En Colombia hay muchas zonas rojas, pero el Catatumbo es particular: se la disputaron a sangre y fuego las FARC, el ELN, los paramilitares y el EPL, un grupo casi extinto en el país que inmensamente poderoso en la región. Por ser una zona fronteriza, el Catatumbo es vital para el tráfico de droga, armas y contrabando, y por eso ningún grupo ha siquiera considerado intentar abandonar la región.
De los cerca de 7,000 miembros que se están desmovilizando que anunció el gobierno, 598 de ellos, 268 combatientes y 330 milicianos, se reunieron en la zona veredal transitoria Caño Indio en Tibú. Así se prepararon los miembros del Frente 33, varías columnas móviles y grupos especiales de las FARC para viajar de la vereda Sal Calixto, punto de pre-concentración, hasta el lugar donde arrancarían su vida de civil.
Camino a la esperanza
Tómas es jefe de cuadrilla y tiene 12 personas a su cargo. Lleva 17 años en las FARC y de la nada cuenta que está leyendo Guerra y Paz de León Tolstoi. Cuando entró a las FARC no sabía leer. Cuenta que cuando ingresó le dijeron que para poder combatir tenía que educarse, y le tocó pasar los primeros 8 meses sentado aprendiendo a leer y escribir.
Hoy sueña con ser profesor y poder enseñar Historia.
El Frente 33 fue de los últimos en emprender la marcha. Salieron del punto de transición en San Calixto hacia la zona veredal de Caño Indio, cerca a Tibú, en el Catatumbo. Antes de comenzar el camino hacia la paz desmontaron las instalaciones y las cargaron durante las 30 horas que duró el recorrido, pues sabían que al llegar allá no habría más que un potrero.
El punto de transición estaba bendecido por tres banderas que eran visibles desde todo el punto de transición: la de las FARC, la de Colombia y la de Paz. El compromiso era total.
“Cuando íbamos a atacar militares y veíamos que eran soldados rasos nos íbamos pues veíamos en ellos personas iguales a nosotros, gente del campo… Campesinos” le dijo el miembro de las FARC (derecha) a un soldado en el punto de transición, que funcionó como espacio para que militares, policías y soldados hablaran, de frente y sin armas, de la paz.
Los dos estuvieron más de 17 años patrullando en la misma zona: el Catatumbo. Antes de despedirse, mirándose a los ojos, concluyeron que los dos seguían órdenes, que son de la misma región a la que aman y que tienen que meterle el hombro para para arreglar lo que dejó la guerra.
Yurmari es santandereana y lleva 15 años en la guerrilla. Es la radio-operadora y su sueño es estudiar Comunicación. Bueno, eso y ver un partido del Bucaramanga contra su Nacional del alma.
Leydi pertenece a la columna Ruiz-Barí. Hace un par de años adoptó un perro y cuando salga de la zona veredal tiene claro que vivirá con él. Ni se imagina abandonándolo a su suerte.
Sandra es la más joven de los guerrilleros y la que menos lleva en el Frente: 3 años. Quiere estudiar Ingeniería o Comunicación y tiene inmensa fe en el futuro de Colombia.
Está es la última formación con armas de las columnas Antonia Santos, Ruíz- Barí y la compañía 29 de Mayo. Antes de romper filas el comandante Toledo se volteó para agradecer a los habitantes de la Vereda La Esperanza por la acogida que les brindaron durante los más de 20 días que estuvieron en el punto de transición.
Al romper filas comenzó la fiesta de los miembros de las FARC que comenzaban el camino hacia la zona veredal de Caño Indio. Resumiendo las pancartas, se respiraba un aire de alegría: dejaban la guerra y pasaban a la lucha política en una Colombia donde esperan que todos quepan como hermanos.
Bienvenidos a la vida civil
Fotos e investigación: David Pérez