En los próximos días los colombianos empezaremos a vivir un nuevo episodio del acostumbrado tsunami de propaganda política que nos invade y disgusta a muchos cada vez que hay elecciones. El periodo oficial para hacer campaña política parlamentaria comenzará en diciembre 11 e irá hasta marzo 10 de 2018, para presidencia se extenderá hasta mayo 26 de 2018 y luego nos prepararemos para las departamentales de 2019. Nuestras calles se inundarán de carteles, vallas y volantes. Las emisoras de radio y televisión no darán tregua con la pauta política. Toneladas de basura y papel rodarán por doquier y los dueños de la publicidad se harán mucho más ricos de lo que son. Así mismo, cada página de los periódicos, revistas y redes sociales nos invitará a votar por todo tipo de candidatos. En las calles será normal ver a los políticos que buscan reelegirse bajarse de sus Toyotas blindadas y entre guardaespaldas sonreirán, estrecharán manos, abrazarán a vendedores ambulantes, se tomarán fotos y como es histórico prometerán los “puentes donde no hay ríos”.
Con todo lo irónico y populista de ese circo de sonrisas fingidas, los colombianos tenemos la fortuna de tener una democracia constitucional que tenemos que aprender a aprovechar y alegrarnos de ella. Los ciudadanos de regímenes autoritarios incluso en países ricos como Arabia Saudita o Singapur, por ejemplo, no tienen esa opción de decidir y cambiar a los que abusaron y abusan del poder. A escondidas y con miedo de ser sentenciados a muerte sus habitantes desean devolverle el poder a la democracia.
Solo la democracia nos da la libertad de escoger nuestro futuro libremente. En el mundo moderno las dictaduras, las monarquías, los regímenes socialistas, los gobiernos regidos por extremistas religiosos nunca funcionarán y sus ciudadanos buscan y buscarán escapar hacia la libertad donde los derechos humanos y civiles se respeten, dejando millones de muertos en el intento. Francis Fucuyama, en los 90, llamó a la democracia liberal el “fin de la historia”, pues qué otra forma de gobierno puede ser mejor. Aun con todas sus imperfecciones, solo la democracia permite a los ciudadanos, al menos en teoría, expresarse políticamente sin distinción de color, creencias personales o estrato social. Podemos elegir, revocar, postularnos para cargos de elección popular, participar en las decisiones sociales, tener libertad de prensa, crear grupos políticos, protestar, reunirnos y asociarnos libremente, pensar y expresar lo que pensamos, hacer nuestras leyes. Aun con nuestra historia de violencia, desplazamiento y coerción social, los colombianos tenemos ese derecho constitucional. Nuevamente tenemos la oportunidad de decirle “no más” a los cientos de “Ñoños” en todo el país y a sus herederos políticos; a los que no les gusta Uribe, Petro, Vargas Lleras, las Farc, o cualquier otro(a) les podemos decir “no” en las urnas. Podemos votar para elegir a los que creemos que van trabajar por el bien común y por un momento podremos soñar con un mejor país.
En la realidad cambiar un país como Colombia es un reto que durará generaciones. Aparte de la pobreza material, nuestro problema es cultural: no votamos, pero sí nos quejamos de los que gobiernan; todos opinamos sobre política, pero poco nos interesa leer; el rating de televisión nos demuestran que en los momentos donde políticas más transcendentales se deciden para nuestro país, preferimos las telenovelas y los reality shows a los debates y programas de opinión que nos ayudan a entender cómo funciona y piensan los que nos gobiernan. Decimos a viva voz que “todos los políticos son iguales”, y no, no todos son iguales, hay unos buenos y otros muchos que son peores de lo que parecen.
Es difícil creer que las cosas pueden cambiar, pero nuestra responsabilidad ciudadana es hacer lo propio para que el futuro de nuestro país sea mejor. Si aún no ha inscrito su cédula, saque un tiempo y participe con su voto, voz y conciencia; invite a su familia y amigos a votar pensando en su país, en su futuro y si alguien le paga por su voto, denuncie.
Después de las elecciones, cuando la fiesta de promesas, tamales, billetes y camisetas termine volveremos a la vida casi normal. Como dice Serrat en su canción Fiesta, "con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza y el cura a sus misas", los bogotanos a TransMilenio, con esperanza de que los elegidos algún día decidan hacer un metro con nuestros impuestos; los desempleados que aún no se rinden seguirán enviando hojas de vida; y desafortunadamente, algunos de los herederos de los corruptos empezarán a celebrar su elección. Esa es la democracia, si las cosas no cambian en los siguientes años debemos seguir intentando en las próximas elecciones. Por ahora entre buena voluntad, mentiras y promesas tendremos la oportunidad de cambiar el futuro de nuestra república democrática. Les dejo nuestro calendario electoral 2018.