Uno de los resultados económicos que más merecido reconocimiento le debiera estar generando a Gustavo Petro es, sin duda, el obtenido en el campo de la generación de empleo. Durante su gobierno, los nuevos puestos de trabajo sobrepasan el millón y medio, y ello bajo la vigencia de un régimen laboral al que no se le ha movido una coma desde 2002.
Dicho logro no se le ha reconocido, como tampoco el de haberlo alcanzado a través de sus repetidas salidas al exterior, en las cuales, al tiempo que nos representaba en importantes eventos internacionales, promovía a nuestro país como destino turístico, lo cual se ha visto reflejado en una mayor participación de esta actividad económica en el PIB y en el consiguiente aumento de la demanda hotelera y de comidas, además de muchos otros servicios.
Lo anterior es bueno señalarlo, ya que en el Congreso y los gremios se esgrimió como argumento de oposición a la reforma laboral, el que esta no generaba nuevos puestos de trabajo. Ignoraban tales señores, o aparentaban ignorar, que el régimen laboral no tiene por objeto la creación de empleo, sino regular las relaciones obrero-patronales, las cuales se vieron afectadas mediante la Ley 789 de 2002, salida de la pluma de Álvaro Uribe Vélez, al acentuar la flexibilización laboral, echar por tierra la condición de contrato de trabajo de los vínculos laborales de los aprendices del SENA y modificar regresivamente el régimen de horas extras, sin que ello condujera a elevar los niveles de empleo que supuestamente se pretendía alcanzar con dicha Ley.
Al igual que estos éxitos, a Petro también debe reconocérsele que bajo su mandato se ha aumentado el ritmo de creación de nuevas sociedades de capital, lo cual prueba que su promesa de campaña de promover el capitalismo no expresaba estrategia alguna para disminuir la oposición de los enemigos de su candidatura. Esta promesa, que no fue suficientemente controvertida por sus simpatizantes, hoy viene haciéndose real y, pese a ello, no ha sido respondida con una razonable disminución de esa oposición.
Lo anterior evidencia que conciliar no es el mejor camino para mejorar de manera significativa las condiciones de vida de la población, como sí ha demostrado serlo en gran medida su movilización callejera, y lo demostró al producir un cambio de color en las banderas políticas que hoy se izan en el Palacio de Nariño.
En consecuencia, todos a la calle este 18 de marzo. El éxito de esta movilización representará un impulso a la consulta a que ha llamado Petro como exigencia de aprobación de las reformas últimamente presentadas al Congreso.
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