No soy admirador de Trump. Su ideología es antagónica a la concepción liberal centro-izquierda que he profesado siempre. Pero soy un analítico de la historia, porque la historia es el hombre; y porque todo desarrollo histórico tiene sus causas en las circunstancias que hacen posibles los hechos.
De ahí que en realidad sea fácil distinguir los elementos que han jugado a favor del señor Donald Trump, a pesar de las acusaciones penales que se han levantado contra él y de su debilidad por la actriz porno, Stormy Daniels, que lo sedujo, como sedujo a Clinton aquella muchachona Mónica Lewinsky que lo encerró en el baño del Salón Oval y le “desató” de sus inhibiciones de presidente para dejar al hombre con su debilidad. Bueno y lo hizo pecar.
Trump ganará lejos sin importar las minucias. Es hábil y muy inteligente y lo que quiere lo lucha y lo gana. Barrió con el pobre presidente Biden en momentos tristes. Le ha hecho sentir el peso de la edad como si fuera una culpa, que en realidad lo es cuando se trata de la presidencia de una potencia como USA. Con BIden Trump ha sido impiadoso y cruel; pero por supuesto en la política no hay alma ni sentimientos. Menos aun en un mundo moderno tan complicado como el que está en juego en el que no existe campo para la consideración humana.
Todo este conjunto de cosas se vio con claridad amarga aquel día -28 de junio en Virginia- en el debate de los dos candidatos propiciado por CNN. Biden estaba con gripa y después debió contraer el covid. Y se había caído en la escalerilla del avión y luego confundió a Zelensky con Putin y a su vice Kamala Harris con el propio Trump. ¡El desastre!
Hasta tal punto llegó el asunto, que el propio Obama, su presidente titular -Biden fue su vice-, con la mayor consideración y afecto le aconsejó que se retirara con desprendimiento y elegancia de la contienda. Éste lo oyó y se retiró, en una jugada desprendida y airosa, que además lo sustrajo de un momento fatal ineludible: la derrota ante el expresidente Trump, aun siendo el presidente en ejercicio.
Hoy puede decirse que ya no pasará por ese golpe tan cruel, que inexorablemente espera a quien sea el candidato, seguramente la actual vice, Kamala Harris. Solo que para ésta la derrota segura que la espera no será tan fatídica, porque ella está simplemente en ascenso. Y porque le abre caminos futuros y porque además ella tiene juventud y un carisma, al igual que un talento llamativos.
Pero por supuesto que lo que torna en asunto decidido y ventajoso a Trump, ciertamente carismático en la derecha que eventualmente podría ser mayoría en Estados Unidos, es el atentado de que fue víctima hace pocos días, cuando en Butler, Pensilvania, en un mitin cualquiera, un muchacho llamado Mathew Crooks, de solo veinte años, con un fusil de alta precisión de su padre, disparó varios tiros contra el expresidente, que alcanzó a lastimar su oreja derecha y que mató a un espectador e hirió a una señora.
Afortunadamente Trump salió ileso y con el puño cerrado hacia arriba, no mostró temor sino un coraje subido de punto. Es es un tigre de pelea, aunque el lenguaje en adelante ha sido conciliador y de paz.
Bueno, así son las cosas y así se consagra una elección que podía tener alguna contradicción, pero ahora, por el atentado, queda consagrado ese liderazgo ante la historia. Y tampoco habrá otro atentado, que el anterior fue insular.
Es el héroe valiente y denodado capaz de retornar al poderío de los Estados Unidos y regresar a la economía boyante de antes.
Hay un hecho aun más claro: Putin lo respeta y los árabes saben que es hombre de lucha y la verdad es que, aun cuando se diga, nadie quiere una pelea nuclear, como lo oteara aquel español de “Las guerras de la postguerra” Julián Marías: no puede haber una guerra nuclear así lo piensen y eventualmente lo digan. De dientes para afuera solamente.