Hará hace dos semanas, circulé en Facebook el artículo “Acoso” de Antonio Caballero en Semana bajo las cortas palabras “Da para pensar”.
Por cobarde y miedoso del qué dirán puse “da para pensar” en vez de decir que sí, que estoy con Antonio Caballero en su posición y no dije estar de acuerdo con Caballero para no ser tachado de machista asqueroso, que es precisamente lo que ocurre en esta era del pensamiento en donde todo es blanco y negro. No hay grises. Y a los dos días todos tildaron de asqueroso machista a Caballero, y casi me muero de la risa cuando alguien daba cómo pésima novela aquel delicioso “Sin remedio”, como en la antigua Unión Soviética. Pero me quedé callado, no vayan a pensar en las redes que aquel señor con pensamientos de avanzada resulta siendo ahora un asqueroso machista y me da cosa que desde este artículo sea declarado en forma definitiva como un asqueroso machista. Aquí voy:
Reglas del mundo occidental.
REGLA UNO “Toda persona que tenga hoy más de sesenta años tiene como referencia materna a mamás y tías y todo un entorno femenino sometido a un aberrante (a ojos de hoy) machismo, completamente mantenidas y como esclavas de cocina y en donde, obvio, si estudiaban el bachillerato vaya y venga, estando pendientes que venga el marido con la más sensual frase oída en su día: “Mujer, ¿ya está la comida? Y no quiero imaginarme cómo sería la cosa de peor en peor para la mujer con el paso para atrás de los siglos”.
REGLA DOS “Toda persona que tenga hoy entre 0 y 40 tiene como referencia materna a mamás y tías completamente independientes y no en vano han tenido el mismo acceso a la educación que sus hermanos hombres, y poco a poco la joven de hoy tiene (con claras excepciones) las mismas oportunidades laborales que el hombre, cobrando seguramente menos. Pero son independientes y si llegan a la casa y llegan a oír un “¿Mujer, ya está la comida?”, cada vez son más las que cogen unas tijeras para cuadrar cuentas con el machista pendejo ese. Y poco a poco se llegará a la completa igualdad, no en vano los países nórdicos ya han comenzado a legislar para ello.
Obviamente esta regla Dos no es la regla en miles de situaciones, aun hay mucho hombre empeñado en quedarse en el paraíso de la regla Uno y es bien conocido el papel de la mujer en momentos de penurias. Se lleva siempre la peor parte.
Algo innegable es que la lucha por la igualdad de la mujer
en el mundo occidental va en avance
y en cincuenta años será casi total
Pero algo innegable es que la lucha por la igualdad de la mujer en el mundo occidental va en avance y en cincuenta años será casi total, y el feminismo del blanco y negro está obligado a ver los grises.
Nadie niega que las tasas de abuso sexual son tremendas, y más aterradores aun cuando se trata de menores de edad. No sólo no se niega, se grita lo que se puede. Nadie niega que exista aún una alta tasa de maltrato familiar. El machismo existe, obvio que sí, y ese es el machismo contra el cual debe lucharse.
Y la lucha se convierte más siniestra y triste cuando pasamos a la mayoría de países de África del norte y mejor ni hablar de la mujer en todo ese siniestro mundo musulmán en donde el sexo femenino parece ser el malo designado por dios.
Pero si le suelto una bonita mirada a una mujer no me convierte en un asqueroso machista, cuando por mucho recibiré una mirada de asco y desprecio o ser correspondido con otra sonrisa y me dé cuenta que lo bonito del romanticismo son las miradas coquetas.
Y volviendo a Caballero, él dice que no es acoso la movida noche de pasión que tuvo la estrella debutante del cine con el mañoso productor, y sí, no es acoso, es una relación compartida en la que cada cual sabe quién tiene qué poder y al tildar aquello de acoso sexual no se hace más que desvirtuar las tristes realidades.
Ah, y aborrezco el lenguaje y la lenguaja incluyente e incluyenta.
Y secundo la carta de las mujeres francesas publicada en Le Monde.
Y hablando de…
Y hablando de lenguajes, es interesante cómo los gobiernos de Maduro y Santos se acusan mutuamente de tener unos gobiernos fracasados para cada uno alardear de la felicidad con la se vive en su propio país hablando los dos, jocosamente, de cómo la salud está divinamente cubierta y es casi gratuita.
“