Hace cuatro años yo era muy inocente. Todavía creía que en Macondo existía una buena cantidad de políticos valiosos.
Por otro lado, hace cuatro años yo ya tenía muy claro que en este país de abstencionistas, el voto tiene precio. En ese entonces, yo ya sabía que para muchos, nuestra política es un negocio igual o más rentable que el narcotráfico. Sin embargo, hace cuatro años, a medida que se avecinaban las elecciones, mi emoción era tremenda. Se respiraba un aire de excitación sobre el posible resultado de las votaciones. Impulsaba Fajardo una “selección Colombia” que no incluía ni exfutbolistas, ni exreinas, ni actores de televisión. Empezaba Antanas a coquetear con un electorado sediento, que en menos de tres meses lograría arrinconar a las fuerzas políticas tradicionales de esta finca nuestra.
Obviamente, yo era —todavía— muy inocente. Pensaba que en efecto, las ventanas si se podrían abrir (para que entrara Antanas y el sol…). La inocencia es atrevida. Hoy, Colombia no tiene ninguna emoción por votar. Hoy, Colombia no quiere saber nada de encuestas; de listas abiertas. Estamos empezando a preparar un buen repertorio de excusas para no ir a votar el domingo; listos para votar en blanco por primera vez.
La desilusión es apenas entendible. Mientras los honorables miembros del Congreso actual se entregaron (casi en su totalidad) ante las dulces mieles de la macabra reforma a la justicia, los campesinos que ponen los alimentos en nuestras mesas, todavía no entienden por qué el Congreso no legisla a su favor; los investigadores de la diáspora todavía no entienden por qué el Congreso no actúa enfáticamente a favor de la ciencia. Los ambientalistas todavía no entienden por qué el Congreso no obliga el establecimiento de límites a la minería arrolladora.
Las estrellas del Congreso, se han convertido en estrellas por una de tres razones: (1) gritan más duro que su vecino; (2) su programa de acción parlamentaria gira entorno a la idea de reducir el precio de la gasolina (pobres congresistas, no les alcanza el salario para tanquear sus camionetas blindadas); (3) son capaces de pasar del oficialismo puro a la oposición extrema, y luego de vuelta, con eficiente sutileza; siempre sin ‘Barreras’.
En cuanto a la inclusión de la sostenibilidad en los debates de campaña, el balance es doloroso. La mayoría de candidatos ha demostrado muy poco interés en promover un debate sobre el tema; como si la sostenibilidad de nuestro entorno fuera un capricho de algunos científicos locos. Obviamente —dirían algunos— es más fácil conseguir votos hablando de guerra, condones y la rodilla de Falcao que de la energía renovable, la biodiversidad, y el transporte sostenible.
Desde La Ciudad Verde se invitó a todos los candidatos a incluir acciones a favor de la sostenibilidad en su propuesta de acción parlamentaria. Se les invitó a comprometerse con la firma de este Pacto. A los que se han comprometido, se les reconoce su compromiso, y se les recuerda que los ciudadanos estaremos encima haciendo seguimiento. El mismo ejercicio se hizo con el Pacto por la Educación; a los candidatos que han suscrito este, se les recuerda que trabajar por la educación, requiere mucho más que solo eslóganes de campaña.
Luego de revisar las hojas de vida y propuestas de muchos candidatos utilizando este aplicativo, van mis opciones de voto: al Senado votaría por Claudia López. Me parece interesante también la hoja de vida y recorrido de Erwing Rodríguez-Salah y Humberto Molina.
A la Cámara: si estuviera en Bogotá votaría por Angélica Lozano. En Antioquia votaría por Rodrigo Saldarriaga o Diego Ochoa. En Boyacá votaría por Sandra Ortiz (aún después de su saltadera entre partidos). En Santander votaría por Jairo Puente. Ideas para los que están en el exterior: revisen el recorrido y hoja de vida de Juan Carlos Villamizar y Viviana Viera. Para quienes votarán por la circunscripción especial de negritudes: revisen la hoja de vida del joven Diego Angulo. A mis amigas en el Meta, siento decirles: probablemente lo mejor es votar en blanco.
Como esas son simplemente mis preferencias personales, van unas ideas sobre los candidatos por los cuales yo no votaría:
- No votaría por nadie que haya votado a favor de la reforma a la justicia. Aquí puede ver la lista de los que votaron a favor.
- No votaría por ninguno de los 20 candidatos en la lista roja de los investigadores de la Fundación Paz y Reconciliación. Tampoco, por ninguno de los partidos políticos que otorgó avales a herederos de la parapolítica.
- Finalmente, en este momento crucial del país, no votaría por nadie que todavía crea que la idea de ‘seguridad’ pasa por la guerra, y mucho menos por alguien que edifique su campaña sobre la palabra “miedo”.
¡Voten!