Un reloj
Hablar de manecillas o de segunderos o de la vertiginosa vida de números en digital. ¿Qué se puede decir sobre un reloj que no hayan dicho antes Cortázar o García Montero? Un reloj nos descuenta el tiempo que se va mientras anuncia el que nos queda. En un reloj la próxima cita, las horas antes del atardecer, la receta que dice doce minutos en agua con sal… En un reloj la medida de los días perdidos y los segundos que separan a Nairo Quintana de Chris Froome. En un reloj los tres minutos de una canción que tardaste años en escribir. En un reloj de pulso llevas la sonrisa portátil. En un reloj el recuerdo constante de que la eternidad dura un instante.
Una camisa
Llevas esa camisa con el orgullo del que se siente más bonito vestido que desnudo. Toda tu inseguridad cubierta con una armadura de algodón. Llevas una camisa cara que conseguiste en promoción, igual te cubre lo que algún publicista llamó“aire de distinción”. En tu camisa hay una mancha pequeña, imperceptible, que te dejó la batalla contra aquel animal muerto que tuviste en el almuerzo. Solo tu la ves y justo en ese instante es cuando una mínima gota de nada toma dimensiones de tragedia. Piensas que, cuando te ven, todos miran justo ahí. Lo cierto es que nadie te ve a ti, ni a la manchita, ni a tu camisa (ni a nadie, no te sientas aún más mal). Lo que sucede es que todos están ocupados con la mirada gacha clavada en el celular.
Las filas
Afuera del banco la fila espera que abran la puerta para hacer la fila adentro del banco. En la fila del concierto se escuchan canciones en las gargantas de los que luego han de salir con la voz cansada pero contenta de haber sido parte del coro de su artista favorito. En las filas de jubilados no hay júbilo. En las filas para comprar helados hay niños sin paciencia y con alegría de cremas de sabor extraño en la mirada. En la fila para entrar al estadio hay cientos a los que no les importa el resultado del partido porque solo van a la tribuna como una tribu que quiere salir pronto a pelear. Patéticos ellos que luego harán fila en urgencias del hospital.
Una canción
Hay canciones que cuentan historias tristes que, de alguna manera, te ayudan a sentirte mejor. Hay canciones que se cantan en el campo y acompañan, sin que lo sepas, los alimentos que habrás de comerte hoy. Hay canciones que guardan tus peores recuerdos y otras que te llaman a la fiesta. Hay canciones de cuna y canciones de cama. Hay canciones que reflejan la soledad de mil personas juntas. Hay canciones que nadie canta pero que todos recuerdan. Hay canciones de las que olvidas la letra. Hay canciones de músicos muertos que reviven al dar clic en play. Hay una canción en la que vive un beso. Hay canciones en el aire, puedes respirarlas.
Libros
Cuando alguien regala un libro abre una puerta, una ventana, enseña un paisaje. Cuando abres un libro te llaman las historias, te esperan muchas voces que escucharás en tu cabeza, te ofrecen una compañía que se quedará contigo toda la vida. O hasta que el olvido llegue con su leche blanca que lava todo y no deja mancha. El libro ofrece su lomo para la caricia, está ahí para que tus manos jueguen con él página por página. Para que te detengas y avances y vuelvas atrás y te quedes con ese perfume suyo con aroma de imprenta. ¿Tienes un libro contigo? Estás a salvo entonces: será más breve la espera, será nutritiva la tarde, será de delirio la noche. Tienes a mano la prueba irrefutable de que hay vida en otros mundos porque, lo sabes, un libro es un mundo. En un libro la vida.
La lluvia
Hay quienes prefieren las tardes soleadas, calientes, de luz canicular castigando el dorso de tu cuello. A mí me gusta la lluvia, a la hora que venga. La llovizna y —no lo niego— también la tormenta. Lágrimas de cielo por todos nosotros. En la ventana las gotas más pequeñas terminan por juntarse en un riachuelo que marca un curso más grande y la ciudad, atrás del cristal, desaparece y empieza a ser un lugar que debes imaginar. Claro, mejor que la lluvia te pesque bajo techo que a la intemperie pero también está bien mojarse un poco para recordarle a tu piel qué se siente estar vivo y que tu camisa nueva, comprada en promoción, empiece a lavarse contigo adentro. Me gusta la lluvia que tiene sabor a café entre las manos delante de un libro mientras en la calle la música de un invierno breve compone su melodía sobre techos y aceras y paraguas. Que venga pronto la próxima lluvia a limpiar nuestras culpas.
El televisor
En el televisor habla el Papa, nos ofrece su bendición. Yo me pregunto si debo cambiar de canal antes de que termine de trazar la cruz en el aire o hacerme a un lado pues según sus reglas debo estar excomulgado. No hay caso, en el canal de al lado un presidente está pontificando. Alguien que es famoso solo por ser famoso estrena programa en horario triple A eso es fácil en un mundo en que se han puesto de moda los Jersey Shore, Acapulco Shore y Nosequé Shore que podrían estar en el canal triple X, pienso yo y no en que alguna vez prometió música en televisión. Me disculparán, yo vengo de un momento en que lo más promiscuo era Melrose Place y en emtiví pasaban videos que nos emocionaban y soñábamos con ver más. Tanto podía caber en una canción. No preguntes luego por qué esa idea ahora es territorio de Youtube. En la televisión los noticieros anuncian cada día que el mundo se va a acabar. Creo que le tienen profundo miedo a las buenas noticias que suceden todos los días: no te las cuentan porque una audiencia sin temor podría, sencillamente, no prender mañana el televisor.
@lluevelove