Hablando con las autoridades, los rectores, maestros, niños y padres de familia se ha evidenciado la cruda realidad de este escenario. El visitante, Jairo García, que se especializó en Cuba, estuvo en una sesión de la Asamblea del Putumayo hablando sobre la promoción de la educación integrada. El Putumayo debe ser afectado positivamente en beneficio de la educación, que el Estado aún no garantiza, expresa.
Los niños de cero a tres años no tienen una guardería oficial y las experiencias en el país ya lo han demostrado, del cómo deben ser atendidos los bebés considerando la posibilidad de poder duplicar su inteligencia cada año. También sobre su crecimiento en aspectos fisiológicos, sicológicos y rodeados de los que saben orientarlos en esos aspectos, como son los maestros. Pero peor ha sido con los grados de preescolar en la edad de cinco años en las regiones visitadas.
Si vamos a la primaria, más del 20 por ciento de los niños están por fuera de las escuelas. Y es que ese término de “la cobertura” limita y pone a esperar a unos mientras otros son educados. La educación es una necesidad cultural, al igual como la necesidad de respirar y si no lo hacemos, nos morimos.
La educación va desde que se nace hasta la tumba como lo expresaron los griegos. Es el interés más poderoso. La educación resuelve la necesidad cultural de los niños y las personas. Se debe educar para la excelencia, con espíritu sabio. Hay que vivir entre los libros y así podremos discutir sobre las necesidades de la sociedad.
La dialéctica sobre el tema nos permite ver que no se puede separar a los involucrados; padres de familia, estudiantes y profesores deben primero considerar que deben trabajar unidos. Hoy lo hacen por separado. Los maestros deben considerar que “no deben vivir de la educación” sino deben “vivir para la educación”. Las universidades no están formado profesores para enseñen el desarrollo del progreso de la cultura, no hay concepción de la historia, sicología, filosofía de la educación. Los profesores que salen de las facultades no son los que sociedad necesita. Hoy Colombia requiere tener sabios. Y no se está aplicando el postulado que reza “un maestro que sepa mil veces más; de lo que necesita saber un niño”.
Un maestro debe ser totalmente honesto, que no mienta, ni delante de sus alumnos ni en su casa. Un maestro debe defender la libertad. Educar para que los niños sean capaces hacer volar su imaginación como los pajaritos. Requerimos de una sociedad libre, donde podamos imponer la ciencia, como patrón de conducta y conocimiento humano.
Debemos reformar el escenario y pedirle al magisterio y el Estado que promueve esa cambio. Entonces preguntamos: ¿Cuál debe ser el papel del Estado colombiano ante esta realidad?
Hace más de 200 años Europa resolvió ese tema y ha considerado que la educación debe ser un derecho que tiene la población y es una obligación atenderla. Pero cómo resolver esa realidad cuando los campesinos de Puerto Asís, por ejemplo, deben tener al menos doscientos mil pesos para uniformes en el año, sin incluir sus zapatos ni mucho menos, los libros y su manutención por un año. Eso debe ser responsabilidad del gobierno colombiano. Hoy los campesinos son los más atropellados para recibir educación. Caminar más de una hora, o navegar por horas para llegar a la escuela. Bajo sol y lluvia, y con esas extensas jornadas los niños se van deteriorando.
Los campesinos deben ser atendidos desde el domingo cuando llegue a su internado y orientarlo a ser educado en la mañana y trabajar por la tarde. Debemos considerar que hoy hay que educar para producir y promover la economía de la región. El campo debe ser atendido y orientado desde la posibilidad de la producción, porque además del olvido, no se produce nada.
El narcotráfico llegó a este departamento en los años ochenta, llevando a los colonos cultivadores y raspadores, particularmente de Nariño, luego de haber pagado cientos de millones de dólares, en experimentos genéticos para que la coca se lograra producir en los pisos términos entre 300 y 100 metros sobre el nivel del mar (la coca se producía en las montañas y en las sierras peruanas). Los pueblos o pequeños caseríos como los de Piñuña Negro y Teteyé promovían sus ventas como cuando se sale a las plazas de mercado en regiones tradicionales y se ponía a disposición de los compradores los bultos de coca.
Hasta finales de los noventa, se mantuvo como la “cultura privilegiada” que impulsaba los mercados y el flujo de capitales subterráneos promovidos por el negocio de la coca. Solo a inicios del año 2000 se generó cierto cambio y fue el de promover que los jóvenes salieran a estudiar al interior del país. Sin embargo, hoy la cultura de lo ilegal, lo ilícito y la influencia de la corrupción, han permitido que esa generación mantenga altos niveles de dominio de esa cultura, sobre lo que es legal.
Debemos preparar estudiantes de bachillerato para ser útiles apenas salgan egresados del colegio. ¿Por qué perder 11 años o más en las aulas para salir y no poder vincularse a la vida laboral de la región? Se convierten en personas que no le sirven a la sociedad por culpa de ella misma y del modelo educativo. Son inútiles.
Solo entre el 3 % y 5 % de los estudiantes egresados del bachillerato en el Putumayo logran acceder a las universidades, y la proporción se divide quizá a la mitad de quienes van a las públicas y el resto a las universidades privadas de Cali, Neiva, Bogotá, Pasto y Medellín. ¿Qué podemos esperar entonces, cuando hoy se exige que la mano de obra calificada sea de la región empleada en los campos del derecho, la medicina, la ingeniería y los temas del agro?
Según García Nagles, quien reitera en que la educación lo es todo; pensar, analizar, razonar, y orientados en los campos de la naturaleza, el agro, la ciencia, el alfabeto y hasta los viajes espaciales, han requerido de educación para llegar allá. La política, la cultura, y el desarrollo de los pueblos necesariamente se producen gracias a la formación académica y la enseñanza.