"Aunque todo parece estar bien, a veces siento que no puedo más": así es vivir con depresión

"Aunque todo parece estar bien, a veces siento que no puedo más": así es vivir con depresión

Es una guerra interna, una batalla de emociones y pensamientos que te envuelven, que te hacen dudar si vale la pena levantarse cada día y fingir que todo está bien

Por: Cindy Cortés
enero 17, 2019
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Foto: Pixabay

En cuatro días viajaré a Egipto y hoy tengo depresión. Suena extraño, ¿verdad? ¿Cómo es posible que esté a unos cuantos pasos de cumplir por fin el sueño de mi vida y en este instante esté tirada en mi cama llorando sin un motivo aparente, cuando en cambio debería estar saltando en una pata de la emoción?

Pero bueno, creo que finalmente de eso se trata la depresión. Te apaga en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Te quita energía. Sin piedad. Sin pedirte permiso. Te deja inmóvil y como si de una pesadilla se tratara, hace que perdás la emoción por todo lo que tenés alrededor. No importa si tenés un Ferrari o tenés que andar a píe. No importa si solo podés dar un paseo por el parque de tu barrio o si, por el contrario, como en mi caso, tenés la oportunidad de irte de vacaciones a otro continente.

La depresión no discrimina y a la gente le cuesta entenderlo. Es que las comodidades no te eximen de padecerla y es precisamente allí donde entran a juzgarte más fuerte.

"Que como es que una pelada tan joven, con una vida por delante no le encuentra sentido a la vida... que cómo es que estoy triste si no me falta nada, que hay personas atravesando situaciones horribles y no se deprimen, y bla, bla, bla". La misma mierda de siempre. La misma bazofia sin sentido. El mismo discurso barato sin trasfondo alguno, ni conocimiento de causa.

Llevo cuatro días así, no me asomo ni a la ventana de mi habitación y me cuesta trabajo hasta bañarme. Es lo más similar a estar discapacitado, con la diferencia que que la incapacidad de moverte o hacer las cosas no es física, sino que viene de adentro, desde tu cerebro, desde tu espíritu y en últimas, no sé qué impedimento resultará peor.

Esta vaina es como un virus y te ataca desde adentro. Te debilita en silencio, te ahoga la capacidad de ver las cosas positivas y con buena cara. Te quita el sueño por las noches, o puede que te lo multiplique en el día. Hace que te sintás agotado, sin haber hecho el mas mínimo esfuerzo físico.

Hace unos días, estuve viendo una película en Netflix que se llama BirdBox, en ella la gente se suicida sin un motivo aparente y nadie entiende cómo o por qué, los únicos inmunes de cierta manera son las personas que tienen alguna condición psiquiátrica.

Y entonces, creo que para mí fue muy fácil encontrarle sentido. La gente por lo general le tiene más miedo a los fantasmas y demonios externos, que a los que llevan dentro de sí mismos. Y estos últimos son los más peligrosos, de los que precisamente se ocupó la dichosa película. De eso se trata, los 'entes invisibles' que hacen que la gente se auto inflija muerte, no son más que el cúmulo de sombras oscuras que lo empiezan a rondar a uno cuando tiene depresión, ansiedad o cualquier tipo de enfermedad mental.

Esa guerra interna, esa batalla constante de emociones y pensamientos que te envuelven, que te hacen dudar si realmente vale la pena levantarse cada día y fingir que todo está bien. La lucha desesperada por encontrar un sentido y un norte. La necesidad abrumadora por escapar de esos 'entes' que por años te chupan la energía, como sanguijuelas sedientas de sangre. Estos entes, a diferencia de las sanguijuelas, te van succionando la esperanza, los sueños, las ganas de compartir con tu familia y amigos, te hurgan en lo más profundo de tus temores y miedos y entonces, hacen que vivás vacío, poco a poco te van convirtiendo en una especie de zombie solitario y decadente, que hace las cosas cotidianas de manera mecánica, porque toca, porque hay que cumplir, porque es lo que se debe hacer. El desgaste emocional que demanda fabricar sonrisas falsas, de dientes hacia afuera, es inminente, cuando por dentro estás destruido y cansado y lo único que querés es esconderte de la gente, salir corriendo y encerrarte a llorar. La irritabilidad constante que te aleja de los que querés es el plato que se sirve a diario en la mesa.

Lo anterior son solo algunos de los síntomas de ese 'ente invisible', de ese monstruo silencioso que hace que a la final, mucha gente no resista más. Es que imagínense, yo sufro de esta vaina desde los 14 años y ahora tengo 25. Es todo un martirio, que te sigue como sombra al caminar.

Hace dos meses, por ejemplo, casi renuncio a mi trabajo porque no podía concentrarme, ni realizar mis actividades cotidianas con eficacia y, literal, me daba vergüenza absoluta decirle a mi jefe que yo, la que mantenía con esa sonrisa de oreja a oreja, estaba enferma, que me sentía mal, que tenía depresión y necesitaba urgentemente una incapacidad médica. Sin duda, no es una condición de la que me sienta orgullosa. Porque es que además, una cosa es vos decir que tenés un resfriado o que te fracturaste un dedo, a que tenés una enfermedad mental que pocos entienden y que incluso resulta hasta burlesca.

En Colombia, tener depresión es como un tabú. Para la gente tener depresión y entrar en una crisis es una estupidez. No se concibe. Así, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta enfermedad afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo y hace que se suiciden por su causa alrededor de 800.000 al año. Es claro que aún queda un camino largo para sensibilizar sobre el tema e incluso, sobre el tratamiento en sí mismo que, por lo general, no se centra más que en formularte pastas y más pastas, con unos efectos bien bizarros. En pocas palabras, como diría la canción"la cura resulta más mala que la enfermedad".

A veces siento que no puedo más. Solo durante dos ocasiones, en el trasegar de estos años me di por vencida y tomé medidas desesperadas. Por fortuna, tuve suerte y aquí sigo dando la pelea. Otras personas, lastimosamente, no lo han logrado, porque es que en algunos casos no se trata de meses, ni de días, son años y años, lidiando con todo eso que describí hace un rato.

Al final de cuentas, tras tantas caídas y rebotes, he llegado a la conclusión que contrario a la idea que concibe mucha gente, vivir con depresión no es sinónimo de debilidad, sino todo lo contrario, se necesita ser más fuerte que nunca, no cualquiera es capaz de luchar a diario con sus demonios más oscuros y no morir en el intento.

Así pues que antes de juzgar, a usted, a quien quizá le cuesta entender esta condición, lo invito a que se informe y respete el padecimiento del otro. Porque usted no sabe, pero desde su amigo más cercano 'el chistoso' o incluso hasta su hermano el ''de la vida perfecta', pueden estar atravesando algo similar, lo que pasa es que por lo general, en este mundo, las peores batallas se sufren en silencio.

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