Se acabaron los cines ¿a quién le importa si tenemos las plataformas? Amazon acaba de estrenar uno de los panfletos políticos más importantes y rompedores desde que Chaplin estrenara en 1940 la primera película antinazi que se hiciera en Estados Unidos. Igual de asombrados a los primeros espectadores de El Gran Dictador, quedamos al ver la segunda parte de Borat. Políticamente incorrecto, ambiguo, Sasha Baron Cohen no conoce los límites y tiene la libertad para llevarlos hasta donde él quiera. Todo con tal de mostrar la cara nazi y misógina del sur de los Estados Unidos, donde reside buena parte del potencial electoral de Donald Trump.
En este falso documental, como el primero, vemos como para los cristianos no es tan importante que un papá viole a su hija como la intención de la joven de "sacárse el bebé", o como una congregación de trompistas pueden corear sin tapujos que los científicos que promueven la necesidad de cuidarse del Coronavirus "deberían ser gaseados como hicieron los alemanes con los nazis". Ni hablar que a Borat le venden una jaula entre risas para meter allí a su hija. Y nadie se asombra.
Pero el plato fuerte de la película es, sin duda, el momento en el que Borat le regala a su hija a Rudy Giuliani, ex alcalde de New York, acusado de ser un devorador sexual. En la falsa entrevista la reportera termina en el cuarto de habitación de un hotel en una incómoda escena en donde el asesor principal de Trump llega a meterse la mano por debajo del pantalón como si se estuviera preparando para tener sexo con una mujer sesenta años menor que él.
Acá está la escena que causa revuelo en el mundo del cine...y en la política también:
Giuliani se ha defendido con todo y ha acusado legalmente a Sasha Baron Cohen.
