A veces nos encontramos frente a versos que conducen a otros versos y es así que cuando del poema Piedra negra sobre una piedra blanca del peruano César Vallejo brotan las primeras líneas, “me moriré en París con aguacero,” la memoria se acerca hasta las notas iniciales del canto “moriré en Buenos Aires, será de madrugada” de otro poeta, el uruguayo-argentino Horacio Ferrer.
Hemos llegado entonces hasta dos poemas premonitorios sobre el fin de la existencia y ambos bardos desde su yo la ubican en un sitio determinado, una ciudad, y hay una alegoría a la tristeza cuando se muere en París con aguacero y cuando es la madrugada en Buenos Aires que convida al tono gris y al frío; una aurora con límites “antes de que sean las seis”.
Pensar que a ratos la herencia de un tiempo vivido es “un puñado de esplín” que necesita un abrazo para fortalecer los recuerdos de muertes viejas que claramente están en el pasado, lo dice Horacio en su profecía.
Por su parte, Vallejo cuenta en el poema viejos dolores de un tiempo ido, que son parte del equipaje que se lleva hasta el fin.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
También con una soga (...)
Para dar una idea del cuadro de esta obra que presenta un adiós definitivo, asisten a la despedida en París en un jueves de otoño, la lluvia, la soledad y los caminos y como un acto paralelo, al poeta del tango lo acompañarán toda la aurora y la mufa perfumada.
Invito a leer un fragmento de Balada para mi muerte:
Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
guardaré mansamente las cosas de vivir,
mi pequeña poesía de adioses y de balas,
mi tabaco, mi tango, mi puñado de esplín (...)
Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
que es la hora en que mueren los que saben morir.
Flotará en mi silencio la mufa perfumada
de aquel verso que nunca yo te supe decir (...)
Ahora veamos que esta especie de examen a la Balada para mi muerte hace traslucir un verso venido de Miguel Hernández en el poema Elegía, a la muerte de su amigo Ramón Sijé, “no perdono a la muerte enamorada”, que recrea así el verseador: “Llegará, tangamente, mi muerte enamorada”. Tangamente hace la diferencia, un manejo de la palabra tango que revive la revista Tangueando que dirigió Ferrer.
Haciendo un corte a este ejercicio de análisis, imagino a Horacio recitando, arte que aprendió de su madre que fue alumna de Alfonsina Storni. Cuenta él que para ese entonces se llamaba declamar a esa maestría de entonar versos. Sería esto lo que le dio esas aptitudes de histrión que sacó a la luz cuando hizo dupla con Astor Piazzolla en la representación de algunas obras.
Este hombre que demostró ser un lector de los clásicos, lo que se traduce en sus letras, sentencia en Balada para mi muerte: “Hoy que Dios me deja de soñar”, verso borgiano que llega hasta Las ruinas circulares, concretamente al epígrafe: “Y si él dejara de soñarte, ¿dónde supones que estarías? A lo que Alicia responde: “Donde estoy ahora por supuesto”. Este epígrafe introduce la idea de alguien que sueña con otra persona y, al hacerlo, le da vida dentro de ese sueño. Tweedledee, quien dialoga con Alicia —en Alicia a través del espejo—, corrige su respuesta: le dice que si el Rey Rojo (el soñador) deja de soñar con Alicia, ella no estaría en ninguna parte, porque solo es una cosa en su sueño... Esta misma idea está en Las ruinas circulares, de alguien que es soñado por alguien que a su vez es soñado por otro, en una cadena eterna que solo terminará en el creador (1).
Por su parte, así terminan Las ruinas circulares: “Caminó contra los jirones de fuego. Estos no mordieron su carne, estos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo”.
Hoy que Dios me deja de soñar,
a mi olvido iré por Santa Fe,
sé que en nuestra esquina vos ya estás
toda de tristeza, hasta los pies (...)
Alma mía, vamos yendo,
llega el día, no llorés (2)
Lo lloraron todas las gentes del mundo tanguero. “Él que se sentía tan argentino y sobre todo porteño, supo responder hace años a una pregunta periodística sobre su nacionalidad, y contestó: "Yo no entiendo que haya dos países; a mí me tocó nacer en el justo medio del Río de la Plata" (3).
(1) Borges, Jorge Luis. Obras Completas. Edición Crítica. Editorial Emecé.Págs. 848- 938
(2) Ferrer, Horacio. Balada para mi muerte.
(3) A los 81 años, falleció el poeta y compositor Horacio Ferrer