Los colombianos daríamos un salto cuántico si aprendiéramos a resolver las diferencias desde los argumentos; es decir, de manera racional. Lo anterior sin descartar las instancias judiciales. La justicia a veces tarda, pero casi siempre llega. En todo caso seguir los impulsos del odio y de los deseos de venganza corresponde a mentalidades primarias, enfermas y extremistas. Ese nos es el camino. Por eso quiero expresar mi repudio a ciertas publicaciones en redes sociales que celebran la desgracia ajena, como por ejemplo, el drama de un opositor político, y por ende, el drama de una familia. Además, lo que uno le desea a los demás tiene un efecto boomerang, para bien o para mal.
Por otra parte, a punta de malas intenciones no se construye un mejor país y mucho menos la reconciliación. Y si es que el ministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo tuvo alguna responsabilidad en los trágicos hechos del 9 y 10 de septiembre del año pasado, se debe seguir un conducto regular, un proceso, una investigación exhaustiva. Yo mismo publiqué artículos de opinión en los que denuncié y lamenté esa masacre que hirió el alma de Bogotá y el corazón de la patria en una de las noches más violentas de las últimas décadas. Sin embargo, lo uno nada tiene que ver con lo otro.
Esta pandemia se convirtió en una tragedia que a todos nos está afectando de alguna forma. Y créanlo, nadie puede decir "de esta agua no beberé". Repito, seamos respetuosos del dolor ajeno. Lo dice alguien que como pocos ha confrontado al expresidente Álvaro Uribe Vélez y a su fanaticada. Pero las diferencias y discusiones se deben asumir con categoría y altura. Así que estoy orando por el señor Carlos Holmes Trujillo. No es que yo sea un hombre de gran virtud, simplemente soy un hombre de fe, un ciudadano civilizado que cada día cultiva la semilla de la empatía. Fue lo que aprendí de mis padres y formadores.
Actualmente, de a poco, veo una luz al otro lado del túnel después de los estragos que ese virus tan agresivo generó en mi organismo. Gracias a Dios mi recuperación va muy bien. Todos debemos cuidarnos y ser responsables. Nadie se imagina como pueden ser de dolorosos los síntomas del COVID-19. En especial la asfixia, la opresión y dolor en el pecho, los dolores musculares, la sensación de muerte. La angustia es tal que uno queda traumatizado.
Se requieren tiempo y paciencia para retornar a una vida normal. Esto es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Compatriotas, al menos en esta hora de dolor unámonos para salir adelante, que las diferencias políticas se irán discutiendo en el camino. Prefiero ser optimista, más allá de la violencia que ha sufrido mi familia por culpa de la extrema derecha. Creo que todavía podemos soñar con el perdón y la unidad y la paz.
Por último, hay un ser humano sufriendo, hay una familia angustiada, y yo si me uno a ellos en oración. Esto nos enseñó el Señor Jesús: hay que bendecir a los que nos maldicen, y amar nuestros enemigos y hacer el bien a los que nos hacen el mal. Así aportaremos mucho a la reconciliación en un país lleno de extremos y pasiones enfermas.