Hoy hace 71 años fue asesinado el caudillo Jorge Eliécer Gaitán, únicamente, porque representaba el cambio. De su muerte, se conoció el autor material. Los intelectuales del crimen nunca fueron develados y aún sus familias ostentan el poder en Colombia. Ahora, esos mismos abolengos, representados en élites mafiosas, continúan un mandato de corrupción y muerte. Cambiaron solo las caras de los verdugos.
Por encima de todos los ciudadanos, se impone una dictadura disfrazada de democracia que, como en los tiempos de Gaitán, deriva su poder del terror que causan sus asesinatos. Hoy, como hace más de siete décadas, siguen buscando la guerra para continuar acumulando poder económico y político. Cambian las caras, pero siguen los mismos malévolos principios que los inspiran. Odian al indígena, desprecian al negro, abusan de los más pobres, se roban hasta la basura.
Esa misma cohorte corrupta rige los designios del país que, cada día, desde el 9 de abril de 1948 ha seguido asesinando a Gaitán, tratando de borrar sus ideales. Esa misma oligarquía con escándalos de corrupción tiene alianzas con genocidas que, con falsas banderas, amenazan, desplazan y asesinan para despojar de lo último que poseen los que no tienen nada.
Ese silencio, obligado por la violencia que acalla con armas y se soporta en medios de comunicación, igualmente corruptos, legaliza el despojo y la muerte. De lo que nos han quitado, que ha sido casi todo, solo queda la esperanza. ¡Que no se la roben, que no la asesinen!