Para quienes no han tenido la penosa experiencia en horas pico, de tratar de llegar a la 80ª con 9ª desde la 116 con 7ª, tomando la carrea 11 en Bogotá, les cuento mi experiencia. Ya es una odisea llegar a la calle 100 con 11, además del pánico de que nos caiga encima el famoso puente de los militares o de que haya soldaditos haciendo la prueba de resistencia del mismo. Pero una vez en ese punto, para evitar los buses, tomamos el carril del occidente que está acompañado por el amplio espacio de la ciclorruta. Y empieza el drama. Mientras nuestro carro va a paso de tortuga cuando logra moverse en ese atascado carril y alcanzar el verde del semáforo respectivo, empezamos a observar cómo el primer ciclista va despepitado por nuestro carril del lado, feliz porque no solo tiene todo el espacio del mundo, sino que corre a la velocidad que jamás alcanzaría nuestro carro.
Cuando ya llevábamos media hora de retraso en nuestra cita en la calle 80ª, decidimos empezar a comparar nuestra terrible situación, estancados totalmente, sin cambio visible en nuestro estado, decidimos empezar a contar estos felices ciclistas que iban a sus anchas o en las narices de nosotros, si no literalmente, hombro a hombro. Cuando el retraso ya era de una hora, íbamos en 20 ciclistas absolutamente dichosos llegando a tiempo a una cita mientras nosotros estábamos quedando muy mal frente a unas personas que creería que usaríamos la mentira más generalizada en Colombia: es culpa el trancón, que en esta ocasión era verdad.
Como la evidencia era innegable teníamos que seguir el consejo de nuestro flamante alcalde: dejar nuestro carro en la casa y tomar una bicicleta. Pero resulta que nunca monté en bicicleta y jamás superé en mi niñez la etapa del triciclo, eso sí cada vez más sofisticado, pero con tres ruedas. Y como además no soy ninguna jovencita sino simplemente "vintage" no puedo aprender a estas alturas de mi vida y exponerme a quedar coja de por vida. Y pensé: si Sergio Fajardo que posa de eterna juventud casi se desbarata en una bicicleta, que puede esperar una persona como yo que solo logra caminar a buena velocidad.
Queda por resolver el problema de los tacones,
del vestido, porque los bluyines los dejamos para los fines de semana.
Y la lluvia permanente que sorprende en Bogotá
Me surgió entonces una brillantísima idea: pedir auxilio y conseguir una bicicleta con conductor. Así cumpliría con este arrebato poco estudiado de obligar a todo el mundo a las malas, a montar en bicicleta desconociendo que no tenemos 15 años como Fajardo y Peñalosa. Así que escucho atentamente propuestas porque definitivamente no puedo aprender a estas alturas a ser una experta ciclista, y por consiguiente, necesito quien la conduzca y me conduzca. Queda por resolver el problema de los tacones —no todas las vintage podemos darnos el lujo de dejarlos—, del vestido porque los bluyines cuando podemos usarlos los dejamos para los fines de semana. Y la lluvia permanente que sorprende en Bogotá aún en épocas de El Niño, agua que acabaría con todos nuestros esfuerzos por estar presentables para no ser viejas sino vintage.
Dos comentarios; al paso que vamos, ¿cuándo se empezarán a presentar los trancones de bicicletas para delicia de nosotros los no ciclistas? Y segundo, ¿cómo se va el alcalde de su apartamento en el norte de la ciudad al centro donde queda la Alcaldía? ¿En bicicleta? Y sus escoltas, también en bicicleta o en las numerosas camionetas blindadas que lo protegen, bien atrás porque están en uno de los tantos trancones de esta ciudad. A menos de que violen todas las normas de tránsito como sucede a menudo con ellos por órdenes de sus patronos.
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