“No comparto tus ideas, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarlas”
Voltaire
Mucho se habla en la gran prensa sobre la difícil situación venezolana. También salen a flote preguntas y respuestas de lado y lado. Osan los grandes contradictores de la Revolución Bolivariana en cuestionar la falta de garantías para la movilización y la organización de la oposición en el hermano país. La pregunta carece de contenido cuando la hacen quienes durante mucho tiempo han callado ante el exterminio de movimientos de izquierda en Colombia, falsos positivos judiciales contra dirigentes sociales, escándalos en las fuerzas militares, represión policial a la manifestación ciudadana y criminalización de todo tipo. No se trata entonces de esbozar un argumento del tipo “…ah pero en Colombia también”. En nuestro país no hay garantías para la oposición política, tampoco para el movimiento social y menos para el movimiento estudiantil que hoy tiene tres presos y aún llora impunemente a Jan Farid Chen Lugo, Oscar Salas, Martín Hermández y Johny Silva, entre otro centenar. Nada dice la gran prensa ni los renombrados twitteros.
El tema es que lo que pasa en Venezuela, desde cualquier punto de vista, es doloroso. Hay vidas humanas de por medio y, lo más triste, hay responsabilidades políticas por tales muertes. Del hermano país y de su revolución se pueden cuestionar muchísimas cosas, incluso desde la izquierda, pero lo que allí ha quedado claro es que las garantías para la oposición política en la civilidad y la paz abundan.
La paradoja de Venezuela es bien interesante. Mientras en Puerto Rico, Chile y Colombia, entre otros países de la región, los estudiantes se organizan para pedir gratuidad, aumento en la cobertura, autonomía universitaria y calidad educativa, en Venezuela marcha una parte de ellos en contra de la “dictadura” que destinó el 5% del PIB para educación y aumentó la cobertura universitaria en casi el 100%. Hay que apoyar las demandas de los estudiantes en Venezuela, pero estos no son apolíticos, luego hay que apoyarlas siempre que se orienten hacia la defensa de lo público (no su destrucción), valorar su entusiasmo para la movilización y demás virtudes, pero lo que no se debe pensar es que el estudiantado venezolano es una masa uniforme que va en pleno por las calles venezolanas en contra de Maduro. Hay, en toda Venezuela, más de 600.000 estudiantes universitarios, de los cuales el 90% se encuentran en normalidad académica, aún cuando varios de ellos han participado también en las enormes movilizaciones del chavismo. Esos, en varios estados, también han sido reprimidos, perseguidos… y asesinados en medio de esta coyuntura.
Ha quedado demostrado que el “cuarto poder” ha jugado un papel trascendental en todo esto. Podrán salir más adelante los grandes analistas de la acción colectiva a decir que el fenómeno venezolano se gestó en Twitter, pero lo que es cierto es que la gran prensa ha tenido un rol trascendental. Se recogen imágenes en las que se muestran disturbios en Siria, Egipto y hasta España, con el fin de denunciar los “niveles de represión” en Venezuela, se han distorsionado imágenes y, ante todo, se ha fragmentado la información creando un cerco mediático en torno a lo que pasa en las calles venezolanas.
Claro que ha habido abusos policiales, no solo contra la oposición, también contra el chavismo en varias zonas del país y, por supuesto, todos son condenables; pero es claro que hay responsables políticos de todo esto y no son quienes hace dos meses ganaron las elecciones por un millón de votos, sino quienes las perdieron y hoy, de manera irresponsable, llaman al pueblo al odio y a la violencia.
Es apenas un deseo que Venezuela recobre su estabilidad política, que abra el necesario camino para la reconciliación y el trabajo mancomunado por seguir avanzando, por ejemplo, en la superación de los retos del milenio, tal como lo reconoce la propia UNESCO y, por supuesto, que la situación política actual, no sea una excusa más para que sea tema de discusión en la OTAN una intervención militar al país hermano, curiosamente también, muy rico en reservas petroleras.
Así las cosas, hay que aunar esfuerzos y solidaridad para que cese la represión, en donde quiera que la haya, pero ¡ay Venezuela!, que el camino siga siendo el diálogo, la participación electoral del 80% del censo, la movilización pacífica y la soberanía, para que toda injerencia extranjera se vaya al carajo y los amigos de ella no vuelvan jamás.
@FernandoVeLu