Mientras se desarrolla el concierto de Carlos Santana ante miles de fanáticos en el auditorio Telmex de Guadalajara a unos cuantos kilómetros de allí se consuma un bestial crimen contra una niña de tan solo cuatro años. Este es un nuevo caso de violencia de género, un acto cobarde y deleznable cometido por un monstruo sediento de sangre y carne virginal. Ahora Carlos Santana interpreta su conocida pieza Samba pa' ti que desata el delirio de un público que se rinde a los pies de su ídolo.
Al día siguiente los diarios locales publicaron en primera página una foto del famoso rockero de origen tapatío rasgando su guitarra con el titular: “Carlos Santana apuesta por transformar el mundo para que haya paz, amor y unidad.” A un lado y en la parte inferior izquierda aparece la foto de un cuerpo tapado con una sábana. En letras rojas reza: “Niña asesinada a golpes en Jocotepec”.
Como es habitual en estos fatídicos casos la policía hace indagatorias y recaba pruebas mientras los servicios médicos forenses se encargan de retirar en una camilla el cadáver de la menor a la que denominan NN hasta que se compruebe su identidad. En la ciudad de Guadalajara entre los meses de diciembre y enero se contabilizaron 199 homicidios, lo que significa que estos han sido los dos meses más violentos desde que se llevan estadísticas.
¿Tal vez fue violada? ¿Es un nuevo caso de feminicidio? ¿Quién sabe? Es difícil dar una respuesta mientras no se le haga la autopsia y los médicos dictaminen las causas del deceso. A lo mejor sus padres ya hayan reportado su desaparición y sea más fácil identificarla. Aunque seguramente este caso como el 90% las carpetas de investigación con el tiempo sea archivado al no encontrarse testigos que declaren o evidencias fehacientes que lleven a la captura del autor o autores del infanticidio. Lo más seguro es que como siempre reine la impunidad. Al menos no la desaparecieron enterrándola en una fosa común o la disolvieron en ácido para borrar todas las huellas. En todo caso sus padres tendrán que asumir resignados la pérdida o el martirio de un ser querido.
Hay que reconocer con profunda tristeza que en las morgues, funerarias y camposantos es donde hoy se escribe la historia del México contemporáneo. Cada mañana los titulares de prensa, los noticieros de televisión, la radio o las redes sociales nos dejan absortos y sin aliento. Nos abruma el amarillismo o sensacionalismo que se explotan a destajo para captar el mayor número de clientes (lectores, oyentes o televidentes) aprovechando las tragedias y los dramas ajenos de los que difícilmente podemos evadirnos.
Una vez que se identifique el cuerpo de la niña será entregada a sus familiares para que le den cristiana sepultura. Como manda la tradición los deudos de riguroso luto conducen el ataúd de la difunta hasta la iglesia donde el cura ejercerá su papel de médium para que dios padre todopoderoso le abra las puertas del cielo. Sus padres entre lágrimas de impotencia intentan reprimir su dolor y la rabia. Las oraciones serán su único bálsamo de consuelo. El sacerdote al terminar la homilía asperja agua bendita sobre el ataúd y haciendo la señal de la cruz la despide con el consabido “descanse en paz”. Al menos ahora el angelito ya está en el paraíso celestial y no en este mundo cruel tan degenerado y perverso. La industria de la muerte no deja de producir cadáveres y son tantos, que nos hacemos insensibles y preferimos pasar página y mirar para otro lado. En Jalisco de los casi 500 casos de desapariciones forzadas no existe ni una sola condena en los tribunales. “Al fin y al cabo solo son ajustes de cuentas entre bandas criminales”, se disculpan las autoridades. Por eso en muchos pueblos del México profundo si el violador es capturado infraganti, se le quema vivo.
En los tribunales los jueces son muy quisquillosos y les gusta ejercer de abogados del diablo ¿qué hacía la señorita a tan altas horas de la madrugada en esos antros de perdición? ¿Por qué visten de esa forma tan provocativa? Parece ser que si una mujer es bella o atractiva es un atenuante. Y en el colmo la señora Ana Ferraez diputada del partido Morena por Veracruz planteó la posibilidad de decretar un toque de queda a partir delas 10 de la noche para proteger a las mujeres ante la ola de inseguridad que dejó 26 feminicidios en 52 días. ¿Cómo prevenir estas agresiones, violaciones o asesinatos? La respuesta queda en el aire pues todas son bonitas palabras y vanas promesas pero en el fondo cuando cae la noche en cualquier esquina te esperan los lobos en celo prestos a tenderte una celada. En los dos primeros meses del año 2019 en México se consumaron 147 feminicidios.
