Es cierto que las redes sociales son útiles para acortar distancias, como antes el teléfono. También, es verdad que en el mundo actual no estar en ellas implica estar “desconectado”, entonces ¿qué hacer?
Es infructuoso pensar que las redes sociales solamente sirven para chatear, subir fotos, escribir lo que se nos viene en gana y hasta ver paranoicos que se les da por transmitir en vivo un asesinato, un secuestro, una violación, etc. Eso es extremo, estas también han sido de gran ventaja para emergencias, ventas, información, trabajo, asistencia, consulta, estudio, etc.
Las veces que la plataforma de WhatsApp se ha caído a nivel mundial, 1200 millones de usuarios activos en el mundo paramos. No salen ni entran mensajes. Ni siquiera la plataforma web funciona. Después de despelucarnos un poco, nos vamos para Facebook, Line, Hangoust o Instagram, entre las más conocidas. Pero si estás acostumbrado a una ya no te gustan las demás. Pasa igual que cuando doblan tu película favorita otros actores y ya no la quieres ver.
A propósito de todo este embrollo de redes, ¿será posible que una red se coma las otras? Yo opino que sí. El rival más fuerte de WhatsApp, después de Facebook Messenger y según los expertos, es Telegram. No obstante, si hacemos comparaciones solamente en el número de usuarios, Telegram “no le da ni a los tobillos” a WhatsApp, ya que tiene la bicocada de 100 millones. Eso me da el 8.3%. Lo único que la salva, es que su dueño es el mismo señor Zuckerberg, aquel que arrastra con Facebook, la pendejada de 1.900 millones de usuarios. Si le sumamos los 100 millones de Telegram, tenemos un total de 200 millones de “clientes”.
Viéndolo desde ese punto es el mejor de los negocios. Si eres un simple cristiano accedes a las redes sociales por gusto o necesidad. Si eres una empresa debes incluirlas en tus estrategias mediáticas. De todas formas, los dueños de estos “enredos sociales” ganan con cara y nosotros perdemos con sello. Digo perdemos porque, nos cueste o no creerlo, ellos manejan todos nuestros datos, fotos, vídeos y comentarios. Saben cuándo entramos, cuándo salimos y hasta velan nuestro sueño. Es increíble que dependamos tanto de las redes sociales como para llevarlas a nuestra cama.