Desde el asesinato de ese indefenso ciudadano por parte de la policía, que tanto nos ha hecho pensar en lo que está pasando con algunos miembros de la fuerza pública, hoy más que nunca se cuestiona a la autoridad y se denuncian casos de abuso policial que meses atrás no habíamos conocido. Por donde se mire la cuestión la Policía Nacional está por el piso, ganándose el reproche de un pueblo que tampoco es amigo de las normas y de la sensata autoridad. ¿Qué le está pasando a nuestras instituciones más significativas? Pues que han perdido su credibilidad, y eso ha generado que los desadaptados tengan motivos para creer que se puede vivir en una total anarquía. Pase lo que pase la autoridad debe restablecerse cuanto antes, pero primero se debe generar una reestructuración.
Es que en Colombia cualquiera que no puede entrar a una universidad asegura su futuro entrando a la policía, sin que se desarrolle una selección rigurosa del personal que debe cuidar de los ciudadanos. Por eso vemos patrulleros groseros, violentos y lleno de frustraciones. Fueron estos funcionarios, pese a estar grabados, los que no les importó acabar con la vida de un hombre que ya estaba neutralizado. Propinaron tantas descargas eléctricas que uno podría creer que sus mentes no tienen la capacidad para discernir en un momento determinado. Un policía de estos en la calle es un peligro mortal, así que se lo debe sacar de ella y cuanto antes proteger la vida de la gente bien.
Ahora bien, si es cierto que la policía debe regenerarse para recuperar su credibilidad, también es cierto que el ciudadano debe educarse y cambiar su manera ser. Por ejemplo, en el oriente de Cali, concretamente en el distrito de Agua Blanca, algunos vecinos se enfrentan a los patrulleros, ya sea porque se les pide que le bajen el volumen a sus equipos de sonido o simplemente porque se neutralizan riñas que ocasionan sin son ni ton. Se ve en las noticias cómo se le pega a la autoridad, sin que está pueda defenderse y hacer verdadera presencia en sectores marginales en donde no se respeta la ley. Crece en la ciudadanía, día tras día, el deseo de imponer su inconsciente voluntad, por lo tanto se le pide a ella que cambie y se dé cuenta que con el caos no vive nadie.
Se le recomienda a la Policía Nacional que mire cómo opera la fuerza policial de otros países, en donde los procesos que se ejecutan en las calles son muy rigurosos y están sujetos a casos muy bien tipificados. Lo que pasó con el señor Ordóñez debe generar una profunda reflexión, pero tampoco nos puede llevar al sensacionalismo que quieren imponer los medios de comunicación, que movidos por el morbo solamente presentan el lado malo del policía. Queda claro que debe darse una reestructuración policial, como también queda muy claro que el irrespetuoso debe aprender a respetar y a reconocer el trabajo que loablemente realiza nuestra fuerza pública. Ninguna sociedad puede vivir sin la presencia de la autoridad, téngalo por seguro.