Podríamos estar narrando historias de amor como la de Romeo y Julieta o don Juan Tenorio pero la cruel realidad nos encauza por otros derroteros.
Algunos responsables políticos consideran que los feminicidios son daños colaterales de la guerra contra el narcotráfico. Las víctimas son criminalizadas por los jueces y fiscales quienes insinúan que tal vez tenían nexos con el crimen organizado o son novias de la mafia (“desechables”), “las han matado por venganzas o retaliaciones o porque se dedicaban a la prostitución”. ¿Alguien le creen a una prostituta cuando denuncia una violación? ¿estarían traficando droga?, ¿pertenecían a una banda rival y por eso las balacearon? Caso cerrado.
Por internet, páginas webs, o las redes sociales se exhiben harenes de chicas dispuestas a venderse o alquilarse al mejor postor (se cotizan dependiendo de su belleza o la perfección de su cuerpo) Son las conocidas “prepago” que voluntariamente se lanzan al estrellato ilusionadas con triunfar como modelos, escorts o masajistas. En incontables ocasiones caen en manos de los carteles o las mafias que las utilizan de concubinas, las secuestran, las esclavizan y las obligan a prostituirse.
López Obrador hace unos días anunció que su gobierno le iba a conceder a la iglesia católica y a las sectas evangélicas espacios en canales de radio y TV con el fin de “moralizar” el país. A pesar de que México es un estado laico es necesario predicar la palabra de Dios para que el pueblo no se desvíe del “camino recto”. Ha llegado la hora del arrepentimiento y el perdón pues ya se ha derramado demasiada sangre. Si se quiere lograr una “cuarta transformación” hay que formar ciudadanos de bien como lo predica la Cartilla Moral que ha redactado Morena (muy parecida a la escrita por el filósofo Alfonso Reyes hace 75 años) Haciendo énfasis en materias claves como la educación cívica y urbanidad, la solidaridad, el patriotismo y el cuidado de la naturaleza.
El primer mandatario ha proclamado solemnemente el fin de la guerra contra los cárteles y el advenimiento de una nueva era de “paz y amor”. “Ya no habrá más violaciones de derechos humanos, ni represión” repite una y otra vez en voz alta. No sabemos si este será el mejor método para desmantelar las organizaciones delictivas que disponen de armas de última generación y que ejercen el dominio en sus territorios a base de las extorsiones, sobornos y chantajes ¿es posible combatir a esas células criminales con salmos responsoriales y bienaventuranzas? Que un país con más de 50 millones de pobres tenga que invertir más dinero en seguridad que en educación o salud es algo que nos deja atónitos.
“Porque la educación es la única que nos puede redimir” y “El libro es la punta de lanza en la transformación del país” expresó en un foro Paco Ignacio Taibo II, director del FCE. ¿Será que los mafiosos y hampones de la noche a la mañana se dedicarán a leer las obras completas de García Márquez o de Carlos Fuentes?
México sufre desde hace décadas la brutal ofensiva de los carteles de la droga y la delincuencia organizada que el nuevo gobierno de AMLO piensa enfrentar creando un cuerpo híbrido bautizado con el nombre la Guardia Nacional. La Guardia Nacional que sustituirá a soldados y marinos contará con 80.000 elementos y será dirigida por un civil. Su misión: pacificar el país en el plazo de un sexenio. Parece que estamos abocados a aplicar políticas “disuasorias, punitivas o represoras” con tal de garantizar la paz y la tranquilidad de los ciudadanos.
La fórmula preferida por las autoridades para atacar la creciente clima de violencia es aumentar el pie de fuerza, es decir, más policías y más militares. Habitamos en un mundo rodeado de gente armada capaz de apretar el gatillo ante el más mínimo movimiento sospechoso. De ahí que las balaceras hagan parte ya de las tradiciones populares.
