Hay que estar loco como el rey Luis II de Baviera, promotor de Wagner, para seguir buscando, “la belleza en las cosas hermosas”, según la máxima de Oscar Wilde, como principio que identifica los espíritus cultivados, para los cuales “existe la esperanza”.
La ambición de Diáguilev, el ruso cultor del arte total wagneriano que logró como última gran expresión estética de la época del zarismo, reunir todas las expresiones del arte conocidas en escena: la fotografía, la pintura, la música, la danza, la actuación, la narrativa, en el clásico ballet ruso, sobreviviente como una expresión compleja que hoy se opone con más fuerza al facilismo de la música y las letras del trap y el reguetón.
Mientras estos géneros “innovan” con la vulgaridad llamativa en las letras, y tonadas monorrítmicas, hace un siglo Diáguilev escogió al compositor ruso de vanguardia para su ballet: se llamaba Serguéi Prokófiev, quien con sus audaces “Sarcasmos para piano, op. 17” (1912) había logrado reconocimiento por el uso perseverante de la politonalidad, lo que posteriormente se vio como una innovación en bandas de rock como Pink Floyd en su álbum “Ummagumma” (1969); y luego, elevaría al ballet la colección de cuentos populares recopilación por el etnógrafo Aleksandr Afanásiev, en "El cuento del bufón que superó a otros siete bufones" (“Сказка про шута, семерых шутов перешутившего”), consolidando el Ballet que hoy llega a Colombia después de 100 años.
Tatiana Panteleeva y su grupo de galardonadas estrellas traen, siguiendo la tradición de Diáguilev, una adaptación de otra obra de un cariz mucho más universal como Romeo y Julieta, con la música de Prokófiev, la cual se podrá apreciar en Colombia:
Cali: 18 de mayo. Teatro Municipal Enrique Buenaventura
Medellín: 19 de mayo. Teatro Universidad de Medellín
Bogotá: 21 y 22 de mayo. Teatro Jorge Eliécer Gaitán