Balacracia
Opinión

Balacracia

Así como tuvimos jueces sin rostro en los peores años de los carteles del narcotráfico, tendremos que instituir candidatos sin rostro en los tarjetones, frente a tanta violencia y pasividad estatal

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septiembre 21, 2019
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Tres asesinatos de candidatos a alcaldías populares y otros más a concejo y familiares de los mismos políticos asesinados (datos a mediados de septiembre), hubiesen enervado hasta la democracia más retrógrada del planeta, pero en este caso, acá en estas tierras de impuros, es a otro precio, y la indolencia se junta con la impunidad para consolidar la “balacracia” de la que nos enorgullecemos como el penúltimo pueblo bárbaro de la navecita azul en la que viajamos por el universo. Noten que no quiero nombrar al último.

Hasta en el más sonso y aburrido país de este puto planeta, estas mortales estadísticas hubiesen dado por paralizar a la sociedad entera, incluso a los mismos asesinos. Pero no. Estamos en Colombia y aquí matar a otro por pinches diferencias de medio pensamiento político o por atreverse a disentir de las miradas -que por naturaleza- deben ser diferentes, son causales de exterminio y masacres anunciadas.

Aquí entre nosotros, la futura víctima tiene derecho a denunciar y gritar a sus asesinos que ella será la próxima en las estadísticas y con mínimas posibilidades de equivocación. Incluso, hasta delante de cualquier presidente y de su verdugo directo, la víctima se da el último lujo que puede darse mientras respira: de decirles en la cara que será asesinado por pensar y actuar diferente.

Sin aspavientos.

Sin descaros.

Sin ruborizarnos.

Sin asombrarnos con la crueldad.

Estamos curados contra la sensibilidad que produce eliminar físicamente al otro. El dolor es un fósforo que sólo alcanza a encender un mero cigarro donde se quema la impotencia.

 

Aquí lo que vale es el plomo y la intimidación al opositor.
Sacarlo del camino a cualquier precio,
en donde lo más barato es la eliminación física

 

Los estudios más corajudos (si es que se puede ese adjetivo en las ciencias sociales) demuestran que nuestra democracia (balacracia) se alimenta de todo menos de ideas sensatas y de nociones de progreso y bienestar colectivo. ¡No qué va! Aquí lo que vale es el plomo y la intimidación al opositor. Sacarlo del camino a cualquier precio, en donde lo más barato es la eliminación física como recurso explícito de la barbarie política a la que nos han sometido los neandertales que nos gobiernan. “Se les asesina por competencia política”, afirma Ariel Ávila en entrevista a Cecilia Orozco en El Espectador (Edición del 15 de septiembre de 2019).

Lo anterior se complementa con un macabro mapa de bandas criminales, de sicarios a destajo y de corruptos comprando campañas con costos de mafiosos, bien lo confirma Ávila en esa misma entrevista: “Cuando se compite en una democracia como la colombiana, se compite con plata, con violencia y con corrupción. Hasta que resolvamos esta falla de origen, vamos a seguir viendo en las campañas recursos del narcotráfico, violencia política y uso ilegal de recursos públicos. Esto sucede porque el sistema político está diseñado para que funcione de manera mafiosa o corrupta.”

Así como una vez tuvimos los jueces sin rostros, en los peores años del dominio de los carteles del narcotráfico, tendremos que instituir a los candidatos anónimos o sin rostros en los tarjetones de la Registraduría, frente a tanta violencia acompañada de pasividad estatal y de unas ganas enorme de hacer trizas a la frágil cometa de la paz imperfecta que sobrevuela sin aliento alguno.

Coda: mejor me refugio en la fiel soledad de mis lecturas y encuentro cosas como esta “… creo que detrás de cada libro hay dos seres que no se están disparando: alguien que escribe y alguien que lee, y eso, en un país como Colombia, es demasiado importante.” John Jairo Junieles, en Textos escogidos (2019).

 

 

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