Las sociedades modernas urbanas hasta hace pocas generaciones eran rurales. Especialmente en México a partir de los años cuarenta del pasado siglo XX la explosión demográfica incontrolada empujó a millones de campesinos empobrecidos a buscar un futuro mejor en las ciudades. Invadiendo sus extrarradios configuraron así la geografía humana de la exclusión y la marginalidad tan típica en el Tercer Mundo. El desplazamiento de los pueblos indígenas trajo como consecuencia la pérdida de los valores y su identidad ya que tuvieron que asimilarse a la fuerza en una sociedad mexicana racista y clasista que les inoculó el virus de la venganza social. Inmersos en un mundo artificial donde el ser humano pierde todas las conexiones con las fuerzas telúricas de la madre tierra el desarraigo les corrompió el alma. Hoy el 70% de los casi 130.000.000 millones de mexicanos habitan en ciudades. Mientras que otros 35 millones se han visto obligados a emigrar a los EE. UU.
Desde los años treinta del siglo XX se va forjando en el imaginario colectivo la figura del macho mexicano. Un macho que está obligado a demostrar su virilidad al mejor estilo Jalisco. Impulsada por la industria cinematográfica y en especial películas como “Allá en el rancho grande” “la mujer del puerto” “el prisionero 13” se fue construyendo el arquetipo del charro bien bragado, sombrerote y pistolones que al son de los mariachis correteaba pretencioso a la grupa de su caballo. Un machote que bebe tequila y enamora a las mujeres con su mirada de matador (las mujeres en plural porque es polígamo) Un prototipo al que supieron dar vida Antonio Aguilar, Pedro Infante, Javier Solís, José Alfredo Jiménez o Vicente Fernández. Fue tal su éxito a nivel mundial que la palabra macho, que la Real Academia Española de la Lengua utilizaba para referirse a los animales, tuvo que cambiarla para definir a ese varón dominante y mujeriego.
En “México Bárbaro”, un libro escrito por John K Turner y publicado en el año 1910, ya nos advertía: “las mujeres son obligadas a casarse con hombres de la misma finca, y algunas veces, con ciertos individuos que no son de su agrado. No hay escuelas para los niños. En realidad toda la vida de esta gente está sujeta al capricho de un amo, y si este quiere matarlos, puede hacerlo impunemente…” Por eso el derecho a pernada era muy común en los ejidos siguiendo las prácticas feudales heredadas de la época colonial.
México es un país necrófilo, o sea, que lleva hasta extremos neuróticos su exacerbada pasión por la muerte. Como se demuestra en el día de muertos, baile de muertos, pan de muertos, catrinas, calaveras, esqueletos, funerales y entierros. Estamos ante una sociedad más preocupada por los muertos que por los vivos, más preocupada por el pasado que por el presente o el futuro.
El cardenal emérito mexicano Sandoval Iñiguez llegó a afirmar que “las mujeres en muchas ocasiones provocaban a los hombres” “Hay mujeres muy arriesgadas que se van con cualquiera que las invite a subir en un auto lujoso o a bailar en una sala de fiestas” “No importa la edad ya sean niñas y hasta mujeres maduras se dejan engatusar o seducir por el primer galán que se encuentren en la calle” Según su eminencia “ellas son muy coquetas y no miden las consecuencias y por eso también tienen una parte de culpa en los feminicidios” “Las mujeres deben ser más castas y vestir de forma apropiada” Las feministas responden ¡la calle y la noche son nuestras!
Recién se inician en México las denuncias el movimiento MeToo que promete depararnos mayúsculos escándalos entre personajes de reconocido prestigio del ámbito cultural, artístico, académico, empresarial, etc. Las víctimas, que resignadas tuvieron que callar, ahora han perdido el miedo y a través de las redes sociales señalan a los violadores, abusadores o acosadores que se creían intocables. Hay múltiples casos de violencia de género que no se denuncian porque la víctima y sus familiares han perdido la confianza en la justicia. Prefieren el anonimato a que se les estigmatice socialmente.
A partir de la conquista española los nuevos amos impusieron el patriarcado misógino bendecido por los dogmas de la santa madre iglesia católica. La mujer quedaba relegada a un segundo y tercer plano pues se les consideraba un ser inferior sujeto a la tutela masculina. Por algo Dios creó a Eva de la costilla de Adán. Su misión se limitaba a la crianza de los niños, las labores domésticas y a complacer sexualmente a su marido (sin experimentar placer). La mujer debía hacer gala de un comportamiento sumiso y manso soportando con resignación cristiana todos los atropellos cometidos contra su integridad. ¡Desde la Santa Sede se han legislado los derechos de la mujer!
