Nada hay más peligroso que áulico satisfecho. Es capaz de cualquier cosa por servir al amo y defiende a dentelladas su derecho a mantenerse ahíto, pero siempre esperando mercedes nuevas. En nuestro idioma de reciente cuño, su mermelada.
Este saludo al nuevo César, surge de la garganta de los abyectos servidores de la “Mesa”, dispuestos a entregar a los bandidos de las Farc lo que queda de Patria, que ya va siendo harto poco.
Usted se preguntará, caro lector, cómo es posible que mentes no del todo ateridas estén dispuestas a apoyar el Proyecto de Acto Legislativo puesto a su cuidado, y nacido de las entrañas del César, de algún abyecto contratista instruido para esa vergüenza por los asesores de Palacio. Los cortesanos nunca faltaron.
Como tenemos todos bien sabido, la obsesión del aprendiz de Emperador es conseguir que se le aprueben todas las bajezas que en su nombre contratan con aquellos asesinos que se nombran guerrilleros, sus servidores más obsecuentes, el doctor De la Calle y el doctor Sergio Jaramillo.
De ese afán enfermizo y maldito ha nacido este singular “Proyecto”, del que ya ha caído la última hoja de parra que cubría las impudicias del nuevo dictador.
En el texto de este despreciable papelucho, que ya cuenta con los aplausos de la plebe legiferante que puebla el Congreso, está dicho que en éste, supuestamente el momento más grave y solemne de nuestra Historia Republicana, se suprimen las comisiones constitucionales permanentes que nuestra Constitución consagra y nuestra tradición parlamentaria, de casi siglo y medio de fecunda existencia, ha recogido. Juanpa quiere una sola Comisión, con lo que da el paso a un mono cameralismo que jamás permitimos en nuestra Carta. Como no podría ser de otra manera, esa Comisión Única, acomodaticia y tramposa, le abre paso a una Plenaria Única, que tendrá las característica más curiosas que se han recogido en ninguna Constitución del mundo, las africanas incluidas.
Ese remedo parlamentario está convenido para decidir en bloque y sin autonomía para discutir ninguna de las propuestas que le llegan del Palacio Imperial. Es todo o nada, como en los sistemas comunistas, hitlerianos y fascistas se estila. Pero con adornos que no imaginaron los seudojuristas de estas formas totalitarias.
La gran novedad, hasta ahora inédita, es que el proyecto llega aprobado al simulacro de Congreso descrito. Lo que significa que lo único que podría hacer la oposición, si es que antes no la han aniquilado, es rechazarla, pero por mayoría absoluta de votos. Y claro, solo con referencia a la totalidad de la norma en bloque. Si cree usted que exageramos, lea con algún cuidado esa norma despreciable, y sin esfuerzo descubrirá que es cierto cuanto decimos.
Pero lo peor está por llegar. Porque el proyecto que redactara algún infeliz, que no revela su nombre por cobardía y pena, va mucho más allá. Porque supone, con muy buenas razones, que el Congreso unicameral creado ad hoc para el servicio de las Farc, puede ser lento o probablemente resulte respondón cuando la presión popular toque sus puertas. Pero no hay nada que temer. Todo está previsto.
Nada mejor entonces que darle al Emperadorcito en ciernes facultades extraordinarias para legislar, desarrollando a su talante los convenios que él mismo, a través de sus lacayos De la Calle y Jaramillo, habrá cerrado con los peores criminales que ha conocido la humanidad.
Nuestro Derecho Constitucional ha conocido esa figura desde la Carta de 1886. Pero con una condición esencial, prevista para impedir que el Congreso se castre y el Presidente se convierta en Dictador. O peor aún, en Emperador. Y es la exigencia, repetida sin ambages y demandada por la Corte que protege la Constitución, de que las tales facultades sean “precisas”. Pues al diablo con ese recaudo. Como no sabemos lo que se les va a ocurrir a los sirvientes de Juanpa, dirigidos por su hermanito Enrique, de aquí al fin de este proceso repugnante, hay que habilitar al César criollo con facultades para todo, para cualquier cosa, sin límites, sin medida.
Juanpa es Dictador. O mejor, Emperador. El Congreso es una comparsa como el Senado Romano en la hora de los emperadores más detestables.
El consuelo es que al pueblo se le “consultará” para que “refrende”. Hitler también era especialista en refrendaciones y en consultas. Y no falló en ninguna.
Queda cierto suspenso en este drama. Porque ya sabemos que la refrendación no vendrá por una Asamblea Constituyente, inaceptable para Juanpa, ni por un Referendo, que sería un suicidio, ni por un Plebiscito, que exige demasiados votos. Tal vez una encuesta del señor Lemoine, refrendada por CMI, o algo parecido. Y todos felices. Porque tendremos Emperador. En América, no alcanzaron esa dicha sino México, con Iturbide y Maximiliano, y el Brasil con Don Pedro II. ¡Qué orgullo!