Santiago Uribe-Holguín es un pintor intrépido porque cambia su estilo y no le interesa que el asunto económico interfiera en su manera de ser o de pensar. Este artista cambia sin miedo. No se repite como el aburrido guerrero de la maldición peruana como fue Armando Villegas, por ejemplo. Con él se murió su obra para siempre.
Antes, a Santiago Uribe-Holguín le interesaba la materia densa. Vivió en Europa y, los murales de Pompeya quedaron grabados en la memoria de su historia. Tuvo tanto éxito que los abandonó.
Cuando llego a España, encontró la fiebre del informalismo y la fuerza de Antoni Tapies. Le interesó, porque era otro reto parecido al que ya buscaba en los murales, la Pompeya figurativa. Seguía el desafío de la materia arenosa y controlada pero, con pintura abstracta. Le interesaba cómo controlar el color y cómo encontrarle una dimensión al óleo en donde ninguna de las técnicas superara o invadiera el otro. Se necesitaba un control total. Pero como el óleo y la arena tardan mucho en secarse, él se dedicó a realizar dibujos. Por esa causa los pintores al óleo pintan más de tres cuadros a la vez. El tiempo de espera es largo y minucioso.
De esos dibujos viene la nueva serie que se titula Inmersión, en la galería de Beatriz Esguerra. Dejó atrás la materia y el óleo ahora son veladuras… transparencias.
Es una técnica que invierte el orden de entender el color desde otra perspectiva técnica que, ya viene del Renacimiento. Encontrarle al color una función más atmosférica. Es una mirada más fresca que busca la profundidad de las luces y las sombras. Pinta libre con brocha gorda y le interesa que las finalidades de las formas tengan tema inconcluso. Busca que la razón y el instinto tengan un mejor balance en el mundo de la pintura y el color.
Sus héroes del momento: la norteamericana Helen Frankenthaler o el inglés Howard Hodgkin. Que son las razones y guías para pensar diferente. Santiago Uribe Holguín busca y encuentra algo nuevo. No será el último, él va en su camino.