Se mata a las mujeres por el simple hecho de ser mujeres, por pura misoginia, el odio al género femenino. Muchos los feminicidios están relacionados con una reacción machista que relega a la mujer a ser una abnegada ama de casa (marianismo) ya que están sujetas a la dependencia económica del varón. Porque las mujeres modernas son autónomas, emancipadas y desafían el poder masculino —que es el género dominante o supremacista (padre, esposo o novio)—. Ellas exigen paridad; estudiar, ingresar en el mercado laboral, y ser independientes. Pero esas ansias de superarse pueden convertirse también en su sentencia a muerte.
En Ciudad Juárez del año 1993 hasta el 2018 se contabilizaron 1.775 feminicidios. Por lo general las víctimas son mujeres jóvenes de estratos bajos que suelen ser violadas, torturadas y asesinadas a golpes, a balazos o a puñaladas. Se acusa al estado mexicano de no haber asumido su responsabilidad en las investigaciones de esta masacre. El grado de impunidad se ha fijado en el 98% de los casos. Al fin y al cabo los muertos no declaran. Hace unos meses el gobierno federal aprobó una reforma para que el feminicidio sea considerado delito grave y amerite prisión preventiva. Del 2015 al 2019 en México fueron asesinadas por violencia de género 264 niñas y lesionados por violencia intrafamiliar 60.463 menores de 18 años.
Muchas víctimas jamás podrán recuperarse del shock que supuso los abusos o violaciones. Las supervivientes tendrán que arrastrar el resto de sus vidas el trauma psíquico insoportable que solo podrán sobrellevarlo a base de pastillas, barbitúricos y el auxilio espiritual en las parroquias. Los tratamientos psiquiátricos pueden alargarse años o quizás décadas porque curar las heridas del alma es un asunto bastante complejo.
El estado mexicano se ve incapaz de garantizar la seguridad de las mujeres que son las más vulnerables de la sociedad. Por eso las asociaciones feministas se han organizado grupos de autodefensa lanzando una alerta de género a nivel nacional. Su intención es la de prevenirlas de los innumerables peligros que corren si traspasan determinadas líneas rojas. Los ayuntamientos han instalado botones de pánico (alarmas) en las zonas más calientes conectadas con las comisarías de policía para brindarles una mayor protección. Muchas familias han decidido encerrar a sus hijas en las casas ante el temor de que si se van a pasear con sus amigos o están jugando en las calles, las secuestren.
Ya no hay ni ética, ni moral que valga, se ha perdido el temor a Dios y sus diez mandamientos que al menos en el pasado frenaba el accionar de los malhechores. Las autoridades federales junto con la sociedad civil (IMU, Conavim, Fundación Origen, México Unido contra la Delincuencia) se empeñan en lanzar campañas públicas para concientizar a la población acerca de la creciente ola de feminicidios. Para lograr tan loable objetivo una serie de artistas, cantantes, actrices o estrellas televisivas —la mayoría de rasgos occidentales blancos— bajo el lema “Vámonos Respetando” han prestado su imagen para concientizar a la sociedad sobre el flagelo de la violencia de género. Las “hadas madrinas” les advierten a los victimarios (machos) que se abstengan de atentar contra la dignidad de las féminas. Son dos realidades muy diferentes; aquellas mujeres famosas de un alto poder adquisitivo que viven en condominios protegidas por guardias de seguridad, y las mujeres del pueblo que el 80% son mestizas o indígenas que residen en las colonias marginales y se movilizan en metro, buses o a pie y que, por ende, están expuestas a incontables peligros. Hemos pasado del paternalismo jesuítico al maternalismo humanitario ejercido por unos oligarcas que se erigen en las salvadoras de su estirpe.
Que se puede esperar de una sociedad de idólatras alcohólicos donde el número de cantinas, bares, antros y discotecas superan 1000 por 1 al de bibliotecas o centros culturales. El alcohol es la estrella de todas las actividades sociales y encima patrocina eventos culturales, educativos, la música, el deporte, etc. En los ambientes sórdidos de esas colonias o guetos de las clases bajas es muy fácil que estalle la violencia intrafamiliar, las rencillas entre las parejas, ataques de celos, gritos y reproches y como no, las agresiones contra los hijos. A todo volumen se escucha música norteña o los famosos narcocorridos mientras la televisión transmite la sobredosis diaria de telenovelas, reality shows, fútbol y películas de acción. Las series de mayor audiencia son las que santifican a esos mafiosos que de la noche a la mañana se vuelven multimillonarios. Sin duda alguna los jóvenes los toma como el mejor ejemplo a imitar para salir de la pobreza. Y como el fin justifica los medios pues a traficar, robar, torturar, matar o desaparecer. La banalidad del mal se ha magnificado hasta límites inconcebibles. Se aprende primero a disparar una pistola que a leer o escribir.
