El ministro de Defensa, Guillermo Botero, expresidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), mencionó “no he conocido un mejor herbicida” para la erradicación de cultivos ilícitos. Con eso en mente, surge la pregunta si es realmente la mejor forma.
Si se revisa la página del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos se han reportado al día de hoy 308 investigaciones acerca del uso de este herbicida, en los cuales se indagaron los efectos en agricultura, medio ambiente, medicina, biología, genética y química.
Ahora bien, un punto importante en el cual ya se tiene claridad y consenso es que desde el punto de vista químico, como lo explica Angélica García, profesora de la Universidad Javeriana, el glifosato o [N-(fosfono-metil) glicina] es una molécula altamente soluble en agua capaz de atravesar las membranas biológicas, con lo que su difusión en fuentes acuíferas es alta y es una forma de distribución en los diferentes seres vivos, como ya se reportó por Francisco Bermúdez Huertas en su estudio Impacto medioambiental y social del glifosato en Colombia.
Por su parte, la profesora Elizabeth Londoño, profesora de genética de la Universidad Javeriana, explica que en el 2015 la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer concluyó que esta sustancia es probablemente cancerígena, lo que llevó este año a que la productora de este herbicida tuviera que indemnizar con 289 millones de dólares (246,9 millones de euros) a un jardinero que presentó cáncer terminal. Lo anterior ha llevado a que en la actualidad ya sean 8.000 personas las que han demandado a Monsanto en EE.UU. por daños y perjuicios.
Sin embargo, lo que ha llevado a estos incrementos de demandas son los diferentes estudios realizados con cultivos celulares y en animales de investigación que evidencian el daño en el material genético (genotoxicidad), estrés oxidativo e inhibición de la reparación del material genético, que llevan a consecuencias clínicas como mutagenicidad, carcinogenicidad y teratogénesis.
Pero algo más sorprendente es que la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) en el 2008 publicó La aspersión aérea de cultivos en Colombia una estrategia fallida, y un punto importante de discusión importante que trae este documento es que: “las hectáreas asperjadas no son sinónimo de erradicación”. Para ponerlo en contexto, en el 2004 se fumigaron 136 mil hectáreas para eliminar 6.000 hectáreas de cultivos ilícitos, y en el 2005, con casi 139 mil hectáreas asperjadas, el área sembrada de cultivos ilícitos aumentó en 6.000. Por lo tanto, se puede concluir que: “la aspersión aérea no baja la productividad en Colombia ni la disponibilidad de la cocaína en el exterior”.
Con toda esta información es llamativo que el ministro de Defensa y el presidente de la República sigan insistiendo en que esta es la mejor forma de la erradicación de cultivos ilícitos, siendo que en este método los costos invertidos no guardan relación con los objetivos y el único que gana en esto es la empresa que vende el producto.
Como dijo Eduardo Cifuentes Muñoz, exdefensor del Pueblo: “Es una falacia y en cierto sentido un crimen de guerra, sostener que la única manera para combatir el narcotráfico sea destruyendo la naturaleza y atacando a la gente pobre”.