El sol brillaba intensamente el 4 de julio de 2024, mientras don José Cruz, un hombre de 85 años, salía a realizar su caminata diaria en las tranquilas calles de Fontibón. Esta rutina, recomendada por su médico para mantener su salud, terminó abruptamente en una tragedia que revela la indiferencia y negligencia latente en las calles de Bogotá.
A las 4:00 pm, una buseta con placas KYQ 510 y número interno Z37-4164, conducida por una mujer de la empresa La Rolita, propiedad del distrito de Bogotá, atropelló a don José. La escena, que debería haber desatado una cadena de acciones responsables, se convirtió en un triste ejemplo de desinterés y falta de humanidad.
Don José fue trasladado de urgencia a la clínica Medicentro de Fontibón, donde pasó los primeros cuatro días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Su lucha por la vida continuó por 18 días más en una habitación regular. Durante este tiempo, ni un solo funcionario de La Rolita se acercó a la clínica, ni siquiera se molestaron en hacer una llamada para conocer su estado.
Este atropello no solo causó graves lesiones físicas, como una lesión craneoencefálica que requirió puntos de sutura, una perforación pulmonar que necesitó drenaje continuo, varias costillas rotas y un hombro dislocado, sino que también desnudó una dolorosa realidad: en Bogotá, atropellar a una persona puede convertirse en un hecho de indolencia absoluta, donde la vida y la salud de los afectados parecen no importar.
Lo más alarmante es que la buseta, responsable de esta tragedia, volvió a operar sin inconvenientes la semana siguiente, mientras don José seguía en su lucha por recuperarse. Esta situación se agrava al considerar que la empresa La Rolita pertenece al distrito de Bogotá, lo que debería implicar un mayor grado de responsabilidad y empatía.
En un intento de obtener una respuesta, se envió un correo electrónico a la señora Carolina Martínez, representante de la empresa, solicitando una aclaración sobre lo sucedido y el continuo uso del seguro obligatorio del automotor, especialmente teniendo en cuenta que don José aún estaba hospitalizado.
En el mensaje, se resaltó la ausencia de cualquier apoyo por parte de la empresa hacia los familiares del señor Cruz. A pesar de esto, la señora Carolina Martínez, Gerente de La Rolita, nunca respondió, reflejando una indiferencia que parece ser la norma.
Don José, quien llevaba una vida activa y saludable, ahora debe depender permanentemente de oxígeno y un caminador debido a las secuelas del accidente. Su próstata también se vio afectada, sumándose a la larga lista de daños físicos y emocionales que ha sufrido.
Este caso, lejos de ser una excepción, evidencia la cruda realidad de muchos peatones en Bogotá, expuestos diariamente a incidentes viales sin saber cómo proceder ni recibir el apoyo necesario. La falta de respuesta y de responsabilidad por parte de las empresas y autoridades es una herida abierta en nuestra sociedad, que clama por justicia y humanidad.
Don José Cruz, un hombre que solo buscaba mantenerse saludable, se ha convertido en una estadística más, víctima de la indiferencia y la negligencia. Su historia es un llamado urgente a la acción y a la reflexión sobre la manera en que nuestras ciudades deben proteger a sus ciudadanos más vulnerables.