Si no hay alcohol, no hay felicidad, sino hay borrachera, no hay fiesta. Estos son los rasgos más característicos de la idiosincrasia del pueblo. Alienados por los videojuegos de guerra, la sobre estimulación de la libido con el bombardeo pornográfico el resultado es más que perverso. Por el contrario jamás se fomentará el estudio, la lectura, el deporte, o el disfrute de la naturaleza.
La juventud hedonista tan solo está obsesionada con ganar dinero fácil. Y para conseguirlo es necesario enrolarse en los grupos delincuenciales como halcones, mensajeros o sicarios. La creciente demanda de droga en la frontera norte y el microtráfico o el narcomenudeo interno dispara la bonanza de dólares y la lucha por controlar las rutas de distribución. Un negocio floreciente al que hay que añadirle la trata de blancas, robos de vehículos, secuestros, extorsiones, estafas, guachicoleo, asaltos a bancos etc. La santa alianza entre poder y narcotráfico es prácticamente indestructible. A lo largo de la frontera de México con EE. UU. existen más de 1200 armerías legales que abastecen los arsenales de los contrabandistas que las venden o cambian a los carteles por drogas o estupefacientes. Hasta aquí nos ha traído el neoliberalismo globalizador y genocida que promueve los EE. UU.
Y es que las multinacionales del alcohol cada año multiplican por cinco sus ganancias. La masa está ávida por evadirse de un entorno opresivo y estresante. La ecuación es muy fácil: entre mayor sea la crisis social, más vicios, alcoholismo, borracheras. El alcohol junto a las drogas es el principal inductor de los actos criminales. Lo más común es excitarse a base de canastadas de cerveza, botellas de tequila, ron, vodka, whisky, más un variado cóctel de drogas blandas y las duras. (Marihuana cocaína y heroína, anfetaminas, inhalantes, éxtasis, LSD, el fentanilo una droga 50 veces más poderosa que la heroína y hasta 100 veces más fuerte que la morfina) Dicha mezcla explosiva carcome el cerebro y los “machos lumpen” de cuerpos tatuados con diseños diabólicos que en el momento menos pensado poseídos por los espíritus malignos se transforman en depredadores sexuales o sadomasoquistas que buscan víctimas propiciatorias para ofrendarlas en el altar de los sacrificios. Aquí no hay clemencia, ni compasión pues las fieras ansiosas por saciar sus más bajos instintos lanzan su dentellada siniestra en cualquier oscuro callejón.
Estamos rodeados de enfermos mentales, asesinos de la peor calaña, individuos psicóticos y paranoicos capaces de realizar macabros rituales en honor a la santa muerte y orgiásticas misas negras de canibalismo extremo –tal y como lo reveló el caso del Monstruo de Ecatepec (Ecatepec es el municipio mexicano más violento para las mujeres) Cuando uno camina por las calles no sabe si en las bolsas negras tiradas en el suelo hay basuras o restos humanos (los embolsados) El 70% de los cadáveres de las víctimas son tirados en terrenos baldíos, basureros o canales de aguas negras. La mayoría tienen una edad promedio entre los 20 a 35 años y en un alto porcentaje sufrió abusos sexuales.
México es uno de los principales países exportadores y consumidores de cerveza y el cuarto productor a nivel mundial con 110 millones de hectolitros al año. Aunque también es uno de los países con mayor mortalidad a causa de cirrosis hepática. Sin embargo las autoridades se enorgullecen de que el tequila haya sido elevado a la categoría de patrimonio cultural de la humanidad.
Nuestros países son drogodependientes y etílicodependientes. ¿Es posible que algún gobierno en América Latina imponga por decreto la ley seca en los fines de semana? ¿Lo permitiría la industria cervecera o la licorera que detenta un gran poder político y económico? Sería visto como un ataque al libre mercado y la libertad individual a pesar de la devastadora crisis de salud pública que esto supone. A sabiendas que el tiempo de ocio está relacionado directamente con el trago, las drogas, las discotecas, prostíbulos o casinos. Prohibir el alcohol desencadenaría gravísimas revueltas y motines por culpa del síndrome de abstinencia.
