Hace unos días atendí una amable invitación que me extendió Francisco Valencia, gerente del Aeropuerto Matecaña, quien anda desarrollando un ejercicio muy interesante con las diferentes fuerzas políticas, cívicas y empresariales de la ciudad.
En este ejercicio explica el estado actual de la terminal en cuanto a su infraestructura y operación. De paso, en medio de eso, también me comentó lo que viene para la terminal en términos de nuevas obras y nuevos proyectos, esto en una dimensión amplia de competitividad regional.
En resumen, una invitación bastante agradable, pues, ante tanto ruido que generó y genera el modelo jurídico de APP que se usó para lograr este hito, deja una agradable sensación ver que la obra va bien, que estamos en buenas manos y sobre todo que el futuro resulta promisorio.
En todo caso, lo que sí me dejó pensativo fue lo que me comentó al respecto de la ampliación de la pista. El Dr. Valencia juiciosamente ha revisado con detalle si la pista debería ser ampliada un poco más y si dicha ampliación sería rentable, además de comercialmente viable para los operadores de aeronaves. Para ello se requieren unos estudios técnicos y consideraciones de mercado, en lo que anda junto con las aerolíneas.
Pero lo que sí se tiene claro es que, en ninguna circunstancia y condición técnica, la pista de nuestro aeropuerto podría servir para el aterrizaje y despegue de aviones de carga comercial de gran envergadura, o conocidos como heavy (pesados), aeronaves que a tope de capacidad pueden pesar hasta 180.000 kilos.
Resulta que las características de nuestra geografía hacen inviable que con los procedimientos diseñados para dichas aeronaves en condiciones de emergencia se logren llegar a otro aeropuerto, o que al momento de un aterrizaje frustrado puedan flanquear los cerros que rodean nuestro espacio aéreo. Esto genera como resultado que técnicamente no pueda ser considerado como viable.
Así las cosas, si nuestra ciudad quisiera ser un nodo logístico y un gran hub de carga aérea para la región —bandera de varios dirigentes políticos hoy día—, debemos pensar desde ahora en otra forma de serlo, pues desde el actual Matecaña no sería posible.
Así fue como terminó nuestra reunión, tras la cual seguimos conversando sobre otros temas. Sin embargo, yo no era capaz de dejar ese asunto de lado, así que le seguimos dando debate, de tal forma que seguimos explorando opciones, donde surge una obvia, una que ha tenido bastante debate y algo de acción. Esta implica comprar el aeropuerto de Santa Ana en Cartago.
No obstante, lograr una negociación en ese frente no ha sido tarea fácil. Y no ha sido fácil, pues para los pereiranos dicho aeropuerto si bien cuenta con unas condiciones de espacio aéreo excelentes, también implica una inversión bastante onerosa, pues no cuenta con una infraestructura mínima que le permita operar en el sentido que se pretende.
Su pista requiere adecuaciones, su terminal ni hablar, también las ayudas tecnológicas están ausentes. En general, este aeropuerto está bastante rezagado en términos de infraestructura, pero sigue contando con las condiciones climáticas y geográficas que lo hacen una opción viable.
Por eso resulta triste ver lo limitada que ha sido la visión de los dirigentes del municipio vecino. Es entendible que no es una tarea fácil y menos económica, es todo un reto para un municipio olvidado por la administración departamental y agobiado por la violencia.
De hecho, si se revisa el plan de desarrollo municipal de Cartago 2020-2023, en su componente de “Transporte e infraestructura para la competitividad en armonía con el medio ambiente”, se ve que solo contempla una inversión en este frente, la cual se describe así: “gestionar un (1) proceso de la viabilidad y operación integral del Aeropuerto Internacional Santa Ana”. Por otro lado, el plan de desarrollo departamental de Valle del Cauca ni lo menciona.
Palabras más, palabras menos, ese activo no es de interés para la administración municipal y menos la departamental. Ahora bien, el plan nacional de desarrollo en su aparte referente a la región pacífico advierte lo siguiente: “Mejoraremos integralmente la infraestructura física de 4 aeropuertos no concesionados”. Sin embargo, no es taxativo en cuanto a cuáles serían esos cuatro aeropuertos y hasta donde se advierte no hemos visto intervenciones allí.
La pregunta que surge sería entonces: ¿cómo lo podríamos comprar? Vemos una aproximación a partir de las conversaciones que se están dando para la inclusión de Cartago en el AMCO (Área Metropolitana Centro Occidente). A raíz de ellas, ahora sí Cartago es “muy” importante para el Valle del Cauca y sus líderes políticos, como Dilian Francisca Toro, quien anda indignada con la intención de los cartagueños.
Es decir que a eso le van a poner todas las trabas que puedan, lo dilatarán y al final del día el aeropuerto no será nuestro y en manos de ellos tampoco se actualizará de la forma que se requiere. Nuevamente el ego político se antepone al desarrollo.
En ese orden de ideas, la respuesta obvia sería pagando por él. Ya en el pasado se trató, cuando Juan Manuel Arango le propuso al Concejo de Pereira comprarlo por 56.000 millones, incluso ya se tenía lista la negociación, pero finalmente no se lo permitieron y nos perdimos la oportunidad.
Yo no sé qué fue lo que pasó con nuestros dirigentes, que de un momento a otro dejaron de pensar en el largo plazo para pasar a pensar solo en 4 años. Menos mal ya estamos volviendo a esa senda de gerentes de territorio y visionarios.
Ahora bien, ya por 56.000 no nos lo van a vender de hecho, creo que la cifra final puede ser irrisoria, pero surge una mejor opción. Puede ser que la mejor forma de comprar ese activo no sea con dinero. Tal vez a través de ofrecerles algo que realmente necesiten, algo que la ciudadanía de Cartago requiera con urgencia y, sobre todo, que resuelva un problema, no solo latente, sino advertido ya por los entes de control.
Pero eso se los contaré en la próxima columna, pues esta ya se fue demasiado larga.