darse cuenta que el gobierno de Obama intentó convertir estos postulados en política de Estado. Durante su mandato, se revocó la norma “Don't ask, don't tell” que prohibía que miembros de la comunidad LGBTIQ revelarán sus preferencias sexuales al momento de enlistarse en el ejército estadounidense o durante su servicio. El éxito de la medida fue tal que, en el 2011, soldados de la marina salieron por primera vez a marchar el día del orgullo gay. En esta materia, también se destaca el espaldarazo al matrimonio igualitario que finalmente se materializó en junio de 2015 tras una decisión del Tribunal Supremo.
Y si bien muchas veces ha parecido un aliado en temas tan trascendentes para el feminismo como el aborto legal, la realidad es que su gobierno fue una clara muestra de las barreras históricas contra las que hemos tenido que luchar las mujeres.
Si uno quisiera ejemplificar el techo de cristal el gabinete de Obama se configura como el ejemplo perfecto. Al momento de configurar el dream team del demócrata sonaron muchos nombres femeninos; asesoras, gerentes y jefas de equipos sonaban como las candidatas para formar el equipo de la transformación. Sin embargo, a la hora del cierre el balance era muy desalentador: en un gabinete de 47 personas solo 13 fueron mujeres, esto es menos que el desafortunado 30% que nos exige nuestra lastimera ley de cuotas. Hay que mencionar, además, que ninguna de estas mujeres llegó a ser jefe de gabinete.
Y si este es el panorama para las mujeres “de alto nivel”, en estados del sur o lugares menos privilegiados la cosa no es alentadora. En cuanto al equilibrio salarial, las mujeres proletarias cerraron el gobierno Obama cobrando 28% menos que los hombres, frente a esto es importante mencionar que una de las últimas firmas del expresidente durante su mandato pretendía poner en marcha una reforma que promueve la igualdad salarial y que fue desmontada por Donald Trump.
Cuando Barack Obama entregó su gobierno a los republicanos, las mujeres en Estados Unidos tenían acceso restringido a las pastillas anticonceptivas y en algunos estados el recurso federal no podía ser destinado a asesorías frente al aborto, mucho menos practicarlo. Es innegable que este es uno de los acercamientos más loables de un gobierno gringo a la igualdad de género, pero de ahí al feminismo hay varios kilómetros de pañuelos verdes de distancia.