Y sí, lloramos, se nos hizo un nudo en la garganta con todo este maremágnum de Egan Bernal en el Tour de Francia: el primer latinoamericano en ganar esta mítica carrera que ya pasó los 100 años de historia.
Un muchacho de apenas 22 años de edad dio el golpe psicológico de que sí se puede. La humildad de Egan al decir que este es un triunfo de todos, de Latinoamérica y sobre todo de Colombia es un mensaje de alguien que si no hubiese sido lo suficientemente fuerte en la parte mental y física, era complicado que lo lograra. Y lo hizo, eso sí con un entorno que le favoreció, un equipo de los mejores del mundo que lo llevó a eso. Y es que el ciclismo como otros deportes es una amalgama de cosas: actitud, físico, disciplina y estrategia.
Eso sí, algo de suerte porque los derrumbes en Francia ayudaron a sus contrincantes para que Egan no les sacara más tiempo. Por su estado de forma, más que evidenciado, con escarceo amplió la brecha con sus rivales.
El zipaquireño dio una lección a muchos. Como lo dijo uno de los que se vistieron de amarillo en el Tour de Francia, Víctor Hugo Peña, que ya estaba cansado de llevar ese lastre, pero que quería ver a alguien que lo ganara y vea, Bernal lo pudo hacer.
Después de este triunfo, la vida sigue y la violencia igual. A los dirigentes sociales y comunitarios los continúan asesinando, el desempleo no baja y la desigualdad no deja de ir cuesta arriba. La horrible noche no cesa.
Con todo lo anterior, ya hay más que evidencias, certezas y estadísticas para que el ciclismo sea más apoyado o es que a lo de Nairo en el Giro de Italia y en la Vuelta a España, más lo de la medalla de plata de Rigoberto Urán para la ruta en unos olímpicos, no cuenta. Y si no es suficiente, pues otra modalidad del ciclismo obtuvo dos oros olímpicos, históricos, los de Mariana Pajón. El deporte de las bielas no puede seguir siendo visto como un segundón.
Y es que Egan es otro ejemplo más que claro de humildad, porque empezó con una bicicleta prestada y en París habló en varios idiomas sobre lo que significó para él ganar el Tour de Francia. Menos mal dejó el periodismo y se dedicó al ciclismo.
Ya no más seguir eso de pensar que estamos para animar las carreras. Es hora de que los competidores se sientan como ganadores y firmes aspirantes a ganar todas las competencias, pero eso no se logra con simplemente tener hambre de triunfo, sino de acompañamiento y no necesariamente de que los visionarios del exterior vengan a llevarse a los talentos. La cantera hay que fortalecerla.