"Avatar 2 nos cuenta como Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña) han formado una familia de cuatro hijos y hacen todo lo posible por permanecer juntos. Sin embargo, deben abandonar su hogar y explorar las regiones de Pandora cuando una antigua amenaza reaparece", dice James Cameron.
"En el nuevo film de James Cameron, Avatar, una tribu alienígena en un distante planeta lucha para salvar su hogar en la selva de los invasores humanos que buscan adelantar la minería en su planeta. La compañía minera ha llevado exmarines para su ‘seguridad’ y no se parará ante nada, incluso el genocidio, con tal de asegurar ganancias para sus accionistas", comenta Jeremy Hance.
Pues bien, desde la etnografía y la sociología, Colombia está compuesta de familias típicas como la de los Sully, que han crecido muy unidas y viviendo en armonía junto con su pueblo de na’vis, que, para el caso colombiano, abarcan sus territorios y marentorios amerindios a lo largo y ancho del país.
La paz que rodea la célula básica de toda sociedad, la colombiana no es la excepción, se ha visto amenazada desde tiempos inmemorables por los “hombres del cielo”, que, para el peso de la gravedad histórica, ha sido encarnada por el oligopolio de familias de “invasores humanos”, que desde épocas coloniales mutan de acuerdo con el momento histórico. Ayer fueron los conquistadores, apoyados por personajes mesiánicos, en nombre de los reyes católicos. Luego, los señores feudales, comerciantes, industriales, banqueros y hasta tecnócratas encapsulados en el metaverso "defiendo el capitalismo financiero neoliberal posmoderno" en el despertar del siglo XXI.
El accionar e impacto de esas representaciones de los denominados “hombres del cielo” ha hecho que los Sully colombianos sean auténticos nómadas para proteger la unidad familiar y sobrevivir, buscando alianzas etnográficas y sociológicas entre los diferentes pueblos que componen la nación colombiana, latinoamericana e internacional.
Las trayectorias seguidas por las familias Sully colombianas no solo se han dado a nivel rural, sino también intraurbana y hacia países vecinos como Venezuela, Ecuador, Perú, al igual que a Estados Unidos de Norteamérica, México (Gabo, Álvaro Mutis, Fernando Vallejo, entre otros), Centro América, España y algunos países europeos. En esas migraciones se ha destruido la cultura ancestral fundacional de la identidad del auténtico pueblo colombiano; al igual que la morfología de la Pachamama refleja las heridas en su cuerpo, fruto de la explotación de las transnacionales minero-energéticas, a favor de los intereses de las corporaciones internacionales que rigen los destinos económicos y políticos en el planeta tierra.
En lo sociológico el impacto se decanta en las unidades familiares disfuncionales o relaciones monoparentales al interior de la familia como consecuencia del desplazamiento forzado, el despojo de tierras y el asesinato de la población rural y urbana al no ceder a los intereses de los “hombres del cielo” que en el caso colombiano son, citando a Thomas Hobbes, un monstruo de mil cabezas Leviatán: paramilitares, guerrillas, delincuencia común, corruptos, narcotráfico, migrantes urbanos talando bosques, montañas, selvas y hasta desviando el lecho de la vida de los ríos para explotación y transporte ilegal de maderas.
De otro lado, las expropiaciones, nacionalizaciones invocando el bien común sobre el bien particular, hasta testaferros de grupos económicos comprando tierras de manera hostil a comunidades afro, campesinos e indígenas, unas veces vía remate de propiedades por el no pago de créditos bancarios a tasas exorbitantes y, otras, bajo el pretexto de modernizar el campo, cuando la verdad, es la acumulación de extensiones de “lotes de engorde”; siendo el accionar de estos testaferros, amparados por las leyes emanadas del legislativo colombiano para realizar sus operaciones leoninas, como bien reza el imaginario colectivo de que “en Colombia, es un error delinquir por fuera del Estado social de derecho, dada sus enormes grietas”.
Luego de que Jake Sully y su familia alienígena son obligados a dejar su territorio, son admitidos por una tribu nueva con otras costumbres y códigos que tienen que apropiar para subsistir en un hábitat como es el elemento agua, diferente al hábitat de origen, la selva. En este punto, la ficción de la película se hace realidad en los cinturones de miseria o comunas ubicadas en las laderas de los centros urbanos del país, sitios marginales de conquista a pulso sobre la gran ciudad, para poder sobrevivir de acuerdo con los códigos de conducta asociados a las armas de los jefes milicianos que dominan el territorio y, deciden, quien entra y, quien no entra, por encima del ordenamiento jurídico.
La familia de los Sully colombianos al llegar a la gran ciudad, a diferencia de la unidad técnica alrededor de la familia en la historia de James Cameron, inicia el camino de la desintegración sociofamiliar, laboral, económica, religiosa, cultural, todo a consecuencia, de la discriminación y al abandono total del Estado en sus territorios y marentorios de origen.
En cuanto a los Sully colombianos, en otros países les corresponde el rol de parias, iniciando por apropiar, mejor “surfear” la gastronomía y una segunda lengua, discriminación cultural y abordando el trabajo negro desde lo más bajo del encadenamiento del mercado laboral extralegal, sin prestaciones sociales, doble hasta triples jornadas de empleo y expuestos de manera continua a los miedos de la deportación al país, con una “mano adelante y otra atrás”, como llegaron a sus lugares de destierro por los “hombres del cielo” colombiano arrodillados al capitalismo financiero global; cuando no son encarcelados por ser evasores fiscales quedando confinados en el crisol del olvido de sus familiares y la sociedad en general.
La visión cinematográfica de James Cameron recupera el elemento agua como estadio para consolidar la unidad, solidaridad, cooperación, trabajo en equipo y visión de futuro articulando el pasado con presente entre las tribus, al igual, con todos los seres vivos, en particular con los del mundo marino. Un elemento de ciencia ficción, en contexto con la inteligencia artificial del metaverso inicia con el logro de la unidad en el:
Planeta Polifemo y su satélite natural Pandora, hábitat de los na’vis, en el cual se ha encontrado un mineral muy valioso para los seres humanos, unobtainium, cuya principal propiedad es su superconductividad a temperatura ambiente. Además, Cameron nos presenta a los avatares con larga cabellera que los caracteriza, es en realidad una conexión neuronal compuesta por multitud de filamentos y ramificaciones nerviosas de gran sensibilidad. Es un sistema único de conexión física (nerviosa y sensitiva), parecida a las sinapsis del cerebro (wikipedia.org, 2023).
Como afirma Jeremy Hance en Mongabay: “Aunque Avatar es un film llamativo y divertido que muchos pueden ver como un entretenimiento de ciencia ficción, este claramente hace alusión a luchas, injusticias a los pueblos indígenas, el duelo, la exclusión y otros parecidos que uno no necesita de viajar a través de la galaxia para ver, pues están ocurriendo aquí mismo en el Planeta Tierra”. También, en el territorio y marentorio de los colombianos.
Parafraseando a Hance, las tribus indígenas han estado luchando contra las transnacionales que quieren explotar sus territorios durante décadas, incluidas las corporaciones mineras, madereras, petroleras y de gas. Es frecuente que, estas empresas, como las de la película, tienen acompañamiento de las "fuerzas de seguridad" y acercamiento a los gobiernos de turno, frecuentemente en la forma de ex miembros de las fuerzas armadas o de la policía estatal. Sin embargo, a diferencia de la película, donde el grupo indígena derrota a los invasores del cielo y a los militares, las historias de la vida real rara vez tienen un final feliz: sus luchas continúan en lugares como Colombia, América Latina, Malasia y otros tantos sitios del mundo indígena.