Autoregulación ciudadana: la clave contra el COVID 19
Opinión

Autoregulación ciudadana: la clave contra el COVID 19

La apertura comienza con una fórmula típica colombiana: continuar encerrados... pero en apertura. Sin que el Estado tenga capacidad de control por más multas que ponga, ¿cuál es la clave?

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junio 01, 2020
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Muchos, ilustrados del sector formal, creen que en Colombia la curva se aplanó, que el primero de junio comienza a arrancar la economía y que, gradualmente, retornaremos a la normalidad. Y que nos podemos comportar como antes, es decir, sin necesidad de cuidarnos.

En los sectores populares, los de la gente que vive al día, la que no está bancarizada, la expresión que mejor resume la actitud de salir a como dé lugar es “hagámosle, hermano”. Si no salimos, no comemos.

La suma de las dos actitudes se traduce en comportamientos de enorme descuido social y, por implicación, en la ratificación del poco respeto por la vida que existe, de tanto tiempo atrás, en Colombia.

La verdad es que nos encontramos en el tramo que, probablemente dure dos meses más, de crecimiento exponencial de la famosa curva y que el número de contagiados se duplicará cada dos semanas. Apertura sin el rigor suficiente significa que el número de días para que se dupliquen los casos se acortará.  Aún con cuarentena, en las condiciones que rigieron hasta ayer, al comenzar junio con 30.000 contagiados, es muy posible que lo habríamos terminado con 120.000 con todo lo que ello implica en materia de uso de las UCI y del número de fallecidos.  Hace un mes, eran 7.000 los contagiados....

¿Cómo evolucionará la pandemia en el período de apertura sin cuidado?

Países como Alemania, España, Francia, el Reino Unido han comenzado a desplegar actividades económicas que habían sido suspendidas, procurando deshacer, en parte, el nudo brutal del desempleo masivo que se ha ensañado a escala planetaria, además de contar con fondos cuantiosos de apoyo social. Han pasado por meses brutales, tanto en el número de contagios como en el de muertes, con el frenazo económico sin precedentes que todos conocemos.  Asiáticos como los coreanos y los chinos fueron los primeros en tomar medidas draconianas de confinamiento y, con ayuda de la tecnología, parecen controlar los peligros de rebrotes del virus, aislando y previniendo, contando con la infraestructura suficiente para la atención de los casos graves. La apertura que allá se promovió fue posterior a la evidente baja en el número de contagios y de muertos.

En Colombia comienza junio del 2020 con una fórmula, típica colombiana, la de continuar encerrados...  pero en apertura. Como cualquier estatuto tributario que se respete: impuestos para todos, pero con las debidas excepciones, incontables y costosas para el erario público.  En el marco de la pandemia, de acuerdo con el último decreto (#749, mayo 28, de 24 páginas), se ha ordenado el “aislamiento preventivo obligatorio de todas las personas habitantes de la República de Colombia” durante todo el mes de junio. Sin embargo, se permite, de forma simultánea, la libre circulación de personas vinculadas a más de cuarenta tipos de actividades.

Podrán abrir o funcionar, además de las relacionadas con la salud y la provisión de bienes y servicios básicos, las peluquerías, la cadena de las actividades manufactureras, los servicios interreligiosos, centros comerciales, los bancos, entre muchas.  ¿Cuántas personas circularán?  Millones, aunque no sabemos cuántos.

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“Hagámosle, hermano”. Si no salimos, no comemos

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Eso sí: los mayores, los denominados abuelitos, y los niños, recluidos.

Es obvio que la situación de cuarentena es insostenible: la gente despedida, la que vive de las ciudades abiertas, muchas empresas de todos los tamaños, los trabajadores y los emprendimientos de la informalidad, están reventándose. Sin incluir el subempleo, los datos al 30 de abril son aterradores: cerca de seis millones de personas en busca de trabajo. El hambre, manifestada en las banderas rojas en hogares y vehículos de transporte público, está en alza.

Sin embargo, pareciera que, en las mentes les cediéramos espacio a las consignas de los Trump y Bolsonaro (que deben ser enjuiciados por sus ataques a la ciencia y su incursión tardía en la declaración de las medidas para hacer frente a la pandemia, a la que se le pueden atribuir decenas de miles de muertes evitables). Para ellos, el cuento del cuidado, como el simple de usar el tapabocas, no es de machos verdaderos. Hay que ir a las playas, a los servicios religiosos, manifestarse masivamente, según este par de cretinos.

El gobierno nacional ha sido, en general, sensato... hasta ahora. Con el liderazgo práctico de la alcaldesa de Bogotá, Duque se alineó con la línea del cuidado.  Pese a que muchos se vieron obligados a salir por física necesidad de sobrevivencia, la cuarentena fue respetada por decenas de millones en todo el país. El resultado es evidente, por ahora, al compararlo con los casos de Brasil o Perú.

No obstante, la semana anterior, preámbulo de la apertura de junio, en muchos lugares de Bogotá parecían no regir protocolos de distanciamiento. Al contrario, parecía ambiente de euforia.  Sorprendente, por ejemplo, que en supermercados en los que hasta hace poco hubo el cuidado de que los clientes hicieran la fila guardando las distancias, de no dejar ingresar sino a un número determinado de persona al tiempo, de usar el gel desinfectante, se haya pasado a la ausencia de control.

La cuadratura del círculo no la resuelven las multas. El Estado no tiene la capacidad de control sobre el comportamiento de sus habitantes.

La respuesta está, debería estar, en una sólida cultura ciudadana; que todos asumamos la responsabilidad del cuidado propio y de ejercer el control ciudadano sobre la manera en que las actividades económicas se van abriendo. No hay protocolo, por bien escrito que esté, que pueda superar los comportamientos y actitudes ciudadanas.

 

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