En EE. UU. estuvo vigente desde 1920 hasta 1933 la ley seca. Todo comenzó en las últimas décadas del siglo XIX cuando una corriente puritana culpabilizó al alcohol de la decadencia, el atraso y la pobreza de la sociedad. Se enaltecía los vicios y no las virtudes. Un argumento que también fue defendido por los partidos de izquierda, liberales y los sindicatos porque las bebidas alcohólicas embrutecían y esclavizaban a las masas de obreros y proletarios. Los hombres se gastaban su sueldo en las cantinas y se emborrachaban provocando violencia intrafamiliar y el aumento de la delincuencia. Las cárceles estaban llenas a rebosar y había que tomar cartas en el asunto. Y así fue como el congreso USA aprobó la enmienda XVIII prohibiendo el alcohol en todo su territorio. Como reacción surgieron las destilerías clandestinas, y las mafias de contrabandistas que escribieron una de las páginas más sanguinarias de la historia norteamericana.
México posee una de las tasas más altas de violencia de género, feminicidios, abusos sexuales, violaciones o pedofilia del mundo (América Latina es la región más letal para las mujeres) Estamos ante un problema estructural de múltiples ramificaciones imposible de combatir a corto plazo. Un asunto que los gobiernos intentan esquivar y hasta minimizar maquillando las estadísticas para desembarazarse de tamaña vergüenza.
Del 2005 al 2018 la cifra de mujeres desaparecidas en Edomex se elevó a más de 5.500 —de las cuales 150 son niñas—. Las comisiones de búsqueda de aproximadamente 40.000 desaparecidos en todo el país se han mostrado completamente ineficaces para localizarlos.
El feminicidio en México —y también en Latinoamérica— ya se le califica por los sociólogos como de genocidio. Las estadísticas nos advierten que 9 mujeres son asesinadas diariamente. Esta espeluznante cifra ha sido corroborada por informes de los organismos de derechos humanos SEGOB y la ONU en el que también se añade que el 41,3% de las mujeres ha sufrido algún caso de abuso sexual durante el curso de su vida. Y eso que paradójicamente México es un país que venera a la Virgen de Guadalupe, la madre tierra o Tonantzin, y que el día de la madre es más importante que el grito de independencia.
Los feminicidios en la égida de la cuarta transformación de AMLO no disminuyen sino que por el contrario aumentan escandalosamente. Este es uno de los principales flagelos sociales que golpea no solo en México sino a América Latina —que según la ONU es la región más desigual del mundo—.Entre las 50 ciudades más violentas de los cinco continentes hay 15 mexicanas: Tijuana, Acapulco, Ciudad Victoria, Ciudad Juárez, Irapuato. Tijuana en el 2018 alcanzó la tasa de homicidios más alta del mundo, según un estudio del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública. El presidente López Obrador ha tenido que reconocer que se ve impotente para contener esta ola de homicidios que afecta todo el país. Al pueblo acuciado por tanta fatalidad no le queda más remedio que pedir de rodillas la pronta instauración del reino de Dios en la tierra.
Ya no hay poetas, sino sicarios, ya no hay románticos soñadores sino violadores y estupradores, queremos que en los rostros de la gente se dibuje una sonrisa y no caras largas y ceños fruncidos. La utopía de una ciudad segura se desvanece por completo. El feminismo en México no es una moda, ni una pataleta anti machista, sino una respuesta lógica al tremendo desafío que supone enfrentar los siniestros atentados contra la dignidad humana. Por eso han tenido que invocar la solidaridad género tanto de mujeres, hombres y la comunidad LGTB.
¿Es posible llevar a cabo un proceso de paz en México que conduzca a la reconciliación y termine de una vez por todas con esta sangría? ¿Será capaz el gobierno de sentarse a dialogar con las bandas y carteles para que se desmovilicen y entreguen las armas a cambio de una amnistía, un programa de reinserción social y la promesa de no ser extraditados a los EE. UU.? ¿O por el contrario la única solución es más cadáveres y desaparecidos? Por el momento nadie oficialmente quiere hablar de este tema, ni proponer siquiera una mesa de negociaciones. Aunque el gobernador de Jalisco el señor Enrique Alfaro aseveró que sus antecesores en los pasados tres sexenios firmaron pactos con la delincuencia organizada.
Los actores de este gran teatro de la simulación prefieren dejar que el tiempo pase, que el dinero fluya y sus arcas se llenen a rebosar. Mientras sus intereses económicos estén a buen recaudo y se garantice su seguridad las víctimas de esta guerra que se libra en el conjunto de todo el país seguirán aumentando exponencialmente en los próximos años.