En Colombia, tal vez más que en cualquier otro país, se habla a menudo de “líderes sociales”, pero lamentablemente la mayoría de las veces es para informar sobre la muerte de uno o una de ellos. Sin embargo, sus trayectorias, su trabajo y sus luchas pasan generalmente desapercibidas. Los líderes sociales son personas altruistas que actúan a favor de su comunidad, que reivindican sus derechos y protegen el territorio. Al hacerlo se enfrentan frecuentemente a poderosos actores, legales como ilegales.
Por eso los líderes sociales siempre han sido estigmatizados, atacados, e incluso “eliminados”, por actores locales potentes que ven sus intereses amenazados por su actividad y sus denuncias, pero también por sectores políticos nacionales que los consideran como obstáculos al modelo político, social y económico excluyente que defienden. Es más, el Estado colombiano nunca ha reconocido y defendido los líderes sociales como se debería y los gobiernos de turno siempre han buscado minimizar su importancia, su papel en la sociedad y la magnitud de las amenazas que sufren. Son constantemente señalados por funcionarios y personajes importantes del Estado, y cuando son objetos de violencia sistemáticamente se busca desvirtuar el carácter político del crimen.
Pero la realidad es que en Colombia existe un ataque sistemático hacia los líderes sociales y que su eliminación física se da con una trágica y constante frecuencia. Este drama silencioso, esta macabra rutina, son una ilustración perfecta de la poca solidaridad, de la alta intolerancia, y al final, del vacío democrático que existen en el país. La sociedad en su conjunto y el Estado deberían rodear a los líderes sociales y no permitir más que se les extermine, pero lamentablemente una parte importante del país los ve como una molestia o incluso como enemigos del desarrollo.
El contexto actual es particularmente desolador para los líderes sociales. Por un lado existe una fuerte voluntad de sabotear la implementación del proceso de paz, en donde tienen un papel fundamental, y por otro lado hoy está gobernando nuevamente el uribismo, sector político que siempre los ha estigmatizado y que promueve todo tipo de proyecto económico destructor de los territorios y violador de derechos.
Pero a pesar de este panorama desesperanzador, los líderes sociales siguen en la lucha, se mantienen firmes en su compromiso con su comunidad y su territorio. De alguna manera representan el alma de un pueblo que sigue luchando por la democracia y por la paz, en contra de la violencia, de la impunidad y de la destrucción. Por eso hay que estar presentes en la movilización de este 26 de julio para manifestarles nuestra solidaridad y admiración.