Si algo en común que nos moleste a los tres mandatarios regionales es la denominada Autopista del Café. Tanto el doctor Roberto Jairo Cárdenas, gobernador del Quindío, el doctor Víctor Manuel Tamayo, gobernador de Risaralda, como en mi caso, cuando nos reunimos a planear obras y proyectos en beneficio de la región, cada uno de los tres manifestamos nuestro inconformismo por esta obra que, con el tiempo, se ha convertido en una gran frustración para la región.
Lo que mal se planea, tiene que salir mal. Cuando en el año 1997, durante la administración de Ernesto Samper Pizano, la ANI, Agencia Nacional de Infraestructura, firmó en contrato de Concesión Nro. 113 de 1997, se aseguró en dicho contrato que la obra, que uniría las tres capitales del Eje Cafetero, tendría un costo de 175 mil millones de pesos, para la construir 90 kilómetros nuevos, rehabilitar 147 y se financiaría con 3 peajes y su ejecución duraría 30 meses.
Los beneficiados con esta obra fue la firma ODINSA, filial del Grupo Argos. No creo que exista en el país una obra que haya tenido tantos otrosí, tantos plazos ampliados, tantos aportes de los gobiernos del turno, como autopistas del café. Es una obra que se debió haber terminado hace muchos años.
Lo mayor frustración que sufrió la región fueron los famosos tres peajes, que resultaron ser la mayor mentira.
Y el más afectado fue Chinchiná y, por ende, Manizales. Los peajes, en Colombia, deben estar a 150 kilómetros cada uno, pero para el caso nuestro se ubicaron, de forma arbitraria y lesiva, un peaje en Pavas y otro en Tarapacá, caso insólito porque la distancia entre ambos es muy breve, pero las consecuencias que han tenido para el desarrollo de la región son mayúsculas, pues dichos peajes elevan los costos de las productos y mercancías que entran o salen de la región.
Ya César Caballero, en el diario La Patria, el 28 de abril de 2008, había llamado la atención sobre el tema de los peajes. Es bueno recordar sus palabras: “Cuando por fin finalicen la obra, la firma concesionaria cobrará por 20 años, los 6 peajes para recuperar los costos de este proyecto que se demorará al menos 12 años en construir. Es decir, una concesión de, por lo menos, 32 años para construir 90 kilómetros y reparar 147 kilómetros. Francamente vergonzoso”.
Aún quedan obras por realizar, después de 21 años. Pereira es la más afectada por los cuellos de botella que genera el tráfico pesado. Tampoco hay derecho que aún se sigan haciendo estudios y diseños de algunas obras que ya debería estar terminadas.
He venido insistiendo, ante las directivas de esta obra en la necesidad que tenemos para que se rectifiquen las curvas que tiene esta vía entre la Chec y el sector de La Manuela.
Nada nos ganamos con tener una supuesta vía que se supone acorte las distancias, cuando las curvas que poseen son de hace 30 años. ¿A quién se le ocurre construir una vía que dejó intactas las falencias que tenía la anterior?
Y este, para nosotros, si es un cuello de botella muy serio, pues con el aeropuerto del café, que será una realidad en un corto tiempo, la necesidad de contar con una moderna vía, es más que una obligación.
También le he insistido a autopistas del café que termine la doble calzada Santa Rosa-Chinchiná, para que esta obra no quedé inconclusa y para que, por lo menos, el peaje de Tarapacá tenga su justificación.
Ante ambas peticiones no he encontrado eco. La respuesta es siempre la misma. La falta de recursos.
Como mandatario de los caldenses, pero también como ciudadano del común, me siento en la obligación de escribir estas líneas de manera respetuosa, pero firmes y justas.
Está bien que el sector privado se beneficie con el desarrollo de obras de infraestructura del país. Lo que está mal es que esas ganancias sean en contra de los intereses colectivos de una región. ¡Es imposible guardar silencio! Porque ese silencio se vuelve cómplice.