Los niños y jóvenes encabezados por Greta Thunberg a nivel mundial han lanzado una voz de auxilio y de emergencia en defensa de la vida (“Viernes por futuro”[1]). Tienen toda la razón y merecen nuestro respeto y admiración. No obstante, como muchos de ellos lo saben, no es solo el cambio climático lo que nos amenaza. La humanidad está hoy frente a lo desconocido.
Se puede captar el miedo al caos, a la destrucción, al vacío, al control total [2]. No existen verdades fiables ni nada de dónde agarrarse. De la confianza total en la ciencia se ha pasado a un escepticismo creciente que mueve a millones de personas a buscar seguridad en nuevas y viejas religiones, o a emigrar hacia otras regiones y territorios en busca de protección y “progreso”. El “capital” y el “mercado” usados como dioses crearon el demonio del “consumismo compulsivo” que ha llevado al ser humano a estar más solo y desvalido que nunca.
Así, la economía está entrampada [3] y gira sobre sí misma entre recesiones y crisis económicas y financieras que enriquecen cada vez más a unas cuantas familias de multimillonarios que controlan el mundo entero; el modelo productivo y de consumo ha creado desequilibrios ambientales que ponen en peligro la continuidad de la especie humana sobre la tierra; y la crisis existencial y de valores se manifiesta a todo nivel con fenómenos como la depresión, adicciones de todo tipo, suicidios a granel, guerras manipuladas, inseguridad progresiva, divertimento obsesivo, etc., etc.
En los últimos 40 años se han producido en el mundo una serie de cambios formidables a una velocidad inusitada. La humanidad no estaba preparada para asimilarlos. La tercera y cuarta revolución tecnológica [4] (en pleno avance) hicieron estallar en mil pedazos la globalización neoliberal, pero es el mismo capitalismo el que está en jaque y, en gran medida, el modelo de civilización patriarcal basado en la economía crematística (enriquecimiento individual) enfrenta una avalancha de presiones excepcionales que aceleran la conflictividad humana.
Los cambios lentos (contradicciones ralentizadas y ocultas) que se habían acumulado durante los siglos precedentes a nivel de las relaciones entre las personas y clases sociales (dominación y explotación), entre diversas culturas y etnias (racismo), entre hombres y mujeres (patriarcalismo), entre adultos y jóvenes (autoritarismo), entre el trabajo manual y el intelectual (monopolio del conocimiento), entre heterosexuales y diversidades de género (homofobias), entre los seres humanos y la naturaleza (utilitarismo irracional), han explotado en estas últimas cuatro décadas de una forma concentrada y nos colocan en una dimensión desconocida.
Y la humanidad está atónita y asustada.
La ilusión de que el capitalismo traería progreso para toda la humanidad se fue desmoronando durante el siglo XX. Desde la crisis económica de 1929, llamada la Gran Depresión, pasando por la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la globalización neoliberal que se impulsó desde los años 70 del siglo pasado, hasta el momento actual en donde la decadencia del imperio estadounidense es la cuota inicial de una confrontación geopolítica a “varias bandas” (multipolar), el capitalismo ha mostrado sus enormes limitaciones. También, el socialismo “estatista” (soviético) se vino abajo en 1989 para pesar y desilusión de amplios sectores de trabajadores y pueblos oprimidos que pensaban que era el camino para superar el capitalismo imperante. Y esas ilusiones y utopías todavía no encuentran un nuevo relato esperanzador y entusiasmador. Estamos a la defensiva en medio de un mar turbulento y agitado sin rumbo ni brújula.
La ciencia tradicional, la que heredamos de la ilustración y de la revolución francesa, que fue el punto de apoyo para el desarrollo del capitalismo y los intentos de construcción del socialismo, hoy se encuentra subsumida y condicionada por el poder económico y político, y puesta al servicio instrumental de la tecnología. Y, aunque han aparecido las “ciencias de la complejidad”, la mecánica cuántica, la teoría de sistemas, la complejidad no lineal, la teoría del caos, la cibernética y las neurociencias, todavía no tenemos una filosofía que sistematice y traduzca esos avances científicos, los conecte con la vida práctica y los ponga al servicio de la transformación social.
