"Le pido a los seguidores y a los demás candidatos que no continúen haciendo comentarios irresponsables acerca de mi candidatura ¡Por Dios, no sean irresponsables!, esto puede tener consecuencias para mí, incluso fatales", advirtió Karina García Sierra a través de un vídeo una semana antes de la masacre.
En ese entonces esperábamos que Karina García Sierra, candidata del Partido Liberal, se convirtiera en la primera mujer en llegar a la Alcaldía de Suárez por voluntad de la ciudadanía. Ese era nuestro sueño y el de miles de habitantes de este municipio que ha padecido todos los males.
Sin embargo, sus propuestas, su campaña, su ideología de servir con honestidad en una de las regiones más violentas y polarizadas de Colombia le segaron sus aspiraciones a una mujer que fue concejal y personera. Ese fatídico domingo 1 de septiembre de 2019, a ella, a su madre (Otilia Sierra), a Yeison Camilo Obando (aspirante al Concejo municipal), a Aidé Tróchez y Héctor González (presidentes de las JAC veredales) y a Lavedis Ramos (dirigente rural) les quitaron la vida.
Se cumple un año de esta vil masacre y este crimen sigue impune, no es un hecho aislado y dice mucho del recrudecimiento de la violencia política en nuestra región. Ella es uno de los tantos de candidatos asesinados por expresar sus ideas y por la intolerancia.
Ella, esposa, madre, hija e indiscutible líder social, tenía tan solo 31 añitos y toda una vida por delante. Y aunque denunció hasta la saciedad cuando los afiches de su campaña comenzaron a ser pintados de negro en plena campaña, delató las noticias falsas sobre ella que decían que en caso de llegar a la Alcaldía de Suárez iba a llevar paramilitares y quitarle tierra a la gente, ningún ente la escuchó.
Además, se lanzaron acusaciones irresponsables que estigmatizaron la candidatura de una mujer, reproduciendo y avalando mensajes de odio, que encontraron eco en grupos armados con un desenlace fatal. Hoy siguen instalados imaginarios de que cuando las mujeres rompen el estereotipo que las ubica en situación de obediencia se justifica el uso de la violencia. Se equivocan. Ellas tienen todo el derecho de salir de los esquemas “normales” de la sociedad que históricamente han padecido; nociones que continúan impulsando y ahondando imaginarios sexistas que limitan la presencia de las mujeres en espacios de poder, en este caso de participación política electoral.
Karina era una mujer como muchas en el Cauca, con deseos fervorosos de trabajar por su comunidad y con la profunda convicción de luchar en procura de alcanzar un bienestar común. La paz para ella, paradójicamente, era un don por el cual había que batallar cotidianamente, por ello, entre otras razones, había decidido aspirar a la alcaldía de su municipio.
Después de estos tristes hechos, se sigue demostrando un Cauca y una Colombia polarizada, donde con el lenguaje incendiario se descalifica y se acaba con la honra de las personas, donde las masacres siguen, donde la violencia política no cesa, donde los ataques de grupos al margen de la ley aumentaron y donde los delitos de lesa humanidad no pararon.
Finalmente, invito a las autoridades regionales y nacionales para que actúen en consecuencia. No más anuncios de recompensas, ni consejos “extraordinarios” de seguridad, hoy, un año después, queremos que nos digan la verdad, que nos enseñen el avance de las investigaciones y el juzgamiento de los culpables de esta masacre.