De Miguel Ángel Bastenier leí esta semana un artículo sobre el arte de opinar, hacer opinión y los periodistas, publicado en El País de España.
“Periodista no hay camino, se hace camino al andar. Nuestra meta es el viaje y no un distante foco de luz que nos conceda la vida eterna...”. También nos recuerda que “el periodismo no tiene como misión que se haga la paz ni que prosiga la guerra...”.
Informar, sí. Comentar, sí. Muchas veces, o casi todas, tomamos partido, sobre todo si escribimos columnas de opinión. Ganamos enemistades en los blogs: se reciben todos los insultos imaginables. Algunos “ofendidos” demandan con la intención de amedrentar.
Otros envían maldiciones, nos desean la muerte indigna y vomitan todas sus frustraciones y resentimientos anónimamente... En mi caso, no me interesan. Creo firmemente en la libertad de expresión y en el derecho de escribir lo que pensamos. Por eso firmamos lo que escribimos sin que esto comprometa el pensamiento del medio donde lo publican. Agradezco a Las2Orillas y otros donde participo, que siempre han respetado mis columnas, así muchas veces vayan en contravía de la casa editorial.
Por eso me parece un despropósito la andanada del presidente Santos al periodista Plinio Apuleyo Mendoza por una columna escrita en El Tiempo, en la que opinaba sobre la polarización que ha profundizado, después que perdió el plebiscito y sus declaraciones donde más puede, incluyendo las que pronunció ante la reina Isabel de Inglaterra cuestionando la victoria del No, en contravía de lo que es un demócrata, no ataca la democracia, acepta los resultados y ya.
Señor presidente, la paz no es suya. Tampoco es de sus amigos, o sus examigos como lo reclama Nicolás Maduro. Ni de Plinio, ni de Caballero, ni de Molano, ni de Timochenko, ni de la madre Laura. Su desgobierno nos toca a todos y todos podemos opinar lo que se nos dé la gana...
Nunca he estado de acuerdo con los Acuerdos, y como lo hice en público, promoví el No. Me he negado aceptar que lleguen primero los secuestradores al Congreso y no los secuestrados a sus hogares, el fortalecimiento de las bacrim, el aumento de la coca, en fin. Estoy hastiado de escuchar de usted y sus amigos cualquier intento de justificación de esto. Y qué decir de su discurso el pasado 7 de agosto sobre su último año, donde lo anterior no se escuchó entre sus prioridades. Me hastié de corrupción. De narcotráfico. De inequidad. De politiquería. De impunidad. De saber que existen miles de niños reclutados que ya ni presidente o ministro reclaman.
Me he negado aceptar que lleguen primero los secuestradores al Congreso
y no los secuestrados a sus hogares,
el fortalecimiento de las bacrim, el aumento de la coca…
No he creído en el proceso que ha llamado “paz” a punta de impunidad. Son miles de miles los muertos civiles, los que padecieron el secuestro, los jóvenes y niños mutilados, los desaparecidos. La guerrilla tuvo sus ideales al comienzo, estuviéramos de acuerdo o no con ella, pero con el paso del tiempo se volvió terrorista, asesina y narcotraficante.
Estoy convencido que lo que han llamado posconflicto no puede ser una frivolidad de “aquí no ha pasado nada”. Guerrilleros responsables de crímenes atroces tienen que responder por sus actos. La paz no se logra con un baño de rosas donde huele a podrido.
Claro que queremos la paz, pero no a cualquier precio. Las Farc y el Gobierno tienen que aterrizar, por lo menos para que minimice la próxima parada en seco, de la que ya tuvieron en el plebiscito, se vienen las elecciones de Congreso y presidente, hay un mandato ciudadano del 2 de octubre que se puede acatar desde la legalidad y la legitimidad.
Y nosotros, quienes nos gusta la opinión, los columnistas, los periodistas, como dije al comienzo, “haciendo camino al andar”. Sin mordazas ni amenazas. Ni seducidos por un consulado o lo que pueda resultar en la recta final de la era de aquel Nobel que nos deja el país en un lodazal. Faltaría más...
@josiasfiesco