Además, desapareció del panorama de las luchas de resistencia el sujeto social que supuestamente era portador del cambio revolucionario. El proletariado industrial y los trabajadores manuales (operativos) fueron reemplazados por máquinas y dispersados en las industrias y manufacturas que aún sobreviven en el centro y en la periferia capitalista o están empleados y desperdigados en el área de los servicios y el comercio. Los nuevos trabajadores (cognitariado-precariado) están concentrados en la industria del conocimiento, la información, las comunicaciones y el entretenimiento, y aún no son conscientes de su posición subordinada dentro del aparato que los exprime y engulle como simples operadores de software. La inteligencia artificial es su perspectiva inmediata, y a la vez, su propia competidora y depredadora. Otros sectores como los pueblos indígenas resisten en las fronteras liminales del mundo capitalista, pero aunque son unos valiosos y valientes esfuerzos, son excepcionales y marginales.
La aparición de gobernantes tipo Trump (EE. UU.), Duterte (Filipinas), Salvini (Italia), Orbán (Hungría), Bolsonaro (Brasil), Johnson (Reino Unido), y de nuevos nacionalismos de gran potencia en Estados Unidas, Rusia, China, India y Europa, en donde se entrelazan todo tipo de concepciones políticas de derecha y ultraderecha (y fascistas), corresponde a la reacción clásica de las castas dominantes ante el panorama descrito. Esas élites temen el “desorden” y el “caos”, e impulsan entre los sectores más atrasados de la sociedad concepciones políticas basadas en el miedo y el odio, para que exijan y legitimen el orden y autoridad despótica, la defensa de la familia tradicional, la represión y la destrucción de cualquier forma de democracia. Necesitan el “control total” y el disciplinamiento colectivo.
Lo interesante del momento es que millones de niños y de jóvenes (alentados por abuelos y algunos padres “radicales”) se han empezado a movilizar y a organizar por una causa que es concreta y tangible, como es la lucha contra el cambio climático causado por la acción antrópica irracional [5]. Es muy importante que esa lucha “ambientalista” no se utilice como instrumento político-electoral y no se le ayude a las derechas abstrusas y reaccionarias a sectarizar y aislar tan importante y necesario esfuerzo.
Para responder a tamaño reto, inaplazable y urgente, hay que tratar de unificar al 99% de la humanidad en torno a dicha causa, y en medio de ello, ir construyendo una nueva “narrativa”, una cosmovisión alternativa, unos principios éticos transformadores, una “espiritualidad materialista” que mueva mentes y corazones, un programa y una estrategia que respete al individuo y al colectivo, y que potencie lo mejor de los seres humanos existentes, que es ese “ser social y colaborativo” que está allí —acumulado, a la sombra, invisible, subyacente— esperando el momento de salir a flote para materializarse en reciprocidad y colaboración.
[1] Ver “Greta”. [2] Ver Edward Snowden: “Los gobiernos están empezando a delegar su autoridad a las grandes plataformas tecnológicas”. [3] Ver OCDE: “La economía global está estancada en una trampa de bajo crecimiento. Se requiere que los formuladores de políticas actúen para cumplir sus promesas, afirma la OCDE en sus perspectivas económicas más recientes”. [4] La tercera revolución tecnológica es la conjunción del avance de las tecnologías de la computación, las comunicaciones digitales, el desarrollo de Internet y de las energías renovables, mientras que la cuarta revolución tecnológica es la confluencia de las neurociencias, la nanotecnología, la computación cuántica y la inteligencia artificial (nota del autor). [5] Impacto humano sobre el medioambiente, influencia antrópica o antropogénica o impacto ambiental, es el conjunto de efectos producidos por las actividades humanas en el medio ambiente terrestre (nota del autor).